Capítulo 10

3.9K 178 12
                                    

       Holly no había parado de interrogarla, emocionada, por los motivos misteriosos por los que John Darrow le había pedido hablar en privado. Su hermana pequeña estaba inquieta y revoltosa, además de dolorida por los codazos que Violet le había propinado al verla coquetear abiertamente con él.

—¡Es increíble! Yo pensando que eras una aburrida mojigata y resulta que has engatusado al guapísimo John!

—¿Qué? Yo no he engatusado a nadie. Vaya cosas tienes…

—¿Y a santo de qué quería ese perfecto adonis hablar contigo? De algo lo tienes que conocer.

—Pues porque su madre y yo somos buenas amigas, nada más. Él es simplemente un muchacho muy impulsivo y bastante maleducado, debo añadir.

—Oh sí, seguro que solo te has fijado en eso, y no en esos brazos marcados y esa espalda ancha… ¡Y qué culo! Daría lo que fuera por estrujarlo entre mis manos.

—¡Holly! ¡Por el amor de Dios! —Violet se llevó las manos a la cara, avergonzada por su hermana. Era demasiado descomedida y eso la ponía nerviosa. Solo tenía diecisiete años y ya fantaseaba con hombres.

—Venga Violet, ese chico es puro atractivo y sensualidad. No vas a negarme que no te has dado cuenta, y si lo haces te aseguro que haré que Faith te lleve al médico urgentemente.

—¡No pienso reconocer tal cosa! —dijo ella, ofendida. Pero sabía que su hermana tenía razón. John era el hombre más atractivo que había visto en su vida, su corazón le palpitaba más rápido de lo normal cuando él se acercaba y los instintos más básicos del ser humano se despertaban en su interior, pero nunca confesaría algo así. John era antagónico a ella,  no tenía modales, ni un ápice de delicadeza. Jamás sabría cómo se debe cortejar a una dama de su clase. Y ella había sido educada en los más estrictos modales y formalismos. Por eso, cuando sus impulsos más oscuros le hacían flaquear las piernas, sabía deshacerse de esos pensamientos tan rápido como llegaban.

       Holly continuó con su perorata inquisidora, y sin dejar de hablar de John, cosa que estaba poniendo de los nervios a su hermana. Quería dejar de oír de una maldita vez aquel nombre, porque cada vez que lo mencionaba, su mente quedaba divagando en sus recuerdos sobre él, en sus finos labios, en sus ojos azules, en su cabello rubio, su expresión dura… Cerró los ojos con fuerza y ladeó la cabeza a ambos lados. ¡Maldita Holly! Iba a terminar por volverla loca.

       Cuando llegaron a la mansión, se deshizo de su hermana yendo hacia el jardín a leer un poco, pero Stephan reclamó su atención antes de que pudiese abrir el libro.

—Señorita Violet, hay una muchacha que pregunta por usted en la entrada.

—¿Una muchacha? ¿Quién? —preguntó desconcertada.

—Lo desconozco señorita, me pidió que la informase de que estaba buscándola.

—Está bien, gracias Stephan —respondió, y el hombre se retiró inclinando ligeramente la cabeza. Ella inició su marcha hacia la entrada principal, cuando vislumbró la silueta de una mujer, que se encontraba de espaldas, y con varias maletas a su alrededor.

—Buenos días, señora ¿puedo ayudarla en algo? —preguntó solícita, y antes de que pudiera añadir nada más, aquella mujer se giró, quedando su rostro al descubierto.

—Creo que sí —respondió con una sonrisa. Violet se quedó unos instantes petrificada.

—¡Oh Dios mío! ¡Mal! —exclamó con alegría, lanzándose sobre ella para abrazarla.

—Menos mal que has reaccionado, estaba empezando a pensar que no te resultaba grata mi presencia.

—No digas tonterías, tu presencia siempre es más que grata. Me ha sorprendido tu visita, pero por favor pasa, no te quedes aquí en la puerta.

Violetas en las Cenizas ©Where stories live. Discover now