Capítulo 39

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¡Hola a todas! 

¿Habéis visto lo buena que he sido? Una semanita solo y ya he actualizado, pero no lo toméis por costumbre que no puedo asegurar nada jajaja. 

La verdad que el capítulo lo he escrito en dos días, en las dos horas que tenía para comer antes de ponerme con la oposición, y debe ser que tenía tantas ganas como vosotras de que John y Violet se reencontraran que no he podido parar jajaja. 

Bueno como ya os he dicho, ¡por fin los enamorados vuelven a encontrarse! Solo espero que no os decepcione y por supuesto que os guste. Me cuesta calcular exactamente cuántos capítulos le quedan a la historia, pero ya os aseguro que no serán más de 5. 

En fin, que no me enrollo más, disfrutad de la lectura y espero vuestras opiniones.

¡Mil besitos! ¡Hasta pronto! =)

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No podía creerse que después de tanto tiempo, todo acabase de esa forma. Tantas esperanzas había depositado cuando tomó aquella decisión, que ahora le resultaba irónico que ninguna de ellas se hubiese cumplido. Decidió quedarse en Londres por miedo a perder a John, y al final había terminado por perder mucho más que a él, se había perdido a sí misma, y desde hacía demasiado tiempo.

Sabía que su decisión era la correcta, había tocado fondo y no podía hacer otra cosa más que intentar volver a salir a flote, pero el sentimiento de fracaso que la acompañaba no la dejaba a solas ni un solo minuto, era como un tumor que se extendía por todo su cuerpo y del que necesitaba librarse de una vez por todas. Lo único que lamentaba, además del tiempo perdido, era dejar a Mal atrás, pero sabía que la dejaba en buenas manos.

En cierto modo, la boda de su mejor amiga fue el detonante para que Violet decidiera irse de Inglaterra definitivamente. La francesa inconquistable se había enamorado perdidamente de un soldado británico que llegó herido hasta su hospital, y pocos meses después de que él se recuperase del todo, decidieron unir sus vidas para siempre en una ceremonia sencilla e íntima a la que solo asistieron unos veinte invitados. Se alegró infinitamente por la nueva vida que le esperaba a su amiga, pero verla desposada solo le provocaba pinchazos en su maltrecho corazón al saber que ella nunca llegó a disfrutar de eso. Había sufrido tanto, y había derramado tantas lágrimas que ya no le quedaban fuerzas para seguir luchando por una vida que no le pertenecía.

Repasó mentalmente lo que había sido de ella desde que decidiera aquel frío diciembre de 1940 quedarse en Londres como enfermera, había conocido la cara más horrible del ser humano, había sido testigo de su brutalidad y de la fragilidad de la vida. Aprendió que no había vencedores en aquella guerra, solo vencidos..., que a la gente buena no le pasaban siempre cosas buenas, y que no podía decidir quién merecía vivir o morir, a pesar del sufrimiento que eso pudiera causarle.

Y tuvo que aprenderlo de la manera más cruel, mientras sostenía el frágil cuerpo de una joven rubia que se desangró en sus brazos. Le juró a Alice que no dejaría que muriese, y no pudo cumplir su promesa, porque antes de que pudieran siquiera llegar hasta el refugio, la muchacha perdió la vida. Aquello fue más de lo que podía soportar, y desde entonces su vida se sumió en la más absoluta oscuridad, ya no tenía ningún motivo por el que seguir adelante, así que empezó a buscar la manera de salir de todo aquello, y la respuesta le vino en forma de carta.

Su padre le escribía para asegurarse de que siguiera bien, para darle noticias sobre su familia y decirle cuánto la echaban de menos. Quizá aquella carta fuera la señal que necesitaba para dar el paso. Y eso hizo. Recogió las pocas pertenencias que aún poseía y se despidió de su fiel amiga.

Violetas en las Cenizas ©Where stories live. Discover now