Capítulo 20

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¡Hola a tod@s!

En primer lugar, ¡feliz año! Espero que hayáis pasado unas navidades increíbles junto a las personas que queréis, que empecéis el año nuevo cargados de felicidad y buenos momentos y que los reyes sean buenos con vosotros jejeje.

Siento muchísimo la tardanza, jamás me había retrasado tanto subiendo, pero supongo que comprenderéis que viviendo lejos de la familia, he querido disfrutarla al máximo. Ya estoy de vuelta a la rutina, así que no volveré a demorarme tanto con los capítulos, pero estoy segura de que esta espera os merecerá la pena, porque os he preparado un capítulo lleno de emociones =P

Os agradezco infinitamente los votos, comentarios y lecturas a TODOS, y sobre todo la paciencia para seguir leyendo aunque a veces me retrase. Muchas gracias por estar siempre ahí.

¡Muchos besos! ¡Nos vemos en el próximo capítulo! 

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       Cuando por fin divisó entre el humo del tren la estación de Southampton, suspiró aliviado, sabiendo que su carrera por fin terminaba. Hacía demasiado tiempo que se había marchado, pero el regreso le costó más de lo que planeó, aunque tampoco se esperaba el estallido de la guerra. Desde entonces viajar se había convertido el algo más complicado de lo que normalmente era.

       Se maldecía una y otra vez por haberse marchado, por no estar junto a su madre y Violet para asegurarles que no permitiría que nada les ocurriese…, pero por otra parte, la visita a Camile le había abierto los ojos definitivamente. Se había dado cuenta de que todo lo que creía sentir por ella no era más que un efímero recuerdo, y que la responsable de que su helado corazón se hubiese derretido no era otra que Violet. Sonreía inconscientemente cada vez que pensaba en ella, y la echaba de menos en cada respiración, solo necesitaba volverla a ver para saber que su vida cambiaría por fin.

       En el momento en que el tren se detuvo, bajó de él como un resorte, con el macuto a sus espaldas, y corrió lo más rápido que pudo. Era una mañana gris de octubre, el apacible clima del que habían disfrutado los últimos meses se había esfumado con el último sol del verano y el otoño daba paso al frío y la lluvia que mantenían el paisaje inglés. Y aquel día no iba a ser una excepción. La lluvia caía de forma continua, aunque no intensa, calando su ropa y sus huesos poco a poco, estrellándose contra su cara, pero lo único en lo que podía pensar era en llegar al Moulin Chocolat. Sin él sabía que su madre habría tenido que trabajar el doble para mantener el negocio, y la culpabilidad hacía que sus piernas funcionaran con más velocidad.

       Con el aliento acelerado, se detuvo en la entrada. Desde fuera podía observar a su madre con un delantal bordado y una sonrisa en los labios, limpiando las vitrinas de cristal con esmero y devoción. Se debatió un segundo si entrar con aquellas pintas, o esperar a que ella regresara a casa, pero la emoción de verla después de tanto tiempo pudo con él, y sin pensarlo demasiado irrumpió en el local.

       Helen se giró al escuchar el ruido de la campanita de la puerta, y casi pudo reconocer al hombre que se encontraba parado en mitad del local, con las gotas de lluvia resbalándole por la ya crecida barba y la ropa, pero no le hizo falta examinarlo demasiado para saber que se trataba de su hijo. Con el alma en vilo y los ojos llorosos, se lanzó sobre él y lo abrazó con todas sus fuerzas.

—Hijo mío…, por fin has vuelto —susurró con un hilo de voz.

—Sí madre, estoy de vuelta. Lamento haberme ido tanto tiempo —respondió estrechándola entre sus brazos.

Violetas en las Cenizas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora