35 ~ Planes

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NARRA NASH

No podía describir cómo me sentía en estos momentos. Era como si me faltara el aire, como si algo dentro de mí se desacoplara.

No es tu culpa. Nunca había hablado más enserio.

Las palabras de Hayes no dejaban de resonar en mi cabeza.

–Gracias.

Fue lo primero que pensé en decir. Levanté la mirada hacia Hayes, quien me observaba con el ceño fruncido.

–¿Porqué?

–Por escucharme –respondí.

–No tienes por qué agradecerme, al contrario, yo debería disculparme contigo... Tenías razón, estaba siendo infantil y egoísta –negó con la cabeza. –Siento haber hecho que sintieras que todo esto fue tu culpa –se disculpó.

–No tengo nada que perdonarte –negué.

Nos quedamos en silencio y nos miramos el uno al otro.

–Entonces... –comencé a decir. –¿Estamos bien?

–Eso creo.

Puse mi mano sobre su hombro, apretándolo levemente.

–Eres mi hermano y te quiero –dije, a lo que Hayes sonrió.

–Yo también te quiero –respondió. –A veces –añadió.

Hayes y yo nos miramos por un segundo antes de comenzar a reírnos.

–¿Eso era para mí? –preguntó, señalando las tazas de helado que había traído, ahora derretido.

Hice una mueca, viendo como lo que era helado, ahora se convertía en un líquido de chocolate.

–Sí...

Nos quedamos en silencio, observando las tazas de helado derretido frente a nosotros, hasta que Hayes tomó una de las tazas y con la cuchara, lo probó.

–No está mal –dijo antes de coger otra cucharada. –Probablemente hemos comido helado en peores condiciones que estas –frunció el ceño, recordando alguna locura que hicimos con los chicos.

–Cierto –asentí.

Tomé la otra taza y comencé a comer del helado.

Esto era mejor que nada, ya que no podía comer comida decente, ¿Qué mejor que el helado?

Los dos nos quedamos en silencio, comiendo, o mejor dicho bebiendo, de nuestros helados de chocolate.

Volteé a ver a Hayes, que se mantenía con la cabeza gacha, su mirada fija en la taza de helado entre sus manos, sin moverse.

–Hayes, ¿Estás bien?

–Sí, es sólo que...

–¿Qué?

Hayes levantó su mirada hacia mí.

–¿Prometes que no se los dirás a mamá? –pidió, a lo que fruncí el ceño.

–Lo prometo –contesté. –¿Qué es lo que sucede?

Hayes tardó unos segundos, antes de levantar su mirada hacia mí y me miró a los ojos.

–Muero de hambre.

Al escucharlo, no pude evitar soltar una sonora carcajada. Apoyé mi mano sobre su hombro y aun mientras reía, hice que Hayes me mirara.

–Lo sé, Hayes, lo sé –dije, él me miró sonriendo. –Yo también muro de hambre.

NARRA GILINSKY

Amnesia || Magcon [✔️]Where stories live. Discover now