Capítulo 11

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        Holly y Mal se habían encerrado desde bien temprano en los aseos para arreglarse para el baile. Las sirvientas habían pasado la mayor parte de la mañana dejando impolutos los trajes y preparativos de las jóvenes, que se mostraban inquietas. Incluso para Charlotte Ford aquella velada le ponía los pelos de punta, pero no tanto por lo que debía ponerse esa noche, sino por lo que debería explicar delante de sus amistades y conocidos. Todos le preguntarían por el paradero del prometido de su hija, y ella no había sabido encontrar todavía una excusa que resultara convincente. Si volvía a decir que no había acudido por cuestiones de trabajo, la gente empezaría a sospechar, y no pensaba permitir que su testaruda hija desprestigiase el buen nombre de su familia. Una infidelidad… ¿Acaso era eso tan grave? Si Violet hubiera sido más lista habría sabido cómo atrapar bajo su yugo a su prometido; una cena romántica, unas copas de vino y una noche de locura. Esas eran las claves para un matrimonio exitoso. Bien era sabido que un embarazo sujetaba hasta al más mujeriego de todos.

       Si Violet no estaba dispuesta a claudicar, sería ella quien tomara las riendas de su futuro. No permitiría que desperdiciase la oportunidad de unir su buen nombre con el de Richard Cynster, y si tenía que luchar contra su hija para conseguirlo, Dios sabía que lo haría.

      Se intentó tranquilizar pensando que aquello solo era una nimiedad, un pequeño bache en sus planes de futuro, y que no tendría mayor importancia cuando consiguiera traer de vuelta a Richard, pero debía encontrar la forma de que su hija no tuviera la oportunidad de negarse, y cuando eso sucediera, podría pasearse por todo Southampton sintiéndose la mujer más rica y poderosa de la ciudad. Ella había nacido para ser grande, y no pararía hasta conseguir llegar a lo más alto.

       Sonrió ante la idea. Se colocó el juego de pendientes de diamantes y la gargantilla, y se perfumó. Aquella iba a ser una gran noche

       Violet llevaba varias horas en su habitación. Había aprovechado la rápida ausencia de su hermana y su amiga para desaparecer un rato y tener tiempo para pensar. No quería ir al baile. Sentía que iba a estar rodeada por un montón de hienas que la criticarían y juzgarían por no haber venido acompañada de su prometido. Sabía que su madre no había contado la verdad a sus amistades, y estaría escudriñando alguna cruel excusa que le permitiera salir airosa de ese agravio, pero como ellas dos seguían sin hablarse, a Violet le daba la sensación de que se trataba de una trampa para ratones.

       Y después estaba Mal. Su exuberante y atractiva amiga, que lejos de ser recatada iba a pasar toda la velada buscando a jóvenes a los que conquistar. Quería a Mal, mucho, pero su estilo de vida francés chocaba en algunas ocasiones con su personalidad. Como ella solía decir, los ingleses no tenían sangre en las venas. Pero comprendía que no podía fallarle y dejarla sola en un acontecimiento así, además era la noche de Helen, y deseaba conocer su gran inauguración.

       Así que haciendo acopio de fuerzas, salió de la bañera y llamó a Faith para que la peinase. Si iba a la fiesta no lo haría de cualquier forma, y después de varias horas de duro trabajo por parte de su cuidadora, terminó calzándose los tacones y colocándose los complementos.

—Mi niña, estás radiante, pero… ¿no es un poco llamativo ese vestido?

—Claro que lo es, Faith. Todo es culpa de Mal que me convenció para comprarlo… aunque debo decir que el resultado final es bastante mejor de lo que me esperaba. Todo gracias a tus delicadas manos —sonrió, mientras sujetaba su mano.

—Anda, ve abajo que deben estar esperándote ya tus padres. Y ten cuidado, los jóvenes son muy poco delicados a veces.

—Tranquila Faith, mi padre no permitirá que se me acerque nadie que no haya vigilado él primero, así que estoy a salvo.

Violetas en las Cenizas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora