Capítulo 28

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       Se mordió inquieta el labio, una vez más, mientras observaba con indecisión la única maleta que pensaba llevar. Había metido en ella vestidos, medias, faldas, camisas, zapatos, guantes, gorros y abrigos; ¿sería suficiente? La mirada desesperada de Holly le hacía comprender que quizás hubiera exagerado. La primavera ya había regresado a Inglaterra y aunque había podido dejar aparcados los pesados abrigos de piel, todavía el clima no era tan cálido, y ¿quién sabía el tiempo que haría en Escocia? Ella nunca había estado allí, tal vez se asfixiara de calor o moriría entre castañeos de dientes. 

       Sacudió la cabeza y se llevó una mano a la frente, exhausta. ¡Qué estúpida! No sabía si John aún permanecería allí y de lo único que se preocupaba era de qué ropa llevar… ¡Idiota, idiota, idiota!  

       En cuanto el joven rubio acudió a sus pensamientos, no pudo evitar que su corazón comenzase a palpitar con rapidez, aumentando su nerviosismo y otorgándole una molesta e incómoda sensación de angustia en el estómago que le hizo tragar grueso. Sabía que no tardaría más de un día en llegar a Escocia y eso la atormentaba cada vez más. ¿Qué sucedería si John no quería volver a verla? Habían pasado dos meses desde la última vez que lo vio, y sus palabras habían sido tan duras y frías con él que quizás hubiesen provocado lo que en su momento intentó conseguir; no volver a verlo jamás. Si hubiera sabido de la existencia de esa carta antes…, pero no podía culpar a Holly por no habérsela entregado, ni tan siquiera a Faith. La sirvienta no había querido tomar parte en aquello y su hermana lo único que pretendía era protegerla, sin saber lo que realmente había ocurrido. Además de ser comprensible por el repentino problema al que debía hacer frente.

       La única culpable de todo era ella. Por ser tan tonta de creer alegremente y sin reservas las palabras de su madre. ¿Desde cuándo Charlotte Ford decía la verdad? Ni siquiera se había parado a pensar en cómo había llegado esa información a su madre, y la cabeza no paraba de darle vueltas. Si había acudido a Howard, el jefe de policía, para averiguar la verdad, ¿cómo era posible que nadie más en toda la ciudad supiera la verdad sobre los Darrow? Y si Howard no sabía nada, ¿de dónde había conseguido esa información?

       Miles de posibilidades le habían bombardeado mientras repasaba los últimos detalles antes de su viaje, pero solo una se había afianzado en su mente con firmeza; ¿sería posible que Garrett y Charlotte se conocieran? Parecía absurdo pensar que podrían conocerse cuando el señor Steel había aparecido de improviso en Southampton, pero ¿cómo podía su madre conocer el pasado de John? Y lo que resultaba más irritante era que la información fuese totalmente falsa, y que ella se la hubiese creído.

       Apretó los dientes con furia, maldiciéndose una vez más, y se centró en la mentira que había planeado para poder marcharse sin levantar sospechas. Había dejado todos los cabos atados en el hospital, pero esa tarea resultaba un juego de niños comparado con la de excusarse delante de sus padres, y sobre todo de Faith. Su excusa no era otra que decir que la familia de Mal estaba en apuros debido a la guerra, y que ella pretendía pasar unos días allí para poder ayudarla y convencerlos de que se trasladaran a Southampton, donde estarían protegidos gracias a su padre Graham.

       Detestaba la idea de tener que recurrir a mentir sobre Mal y su familia, pero no había encontrado otra forma mejor para excusar su ausencia durante varios días, teniendo en cuenta que no sabía si encontraría a John en Stirling.

       Suspiró con nerviosismo, y acompañada por Holly, bajó las escaleras y caminó con el mismo sigilo que un gato hasta el despacho de su padre. Su hermana le deseó buena suerte y ella, intentando controlar el temblor de sus manos, tocó la puerta con los nudillos y esperó a escuchar su permiso. Cuando entró en la sala, le pareció que el sillón donde se encontraba su padre era mucho más grande de lo habitual, y que ella era extremadamente pequeña y vulnerable frente a él. Tragó grueso e intentó poner la mejor de sus sonrisas.

Violetas en las Cenizas ©Where stories live. Discover now