Capítulo 32

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¡Hola a todas!

Soy una aparición, lo sé jajaja. Espero que no me hayáis echado mucho de menos pero me han surgido una serie de inconvenientes que me impidieron subir capítulo. Como ya os expliqué en un mensaje, tuve mucho lío.

Pero bueno, nunca es tarde si la dicha es buena jajaj, así que ya estoy de vuelta, y como siempre espero que os encante el nuevo capítulo. Muy sensiblero, debo advertiros, y no os olvidéis de escuchar la canción que os dejo en multimedia.

Nada más, que disfrutéis de la lectura y espero vuestros comentarios. 

¡Mil besitos!

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       Nunca en su vida, en sus escasos veintidós años había padecido tanta incertidumbre. Los nervios la estaban consumiendo sin piedad y ya no soportaba más quedarse en la cama sin saber lo que había ocurrido. Su padre no había vuelto y al parecer no pensaba hacerlo demasiado pronto así que tendría que tomar las riendas del asunto ella misma. Ya estaba bien de permanecer tumbada pensando en el cruel destino que podrían haber sufrido los Darrow. Con algo de esfuerzo y una mueca de dolor, Violet se incorporó de la cama retirándose la sábana que la cubría. De un pequeño salto plantó los pies en el suelo y comenzó a buscar su ropa con premura; si Holly o alguna de las enfermeras la descubrían no dudarían en impedir que se marchara, pero tendrían que amarrarla a la cama para conseguirlo.

       Sonrió aliviada cuando encontró ropa limpia en el armario situado detrás de la puerta, y antes de despojarse del pijama hospitalario definitivamente, se examinó de forma cuidadosa la herida de su abdomen. Ella había curado infinidad de heridas así y sabía que aunque todavía debía guardar reposo para recuperarse, los puntos habían hecho su trabajo y la herida estaba cerrándose adecuadamente. No supondría ningún riesgo para ella salir en busca de John.

       Se enfundó la falda roja que colgaba de la percha y se apresuró en abrocharse los pequeños botones de la blusa de mangas cortas que la acompañaba. Se calzó los zapatos y se dio un repaso rápido frente al espejo. Definitivamente no tenía su mejor aspecto, pero podría suplirlo con unos pellizcos en las mejillas que alentaran su pálida piel. Se peinó la cabellera oscura con los dedos y la recogió en una cola alta con un lazo rojo. Si quería salir de ese hospital no podría hacerlo pareciendo una moribunda.

       Cuando comprobó que su imagen dejaba de parecer la de una enferma, se sonrió satisfecha con su trabajo y abrió la puerta con sigilo, asomándose antes de poner un pie fuera de la habitación. No parecía haber rastro de Holly, y mucho menos de sus progenitores, y afortunadamente el pasillo respiraba una tranquilidad impropia de un hospital, pero agradeció que no pudieran verla caminar de puntillas como un duende. Notaba la tirantez de los puntos en su abdomen pero confiaba en que su cuerpo no la traicionaría.

       Una amplia sonrisa se dibujó en su rostro cuando por fin, después de bajar dos pisos y esconderse dentro de un cuarto de mantenimiento, avistó la puerta acristalada que la llevaría al exterior. No tenía ni idea de cómo llevaría a cabo su búsqueda, pero el primer paso era salir de allí. Respiró hondo, echó los hombros atrás y comenzó a caminar con paso firme y decidido, viendo cada vez más cerca su libertad.

Violetas en las Cenizas ©Where stories live. Discover now