257. Deslealtades

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Las velas titilaron por toda la recamara cuando la vieja sanadora de la Torre de Polis abandonó las estancias privadas de la Heda de los Catorce Clanes y su consorte, Roan Príncipe de Azgeda.

Roan que se despidió de ella en la puerta se volvió para mirar a Lexa que reposaba inconsciente aún sobre la amplia y cómoda cama.

Suspiró y pasándose la mano por el rostro un tanto sobrepasado se acercó a ella sentándose a su lado justo en el borde de la cama. Luego se la quedo mirando largamente.

Había sido extremadamente injusto con ella.

Todas y cada una de las veces en las que ella perdió el control, todas aquellas veces en que inconscientemente mostró debilidad ante él, Roan digno sucesor como lo era de su madre lo aprovechó.

Su unión con ella en un principio había sido forzada, una conveniente alianza que puso fin a las tensas relaciones entre el pueblo Azgedakru y el pueblo Trirku. Lexa era solo un medio para lograr la paz que todos anhelaban y querían aunque sospechaba que el interés de su madre no era tan noble como quiso parecer al acceder a ello.

Su madre quería verla rendida, doblegada, sometida...

Él ya fuese por orgullo o por vanidad, en cierta medida también. Era el único hasta el momento en poder vanagloriarse de haberlo conseguido por sus propios medios.

Nia bien podría sentirse orgullosa allá donde estuviese, pensó con resignación.

Aunque debía ser la única en estarlo.

Con el tiempo Roan no solo había aprendido a valorarla sino a respetarla también. Su coraje, su estima y su fuerza a la hora de anteponer a su pueblo a su voluntad eran admirables. La determinación y la entereza que mostraba a cada paso, con cada decisión que tomaba la convertían no solo en una líder apta sino en alguien digno de admirar.

La palabra amor era una palabra bastante exagerada tal vez, pero la palabra afecto bien podría acercarse mucho a lo que había comenzado a sentir por ella. Un afecto que había quedado de manifiesto en el mismo instante en que intuyó poderla perder.

Desconocía cuando había comenzado a interesarse tanto por ella.

Quizás ese había sido su error. Haber comenzado a preocuparse por ella.

Aquello lo había estropeado todo.

Sus sentimientos una vez más le habían jugado otra mala pasada, y al igual que había ocurrido con Ontari, habían eclipsado su buen hacer y su buen juicio.

La Heda de los ahora Catorce Clanes llevaba dentro un hijo suyo. Una nueva vida cargada de esperanza y redención. Una nueva vida cargada de absolución. Aquella que tanto necesitaba para equilibrar los males que él mismo había causado en esta Tierra.

Ontari enloquecería.

Declararía la guerra a ese niño incluso antes de nacer para preservar los intereses del suyo. Su ira no sería ni siquiera equiparable a la de Nia y con razón.

Aquel bebé era una deslealtad absoluta hacia ella. Una traición. Una que Ontari jamás perdonaría. Al menos no a él y Roan no la culparía por ello.

A Ontari no le parecía que él hubiese luchado mucho por el suyo y seguramente le vería como una amenaza para Eilan.

Halena redimiría eso. Halena era la primogénita de Lexa, daba igual cuantos niños llegasen antes o después del mismo Roan o de Lexa. Halena solventaría cualquier clase de disputa al respecto convirtiéndose en la legitima heredera.

Por eso era tan importante ahora mismo encontrarla con vida, por eso debía significar tanto para Lexa, porque de otro modo dudaba mucho de que una chiquilla cualquiera se hubiese convertido en tan poco tiempo en alguien tan imprescindible para ella.

En nada menos que una autentica hija.

Un murmullo hizo que Roan volviese la cabeza y tomase de la mesilla algo de agua para ofrecérsela.

Lexa que comenzó a entreabrir los ojos aún aletargada lucía tan exhausta como extenuada.

—Halena... —musitó quedamente Lexa haciendo por levantarse al darse cuenta de donde estaba.

—Lexa, no —murmuró él haciéndola recostarse de nuevo acercándole a los labios un poco más de agua para que bebiese—. Siguen buscándola, pronto tendremos noticias nuevas pero tú has de descansar.

La Heda de los Catorce Clanes que bebió un pequeño sorbo cerro nuevamente los ojos mientras aquellas imagenes en la habitación de Clarke llegaban confusamente a ella.

—Oh Santa Pramheda, ¿qué es lo que he hecho?...

Roan que la vio realmente afectada llevó la mano a su rostro para calmarla.

—Eh, eh tú no has hecho nada. Pronto obtendremos respuestas y esa mujer pagará al fin su afrenta.

Lexa que le escuchó sintió la voz quebrársele al tiempo que sus ojos se anegaban en lágrimas.

—Clarke no despertará, ¿verdad?...

Roan que se la quedo viendo largamente a los ojos no tenía esa respuesta.

—Lexa...

Lexa que cerro sus ojos sintiendo las pesadas lágrimas deslizarse por su mejilla se volvió de lado acurrucándose en la cama queriendo que esta se abriese y se la tragase totalmente entera junto a toda su culpa.

Era incapaz de creer cuanto dolor había provocado y se había provocado ella pero lo había hecho. De una u otra manera era responsabilidad de ella y ahora Halena y Clarke estaban pagando las consecuencias.

Si las perdiese a alguna de las dos, ella...

Roan alargó la mano poniéndola sobre el brazo de ella para consolarla mientras la cubría mejor con las pieles para que no se enfriase.

—Trata de dormir un poco. El estrés dañara al bebé.

Lexa cerro aún más sus ojos llorando en silencio al caer de lleno en la realidad que no quería ni deseaba. Todo cuanto había temido que escapase a su control, lo había hecho y ahora Roan estaba al tanto de su más guardado secreto.

Pronto todos lo descubrirían, pronto Clarke lo sabría y no habría nada que le decepcionase más de ella.

Continuara...

Asumamoslo, Ahora Esto Es Lo Que Somos 2... (#TheWrites)Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum