42.

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     Ya era hora de partir de Woodbury, habíamos estado tres días aquí y con ello, atraído la atención de demasiados caminantes, las protecciones provisionales que habían colocado eran buenas, de momento, ahora comenzaban a preocuparse ellos también. Para irnos, Merle y yo subimos a uno de los coches que encabezaban la caravana, para su incomodidad, nos tocó ir con el Doc de su grupo, quien ya había visto que tenía unas atenciones conmigo, pero simplemente yo no quería corresponderle ni las gracias, eso sería alimentar una falsa ilusión con él y yo no soy tan mala.

     —¿Como vas con tu brazo? —me pregunto por tercera vez en cinco horas, le dirigí una sonrisa incómoda.

     —Sigue bien, no me ha dolido desde la última vez que preguntaste —respondí, la verdad era que sólo me había molestado una vez, justo ayer, cuando traté de probar mi nuevo arco, sin embargo no le iba a decir, porque ese sería su pretexto ideal para acercarseme.

     —Esta bien, cualquier incomodidad que tengas, avísame —pidió, yo asentí y mire a Merle, de manera infantil comenzó a imitarle, por lo que no pude evitar reír.

     —¿Sabes?, he pensado que debemos de empezar a movernos por el bosque, ya te había dicho como Daryl y yo nos comunicamos, tal vez ha dejado alguna señal —ofreció, yo asentí, ya tenia muchas ganas de volver a verlo y asegurarme de que estaba bien.

     —Pararemos en un par de horas, según tengo entendido, podríamos dar un par de vueltas por los alrededores, tal vez encontremos algo —lo anime, el lo considero, pero terminó asintiendo.

     —Si, será más efectivo, si no encontramos algo, podemos continuar un par de kilómetros con ellos y luego volver a revisar, algo debemos de encontrar —me animó.

     —Solo espero que nadie este en problemas, digo, nosotros tuvimos suerte, pero, ¿que tal si ellos no? —pregunte, de pronto Merle dejo caer su mano en mi cabeza y la sacudió, yo lo alejé.

     —Deja de preocuparte por él, aunque trates de ser gentil pensando en todos los demás, sabes bien que él es quien más te preocupa, así que ya, para, tranquila, estará bien, eso te lo puedo prometer —dijo y cesó su alboroto de mi cabellera.

     —Ya lo creo, habíamos estado muchas veces en el bosque, él siempre se las ingeniaba para encontrar comida y sobrevivir.

     —Siempre lo ha hecho —respondió, yo asentí.

     Con las horas del sol de la tarde, y ya establecido el campamento del día de hoy, Merle y yo comenzamos a ir por el bosque, Jeff nos pidió tener cuidado y mínimamente volver para avisar si nos íbamos, ya que no quería mandar a personas de su grupo en una búsqueda sin sentido, con esa promesa en mente, comenzamos a caminar en dirección del oeste, no había muchos caminantes, eso era un alivio, tal vez nuestros amigos habían podido escapar con bien y sin ningún problema a una zona segura. En nuestro trayecto encontramos pequeñas cabañas abandonadas, las cuales no dejaban de sorprenderme, cuando paramos en una, me di cuenta que prácticamente estaba diseñada para herirme, ni quince minutos de estar dentro y ya me había golpeado por lo menos diez veces con algo de ahí.

     —¡¿Por qué no tienes cara para golpearte?! —me queje mientras cerraba de una patada la puerta de un fregadero, Merle veía divertido mi encuentro con la casa.

     —¿Sabes?, a un Dixon, nada lo detiene, si no tiene cara, puedes desquitarte aún así —ofreció y avanzó hasta estar a mi lado, tomó una sartén de la estufa y con ella rompió el vidrio de un anaquel, yo di un pequeño brinco por la sorpresa, pero de inmediato me vi contagiada de su ánimo destructivo.

     —Nunca había hecho algo así —dije y tome una pequeña silla que tenía a un lado, él asintió y me dejó el camino libre al refrigerador, calcule una trayectoria más o menos buena, termine rompiendo la silla con el primer impacto, me sorprendí de mi fuerza,

El Arquero del Fin del MundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora