183. Culpa

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El silencio y la quietud que reinan en las estancias privadas de la Cazadora de la Montaña, la única y legendaria Wanheda en el interior de la Torre de Polis, solo se ve interrumpido por el sordo, acuoso y perseverante sonido de pesadas gotas al caer contra la desvencijada madera.

Una a una las gotas de la ahora ya no tan caliente agua, han ido resbalando por la piel de Clarke hasta desvanecerse sobre un nimio charco que ha ido tomando forma muy cerca de sus desnudos pies sobre el suelo.

Rodeada por una holgada bata a medio muslo que cae abierta sobre su cuerpo Clarke es incapaz de parar de temblar y mucho menos de apartar la mirada absorta del suelo.

Hace pocos minutos que ha salido de la acogedora bañera que ha dejado su piel enrojecida y sensible por tan sofocante calor. Ni siquiera el agua hirviendo ha sido capaz de borrar el rastro del más sucio de sus hasta ahora recuerdos. El más deshonroso, el más vergonzoso de los cuáles ha vivido.

Su cuerpo que hace algún tiempo que ya no la obedece, tiembla frágilmente completamente extenuado y abatido. Clarke ni siquiera es consciente de ello. En su mente todas y cada una de las imagenes de la noche anterior se suceden sin tregua alguna. Todas con un final distinto y peor aún que el anterior.

¿Cómo podía haberle ocurrido una cosa así a ella? ¿Cómo podía explicarselo?

Había oído historias acerca de ello, había presenciado parte de la suerte que había corrido Starlette, ella no pensó ni por un instante el verse así. Creyó que le pegarían, que Andros o alguno de sus hombres tarde o temprano lo harían. Incluso mentalmente estaba preparada para enfrentar que lo hicieran, ¿pero esto? ¿algo que la hacía sentirse tan sucia y estropeada? ¿algo que hacía que sintiese asco por si misma y por ser incapaz de impedir lo que sucedió?

No, para eso ella no estaba preparada.

No lo estaba.

Una lágrima abandonó sus cansados ojos y rodó lentamente por su cara hasta caer pesadamente al suelo mientras se entremezclaba con el agua que se escurría por su rostro a causa de su larga melena.

Clarke nunca había sido de esa clase de personas que se compadecen de si mismas, ella solía ser valiente, osada y combativa.

Alguien fuerte, pero al parecer no resistente.

Si Murphy y esa chica, Emori no hubiesen llegado, Clarke cerró sus ojos al rememorarlo y el suave sonido de la puerta la sobresaltó. Clarke que no sabía ni cuanto tiempo había pasado a solas allí había olvidado por un segundo donde estaba y cerrando un poco su bata salió del baño y se dirigió a la puerta para abrir. Cuando lo hizo, la Heda de los Trece Clanes se disponía a llamar de nuevo con los nudillos.

Lexa que no esperaba verla de esa forma se mostró cautelosa juntando las manos sobre su regazo fijándose bien en ella.

—He oído que no has bajado a cenar —dijo ella con serenidad.

Clarke que la escuchó evadió un poco su mirada sujetando con la mano la puerta no muy abierta.

—No tengo mucha hambre —susurró Clarke sin parar de temblar abrazada un poco a su cuerpo para mantener la bata en su sitio.

—Puedo pedir que te suban algo si lo prefieres...

Clarke que la escuchó sacudió débilmente la cabeza.

—¿Puedo pasar? —preguntó Lexa sosegada sin apartar sus ojos de ella, lucía algo distinta, no como cuando se fue.

—La verdad es que estoy un poco cansada —murmuró entrecortadamente Clarke disponiéndose a cerrar la puerta—. Mejor en otro momento.

Lexa que alargó la mano deteniendo el avance de la puerta se desconcertó ligeramente. Creyó que después de tantos días sin verse a lo mejor su reacción sería algo distinta, era evidente que algo la turbaba.

—Por favor —pidió Lexa mirándola con tibio gesto.

Clarke que supo que no tenía otro remedio ya que aquella era en realidad su casa, abrió un poco y final cedió apartándose de la puerta.

Lexa que traspasó el umbral en aquel momento la escuchó cerrar despacio tras de si y no pudo evitar ver cubierto el espejo por una de las pieles de la habitación. Cuando se volvió a mirarla posó sus ojos en los de Clarke con sospecha y cuando esta se apartó de la puerta visiblemente incomoda instintivamente jaló de su bata hacia abajo queriendo cubrir más piel con ella.

—Sé que para ti es difícil no culparme por lo que ha ocurrido —acertó a decir Lexa al buscar nuevamente sus ojos viendo algunas marcas y moretones en su piel—. Yo te pedí que vinieses. Desesperada y atormentada por la posibilidad de perder a Halena, pero debes creerme cuando te digo que yo nunca quise que ocurriese eso.

Clarke que elevó un poco la vista para mirarla asintió imperceptiblemente.

—Lo sé...

—No sabía que había mercenarios en mis bosques —se disculpó ella sincera viéndola con cierta culpabilidad a los ojos—. Ni que existiese la posibilidad real de que os retuviesen, si no yo jamás hubiese...

—Ya lo sé, Lexa —la interrumpió Clarke más intensamente de lo que habría querido.

Lexa que enmudeció al verla contestarle así bajó la mirada avergonzada.

—Perdona, no... no pretendía hablarte así —dijo Clarke quedamente a sabiendas que había sido dura con ella—. Como ya te he dicho, estoy cansada...

—Lo entiendo —acertó a decir Lexa sabiendo que algo iba realmente mal en ella—. Te dejaré para que descanses.

Clarke que se abrazó algo más se dirigió a la puerta para abrirla y asegurarse así de que saliese de allí.

Lexa que estaba consternada por la breve pero intensa conversación se dirigió a la puerta pasando por delante de ella.

—He extrañado tu presencia —murmuró Lexa sin mirarla al salir—. Te he extrañado a ti...

Clarke que sintió sus ojos humedecerse viéndola de espaldas a ella, sintió una nueva lágrima manchar su mejilla.

—Buenas noche, Heda —repuso en apenas un murmullo cerrando la puerta ante si.

Lexa que lamentaba en lo más profundo de su ser aquellos días de cautiverio por su causa cerro los ojos en el pasillo ahora que se encontraba de nuevo a solas consigo misma.

—Buenas noches a ti también, Clarke... —susurró con pesar ella.

Continuara...

Asumamoslo, Ahora Esto Es Lo Que Somos 2... (#TheWrites)Where stories live. Discover now