43 ~ Soy la chica desaparecida

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~ Semanas después ~

NARRA SEBASTIAN

Salí de mi habitación rumbo a la cocina y fruncí el ceño al escuchar a alguien ahí.

Mi expresión se relaja y sonrío al ver a Stelle recostada de la encimera de la cocina, con una taza humeante en las manos. Me le acerqué sigilosamente, abrazándola por la cintura mientras escondía mi rostro en su cuello.

–Buenos días –dije contra su cuello y lo besé, haciéndola reír.

–Buenos días.

Me alejé lo suficiente como para que ella se girara a verme de frente.

–Hice chocolate caliente –señaló una taza humeante junto a ella.

–Huele bien –me incliné hacia ella depositando un suave beso sobre sus labios.

–¿Tienes hambre? –preguntó.

–Sí, algo –admití.

Tomé la taza de chocolate y la llevé a mis labios, dando un sorbo.

–Pensé que podríamos ir a desayunar al café.

–Sí, claro.

–Y luego, no sé, tal vez podríamos aprovechar nuestro día libre para ir al parque ¿Qué piensas?

–Suena bien –asentí antes de tomar otro sorbo de mi taza.

–Entonces, creo que deberías cambiarte... ¿O acaso piensas ir así? –alzó una ceja, mirando mi ropa.

Bajé la mirada a mi pajama, que consistía en una camiseta vieja de alguna banda de los ochenta y unas sudaderas holgadas de un color azul oscuro, casi negro. Regresé mi mirada a Stelle.

–¿Por qué lo dices? –pregunté, separándome un poco de ella para dejar mi taza a un lado y coloqué mis manos a ambos lados de su cintura. –¿Acaso no me veo guapo?

–No sé... tal vez... tal vez sólo un poco –se encogió de hombros. –Sí, sólo un poco.

–Ah ¿Sí? –alcé mis cejas. –¿Sólo un poco?

–Sí, un poco –repitió.

Pasé mis manos a su espalda baja y la acerqué más a mí. Ella levantó la mirada y me miró a los ojos.

–Sé que piensas que soy extremadamente guapo –comenté, a lo que Stelle rio.

–¿Eso crees? –frunció el ceño.

–Eso es lo que sé.

NARRA HAYES

Terminé de leer la nota que mamá había escrito y dejado pegada a la puerta del refrigerador y la tiré al bote de basura luego de hacer de ella una bolita de papel.

Me asomé al microondas, encontrando allí nuestro desayuno, tal y como indicaba la nota: huevos revueltos, panqueques, tocino y pan tostado.

Presioné el botón de iniciar que se encontraba a un lado del microondas y lo programé para 1 minuto, haciendo que una pequeña luz se encendiera en el interior, calentando la comida.

Salí de la cocina en dirección hacia las escaleras, con la intención de subir a la habitación de Nash. Pero, me detuve frente a las escaleras al ver que había ropa sucia de Nash en casi todos los escalones, sin contar la que había en el suelo. Suspiré frustrado.

–¡Nash, es la milésima vez que te digo que no dejes la ropa sucia en las escaleras! –vociferé a medida que subía las escaleras, deteniéndome cada dos escalones para recoger la ropa y amontonarla sobre mis brazos, sosteniéndola contra mi pecho.

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