—Ya verás —respondió y camino a la camión, con mucha facilidad subió la moto en la parte trasera y arrojó su mochila, tarde me di cuenta de que no llevaba la mía, me giré justo cuando ésta se estrelló en mi pecho, cortesía de Merle.

     —Gracias —dije, con un movimiento ágil, termine arrojando mi mochila al lado de la de Daryl.

     Sin más contratiempos, nos montamos en la camioneta y Daryl comenzó a conducir, salir de la prisión ya no era un reto, todos sabíamos que hacer cada que un auto estaba en la entrada, alejar a los caminantes de él, y como había un incremento de manos, era más fácil aún. En una parte del trayecto, Daryl me dejó dormir, encantada lo hice, a pesar de que me había ido a despertar, seguía cansada.

     No se cuanto tiempo pasó para que volviera a despertarme, aunque esta vez se tomó su tiempo, mientras estaba entre ese momento del sueño y del despertar, pude sentir como tomó mi mano, acarició mi hombro y acarició mi cabello, con un suspiro, termine abriendo los ojos y mirándolo.

     —Buenas tarde, creo —le salude, aún no era el ocaso, sin embargo, estaba segura de que faltaba poco.

     —Llegamos a nuestra primera parada —me informó, mire a nuestro alrededor, había más árboles, estábamos en un pequeño claro, sin embargo, se me hacía muy familiar.

     —¿Donde estamos?

     —Te prometí venir en otra ocasión, ¿lo recuerdas? —me pregunto, yo no entendí—. Salgamos —dijo al ver que aún no sabía dónde estábamos.

     De la camioneta, tomamos nuestras armas y las mochilas, comenzamos a caminar por entre los árboles, sólo supe dónde estábamos hasta que el sonido del agua me recordó la bella cantera que habíamos visto cuando buscábamos armas para defendernos del Gobernador, lo mire con una sonrisa mientras él me asintió, casi corriendo, llegue a la cantera, seguía tan hermosa como la recordaba.

     —Gracias, gracias —comencé a decir y lo abracé, en cuanto lo solte, tome sus mejillas y le di un pequeño beso en los labios, me sonrió.

     —Nos quedaremos hasta mañana, ¿si?, aún tenemos que llevar la caza a la prisión —me propuso, yo asentí y me giré hacia el agua—, ¿que esperas para entrar?

     Tomándolo como una invitación más que obvia, deje mi mochila a las orillas de la laguna y comencé a quitarme la ropa, quedando sólo en interiores, me acerqué con algo de duda al agua, metí mi pie izquierdo.

     —Esta congelada —le dije a Daryl y lo mire, ya lo tenía a mis espaldas, sonrió.

     —Hazlo —dijo sin más, tomó mi cara entre sus manos y comenzó a besarme, más animada, comencé a tomarlo de la nuca, él bajo sus manos a mi cintura, sujetándome con firmeza, pero antes de siquiera sujetarme a su cadera con mis piernas, me terminó por empujar al agua.

     Apenas salí del agua, comencé a limpiar mis ojos, estaba más que fría, Daryl no pudo contenerse una carcajada, lo mire con sorpresa, él me miró sin ningún rastro de arrepentimiento.

     —¿Que te pasa? —le reclame.

     —Valió la pena, ya estás en el agua —respondió más calmado.

     —Espero que no se te haga una costumbre muy mala el estarme empujando.

     —Espero sea la última vez —dijo y se arrodilló frente a mi, me senté sobre mis piernas.

     —Entra conmigo —le pedí, él negó, le salpique unas figuras de agua—, ¿por favor?

     —¿Que te hace pensar que así me harás entrar? —pregunto, sonreí con malicia.

El Arquero del Fin del MundoWhere stories live. Discover now