Capítulo 31

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Muy buenas a todas!

Bueno, sé que me he retrasado un poco, pero de verdad que este ha sido uno de los capítulo que más me ha costado escribir, tanto que son las 2.19 AM y acabo de terminarlo, después de toda la tarde. 

Como siempre os quiero agradecer a todas vuestros comentarios, vuestros votos, me animáis el día con cada notificación y sois unos amores!

Por último, solo os diré que para la última parte del capítulo, escuchéis la canción que os he dejado en multimedia... En fin, solo diré que he llorado y mucho.

Nada más, como siempre espero que os guste y nos vemos en el siguiente.

¡Mil besitos!

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Se había jurado que jamás volvería a dejarse llevar por la ira de esa forma, que jamás permitiría que su razón se obnubilase por la venganza y la cólera, pero Garrett había conseguido traspasar todas las barreras que John había interpuesto entre él y esos sentimientos. No sólo se había dedicado a arruinarle la vida durante años, sino que había apuñalado a Violet y sin duda, torturado a su madre por el mero placer de hacerles daño. Aquello era más de lo que podía soportar cualquier hombre cabal. Cada vez que recordaba el rostro de la enfermera compungido por el dolor del acero hundido en su abdomen, sus preciosos ojos azules llenándose de lágrimas y clavándose en él, traspasándole la decepción que brillaba en ellos. Violet podría haber muerto y todo sería por culpa suya.

       Pero no olvidaba que aunque fue él quien condujo a la morena hasta esa situación, Steel decidió clavarle el puñal, sabiendo que ese recuerdo lo martirizaría de por vida, o por lo menos, durante el tiempo que Garrett había previsto mantenerlo con vida. Y se lo iba a hacer pagar caro, muy caro.

       Había superado hacía casi diez años la trágica muerte de su padre, había soportado tener que huir de ciudad en ciudad, sintiendo el peso de la culpa sobre sus hombros, había superado que Camile le traicionase por dinero…, pero no iba a permitir que el último de los Steel terminara con el único resquicio de felicidad que le quedaba en la vida, si es que Violet había muerto. Encontraría a su madre, y si para ello tenía que destrozarle las articulaciones a balazos lo harían sin dudar.

       No pudo evitar dibujar una taimada sonrisa en sus labios al ser consciente de la realidad. Después de todo lo que Steel le había hecho sufrir, ahora se encontraba malherido, desangrándose y desplomado en el suelo como un vil gusano, suplicándole con la mirada que no lo matase. Pero a él no le temblaba el pulso, ni sentía remordimiento alguno al ver su sangre manchar el suelo de cemento, estaba deseando que se le acabara.

—Se me está acabando la paciencia Steel, ¿es que quieres que te destroce el otro brazo? —declaró sin dejar de apuntarle con el arma.

—Está bien, de acuerdo —cedió al fin con esfuerzo—. Te llevaré hasta tu madre. Ayúdame a levantarme —añadió extendiendo el brazo sano.

—¿Me tomas por imbécil? No pienso acercarme a ti salvo para meterte otra bala en el cuerpo —le amenazó con frialdad—. Muévete y dime dónde está, no tengo todo el día.

       Garrett lo fulminó con la miraba y se incorporó con dificultad, intentando sofocar los gemidos de dolor causados por la herida en su hombro. John le indicó con la cabeza que comenzara a caminar, y se posicionó a su espalda, sosteniendo firmemente el tan ansiado revólver que le devolvería al mundo. Caminaron por un estrecho y lúgubre pasillo, donde se apreciaba la humedad en las paredes cimentadas y apenas circulaba el aire. Al final de ese pasillo, John distinguió el reflejo de la luz del sol bajo la puerta cerrada, y deseó con todas sus fuerzas que llegara el momento de cruzarla y volver a disfrutar de la claridad del día, pero sabía que aún malherido, Garrett no se lo pondría fácil.

Violetas en las Cenizas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora