Capítulo 6

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        John maldijo su suerte. Aquella herida le iba a impedir rendir al cien por cien en el aserradero, y eso solo podía suponer su despido inmediato. El trabajo en el aserradero era la base principal del sustento de su casa, al menos hasta que su madre abriera el negocio y empezara con las ventas. Por mucho que se esforzara, Southampton no parecía querer darle la bienvenida.

       Helen no tardó en entrar de nuevo en la casa, e inmediatamente después le propinó una buena colleja en la nuca a su hijo.

—¡Ay! ¿A qué ha venido eso? —se quejó mientras se palpaba la zona.

—No se te ocurra volver a tratar con ese desdén a ningún invitado a esta casa ¿te queda claro? Y mucho menos a alguien que ha venido a ayudarte.

—Por favor madre, solo ha venido a curar un rasguño insignificante. No conoces a esa chica de nada y ya la tratas como si fuera tu íntima amiga —sus palabras sonaban con desprecio—. Además no he podido evitar escuchar cómo le dabas explicaciones sobre nuestra vida.

—Esa chica, como tú dices, es la primera persona que ha demostrado interés por nuestra familia y nos ha tratado con respeto. Ha preguntado por los rumores que corren por la ciudad y aun así no nos ha juzgado como a criminales. No vuelvas a dirigirte así a ella o te aseguro que la próxima vez mi mano irá directa a tu mejilla y no a la nuca —finalizó ella con un tono de voz algo más elevado, marchándose del lugar acto seguido.

       John no podía creer lo que oía. Su madre amenazándole con abofetearle. Esa joven había conseguido hipnotizarla, y no entendía por qué. Si conociera realmente como era ella…lo pretenciosa y maleducada que había sido aquella noche, comprendería que no era más que otra niña rica con aires de grandeza. Aunque debía reconocer que se había equivocado en una cosa, al menos tenía la cabeza llena de conocimientos médicos, y no de tertulias absurdas y fiestas banales típicas de las mujeres de alta sociedad.

       Pero aunque su inteligencia quedase corroborada por sus habilidades, no iba a cambiar de opinión. En el fondo seguía siendo solo una bien posicionada jovencita. Igual que todas.

       A la mañana siguiente, despertó con malestar. El dolor no le había dejado dormir bien por la noche, pero no estaba en situación de faltar al trabajo, y menos cuando su lesión no se había producido en horario laboral. Con esmero, cubrió su brazo con un pañuelo, para protegerlo del polvo y las astillas, y fue hasta la cocina a desayunar. Su madre ya se encontraba allí, preparando unos huevos revueltos, y permanecía en silencio.

—Buenos días, madre —le dio un beso en la mejilla, pero no obtuvo respuesta— ¿Estás bien?

—Estoy bien. Cómete el desayuno —respondió arisca.

—¿Qué te pasa? ¿No seguirás molesta por lo de ayer, verdad?

—Sí que lo estoy John, esa chica…

—¡Por amor de Dios! Solo fue un poco borde con la muchacha, tampoco es para poner el grito en el cielo, madre.

—Prométeme que no volverás a ser así con ella.

—De acuerdo, madre, descuida. No volveré a ser borde con ella, ¿contenta?

—Así me gusta, buen chico —sonrió, acariciándole el pelo. John ladeó la cabeza, suspirando. No podía luchar contra su madre.

       Cuando hubo salido de su casa y llegado al aserradero, procuró que ninguno de sus compañeros notase que su brazo estaba herido. Por lo general, tenía una buena relación con sus compañeros de trabajo, pero no con todos, y no quería que se levantasen espinas entre ellos que pudieran perjudicarle. Durante varias horas pudo llevar a cabo su trabajo sin demasiado esfuerzo, pero casi final de la jornada, el dolor empezaba a hacerse bastante desagradable, y el pañuelo de su madre se empapó de nuevo en sangre.

Violetas en las Cenizas ©Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon