—Eres muy buena, pequeña cosita —dijo Eric y me palmeo la cabeza, había notado que era una de sus manías, así que deje de recriminarsela.

     —Bueno, te encargamos la casa, nosotros tenemos que partir. Andando —animo Aarón a Eric, este asintió y me dio una última palmada antes de emparejar a Aarón.

     —Cuidense y suerte —les desee, ellos se despidieron con un ademán de mano mientras se perdían calle a bajo.

     —Suerte para ti —grito Eric, yo reí sin ganas, pero vaya que de verdad necesitaría mucha suerte para lidiar con medio Alexandria.

     Aunque mi idea era pasar parte de la tarde descansando mi pierna con un poco de hielo encima, todo eso se vio olvidado cuando Olivia toco a mi puerta, pues quería que le echara una mano con las armas. Apoyándome de ella, comencé a caminar hacia su armería, donde descubrí que no sólo era un almacén de armas, sino también uno de provisiones.

     —¿Tienen todo esto? —pregunte sorprendida mientras hojeaba la libreta donde tenía apuntado todo.

     —Si, ya se que no tenemos mucho, pero hacemos maravillas con ello —respondió, la mire incrédula.

     —Estas bromeando, ni siquiera cuando estábamos en la prisión, teníamos tantas cosas, armas sí, pero no provisiones, incluso tienen chocolate —dije con asombro.

     —¿Hace mucho que no lo pruebas? —pregunto con algo de pena, yo hice una mueca.

     —Una amiga siempre buscaba chocolate, aunque ya estaban rancios, los llevaba a la prisión. Sin embargo, luego de pescar un ligero malestar estomacal por ellos, los deje —le expliqué, ella me miró y terminó por asentir, fue a un refrigerador y lo abrió, luego tomó una bolsa de cierre y de ahí saco una tableta pequeña de chocolate, me la tendió.

     —La casa invita —me animo, yo lo mire sorprendida.

     —¿Es enserio?

     —Si, vamos, nadie se enterará —yo mire esa pequeña barrita envuelta en aluminio, claro que quería probarlo, pero no sentía que fuera correcto luego de todo lo que había pasado, no si no podía partir esa barrita en los pedazos que fueran necesarios para todo mi equipo.

     —No puedo aceptarla —respondí con pesar.

     —No hay problema, Deanna no cuenta las cosas personalmente.

     —No es eso... En estos momentos no sé dónde están mis amigos, no se si ya comieron o ya bebieron algo, si tienen un techo en sus cabezas, si están sanos... No me parece correcto que yo pueda disfrutar de una barrita de chocolate mientras ellos no, ya tengo suficiente cargo de conciencia con las tres comidas al día y la habitación que me cedieron los chicos, no quiero nada más —le expliqué, me sonrió, avanzó hacia mi y tomó mi mano, dejo la barrita ahí.

     —Comela con ellos cuando vuelvan a encontrarse, ya veras si lo haces sola o acompañada.

     —Gracias, Denisse —respondí y lo guardé en el bolsillo de mi blusa.

     —Pues, la verdad te llame porque necesito darle mantenimiento a las armas y rellenar los cartuchos, normalmente lo hago sola, pero Deanna me ha dicho que te pida ayuda, aunque yo quería dejarte descansar, ella ha insistido.

     —Si, tenemos un acuerdo. Yo vendí mi libertad con tal de que ella me ayude a buscar a mis amigos.

     —¿Enserio? —pregunto con asombro, yo asentí.

     —Prometí serle fiel, volverme un buen ejemplo y ayudarla en lo que me pidiera, a cambio ella me daría provisiones y gente para buscar a mis chicos.

El Arquero del Fin del MundoWhere stories live. Discover now