Prólogo

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El aire fresco de la calle se colaba por la ventana abierta, meciendo levemente sus cabellos. El traqueteo de las ruedas sobre las vías quedaba oculto detrás de sus pensamientos. Lo que debería ser un día de felices reencuentros era más bien una amarga despedida. Nadie dijo que sería fácil. Pero tampoco que sería tan duro.

Imaginaba la cara que pondría su madre, su cara de decepción cuando descubriera la verdad, pero ¿qué podía hacer? Resultaba muy doloroso pensar en el futuro que ahora le esperaría, y en que todo había acabado. Sabía que echaría de menos su vida en Cambridge, había pasado unos maravillosos años en su universidad, pero nunca había dejado de querer regresar a Southampton, aunque no de la manera en que lo hacía.

El inconfundible sonido de la bocina del tren le indicaba que el camino llegaba a su fin, y su felicidad por la llegada se veía enturbiada por su nerviosismo, frotándose las manos y apretando los labios. No sabía cómo iba a afrontar aquella incómoda situación, ni cómo se lo diría a sus padres. ¿Cómo se suponía que tenía que explicar que había salido huyendo de su prometido? No, definitivamente esa no era una buena forma de regresar a casa. No quería ni imaginarse lo que le diría su madre, o el silencio sepulcral por el que su padre optaba cuando algo le disgustaba..., estaba segura de que se avergonzarían de ella, pero no había tenido más alternativa.

No había pasado el tiempo suficiente cerca de sus padres para poder entablar con ellos una relación con un cierto grado de confianza, hacía diez años que se había marchado y aunque deseaba volver a su ciudad natal, se sentía igual que si estuviera al borde de un precipicio. Su respiración comenzó a agitarse al ser consciente de la inminente llegada y se frotó aún más fuerte las manos por encima de los guantes.

-¿Nerviosa? -preguntó la mujer viajaba enfrente de ella.

-¿Disculpe?

-Su actitud la delata, parece usted un manojo de nervios -rio la mujer con ternura.

-Sí, lo cierto es que sí lo estoy. Es la primera vez que regreso a Southampton desde hace tiempo...

-Entonces, ¿qué motivo tiene para estar así de inquieta? Debería sentirse feliz por regresar -la mujer le sonrió afable. Feliz era como le gustaría sentirse, pero no podía.

-Oh sí, me siento muy feliz por ello... -mintió, no quería dar más explicaciones de las necesarias. A fin de cuentas no sabía nada sobre aquella mujer.

-Pero... -continuó la mujer. La joven dudó un segundo si debía o no continuar con la frase, pero por algún motivo los ojos miel de aquella mujer le inspiraban confianza, y sin apenas percatarse de ello las palabras comenzaron a salir de su boca.

-Bueno, las cosas no han resultado ser como todo el mundo esperaba -confesó con amargura.

-Las cosas nunca son como se esperan, y tampoco deberían ser como los demás consideren, sino como usted crea que deben suceder. -volvió a sonreír con la misma amabilidad-. Discúlpeme, no me he presentado, me llamo Helen Darrow.

-Encantada señora Darrow, yo soy Violet Ford.

-¿Violet Ford? ¿La hija de Graham Ford?

-¿Nos conocemos? -preguntó desconcertada.

-Oh no querida, claro que no -respondió-, su padre es alguien muy importante en Southampton, todo el mundo le conoce.

Se produjo un instante de silencio entre ambas que Violet suplió con una escueta sonrisa. Sabía lo que le iba a conllevar regresar a Southampton pero ni siquiera había bajado del tren y ya empezaban los comentarios.

-Querida ¿la he importunado en algo?

-Oh no señora Darrow, no se preocupe. Es solo que hacía tiempo que no escuchaba comentarios sobre mi padre.

Violetas en las Cenizas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora