Capítulo 29

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       Podía sentir la mirada incómoda e inquieta de Marvin taladrando su nuca, y sabía que tendría que darle más de una explicación a lo que acababa de ver si no quería acabar arrastrada a Southampton. No solo le había obligado a cambiar el rumbo del viaje, sino que ahora le hacía partícipe del verdadero motivo por el que habían ido a Stirling, pero lejos de preocuparse por ello, estaba segura de que Marvin no diría nada, pues dejaría en evidencia que había desobedecido las órdenes de su padre.

       Se dedicó a disfrutar del cálido abrazo con que John la envolvía y a aspirar ese irresistible aroma que desprendía y que la trastornaba irremediablemente. Habría deseado que ese momento durase para siempre, pero sintió las manos de John apartándola con delicadeza.

       Cuando clavó su azulada y fría mirada en ella, no pudo evitar que las piernas le temblasen ante lo evidente, y es que con tan solo una mirada, John podía provocar que todo su mundo tambalease bajo sus pies.

—Pensé que jamás volvería a verte —titubeó acariciando con los dedos su estrecha cintura.

—Lo lamento tanto…, fui una completa estúpida John. Nunca debí desconfiar de ti —frunció los labios mostrando su disgusto—, debería haber dejado que me explicases las cosas y no comportarme como una loca desquiciada. Espero que puedas perdonarme.

—Eso ya da igual, lo importante es que ahora estás aquí —dijo él con una sonrisa ladeada mientras perfilaba su rostro.

—He estado a punto de perderte por mi tozudez —dijo agachando la cabeza—. No permitiré que nada ni nadie vuelva a separarnos jamás. Te lo prometo.

       John sonrió con ternura y depositó un suave beso en sus labios. Cuánto los había echado de menos.

—Lamento interrumpir este momento tan tierno, señorita Ford, pero creo que me debe una explicación —intervino una voz a sus espaldas, con evidente molestia.

       Violet se giró sin separarse de él, y se mordió el labio, intentando encontrar la mejor manera de explicar lo que acababa de suceder.

—Mi buen amigo Marvin —sonrió con nerviosismo—, estoy segura de que ninguno de los dos deseábamos encontrarnos en esta situación. Tú tendrás otras cosas mejores que hacer que ocuparte de la hija del jefe, y yo no contaba contigo. Pero fue lo que pasó y no quedó más remedio que aceptarlo.

—¿A dónde quiere llegar, señorita? —interrumpió el tosco hombre, enarcando una ceja.

—Entiendo que estés preocupado por lo que mi padre pueda decirte, pero puedes estar tranquilo, nadie sabrá nunca lo que ha pasado aquí. Regresaremos a Southampton y será como si hubiésemos estado en Francia, ¿de acuerdo?

       Violet deseó con todas sus fuerzas que Marvin aceptara su proposición, y aunque tardó más de lo que había previsto, el hombre comprendió que la única alternativa que tenía era la que ella le ofrecía. Si el señor Ford se enteraba de que había desobedecido sus órdenes, y que además había conducido a su hija hasta el reencuentro con lo que supuso era su amante, no solo perdería el trabajo, sino también la vida.

—Muy bien, se hará como usted diga. Pero no vuelva a involucrarme en sus planes, señorita Ford, no volveré a contradecir a su padre.

—Descuida Marvin, te aseguro que no volverá a ocurrir —dijo ella con una sonrisa aliviada.

       El guardaespaldas asintió, conforme con el trato, y sin necesidad de que le dijeran nada, se subió al coche y desapareció de allí. Violet suspiró, sintiendo la presión sobre sus hombros descender, y volvió a fijar la mirada en John, que se había mantenido al margen durante toda la conversación.

Violetas en las Cenizas ©Where stories live. Discover now