33 ~ Interrupción

Magsimula sa umpisa
                                    

Los toques en la puerta no tardaron en hacerse escuchar nuevamente. Hice una mueca cuando pasé junto a la cocina y vi mi reflejo en el espejo.

Deshice la liga que tenía casi enredada en un nudo en el cabello y volví a amarrarlo en una coleta alta. Definitivamente se veía mucho mejor que antes.

Caminé hasta la puerta principal y la abrí. Como era de esperarse, tras ella había un chico con el uniforme de la pizzería a la que Sebastian había llamado.

–Buenas noches.

–Buenas noches –sonreí levemente.

–Tengo una pizza familiar, mitad pepperoni, mitad jamón y tocineta para Sebastian –dijo, leyendo una nota que se encontraba pegada a la caja de pizza.

Nos decidimos por pedirla mitad jamón y tocineta ya que descubrí que además de a Tris y las gemelas, a Sebastian también le gustaban.

–Así es –asentí.

–Serían veinticinco euros.

–¡Oh, claro! –exclamé, olvidando ese pequeño detalle por completo. –Regreso en un momento...

Regresé a mi habitación, donde estaba mi dinero.

–¿Era la pizza? –preguntó Sebastian desde la cama cuando entré a la habitación.

–Sí –respondí. –Regresé por esto –comenté, tomando el dinero necesario de donde lo guardaba y enseñándoselo.

–No te preocupes, yo pago –dijo poniéndose de pie y sacando su billetera del bolsillo trasero de sus jeans.

–¡No te atrevas! –abrí los ojos como platos y lo señalé con mi dedo índice. –Yo ofrezco, yo pago.

Al decir aquello, di media vuelta, salí de la habitación al pasillo y regresé a la puerta principal, donde me esperaba el chico con nuestra pizza.

–Aquí tienes –le entregué el dinero y los comenzó a contar para asegurarse de que estuviesen completos.

–Mhm, me dio cinco de más –dijo el chico, entregándome el dinero de sobra.

–¡Oh! No, quédatelo –hice un ademán con la mano, restándole importancia. –De propina.

–Gracias –agradeció sonriendo y guardando el dinero. –Ten y disfruten su pizza –asintió, entregándome la enorme caja en las manos.

–Gracias –agradecí antes de que el chico se fuera y yo cerrara la puerta con una mano, sosteniendo la caja con la otra mano que tenía libre.

Me aseguré de ponerle el cerrojo a la puerta y cuando me di la vuelta, vi a Sebastian frente a mí, observándome con una sonrisa en sus labios.

–¡Dios! –exclamé, dando un brinco en mi lugar y colocándome una mano sobre el pecho. –¡Sebastian, me asustaste!

–Lo siento –rio, tomando la gran caja de pizza en sus manos y dirigiéndose hacia la mesa que había en el centro de la sala.

Lo seguí y me senté junto a él en el sofá. Él abrió la caja y casi de inmediato el increíble aroma de la pizza se esparció.

–Esto huele increíble –murmuró Seba y sin pensarlo dos veces tomó una pizza de jamón y tocineta, dándole un gran mordisco. –Y sabe aún mejor.

Reí por su expresión y tomé una pizza de pepperoni.

–¿No te gusta la de jamón y tocineta? –preguntó, frunciendo el ceño.

–No la he probado –me encogí de hombros y él me observó atónito.

–¿Y qué estás esperando? –preguntó, dándole otro mordisco a su pizza.

–No lo sé... –respondí. –Es sólo que, ¿Jamón con tocineta? –dije insegura. –Más el queso y la salsa de tomate –hice una mueca.

–Lo sé, sé que suena algo cargado, pero cambiarás de opinión en cuanto la pruebes, créeme.

Lo miré dudosa y él tomó una pizza de jamón y tocineta y la acercó a mí.

–Vamos, pruébala –me acercó aún más la pizza. –Te prometo que no te arrepentirás –dijo y sólo eso bastó para convencerme.

–De acuerdo –bajé mi pizza, de la que aún no había probado bocado y la dejé a un lado, en la caja.

Tomé la pizza que me ofrecía Sebastian y lo miré a los ojos antes de morder la pizza.

Cuando la saboreé, alcé las cejas impresionada, mirando a Seba mientras tragaba y daba otro mordisco más grande.

–Está muy buena –confesé, mirando la pizza.

–¿Vez? Te lo dije –se encogió de hombros y le dio un mordisco a su pizza, sonriendo.

El tiempo pasó volando y para cuando nos dimos cuenta, faltaban sólo tres pizzas en la caja, una de jamón y tocineta y las otras dos restantes eran de pepperoni.

Tuve que poner las pizzas que sobraron en un plato y envolverlas en papel aluminio para guardarlas en el refrigerador, ya que la caja no cabía.

Estábamos en un completo silencio, aún sentados en el sofá. No sabía qué hora era, pero de algo estaba segura y era que era muy tarde y afuera estaba oscuro. Lo que hacía que comenzara a preocuparme por Hazel, pues se encontraba a la mitad de la noche, con sabrá quién con quién y en dónde, y todavía era la hora en la que no regresaba.

–Eres muy hermosa –escuché decir a Sebastian junto a mí.

Tardé un poco, pero al terminar de procesar sus palabras, me giré rápidamente hacia él. Su cabeza descansaba sobre el espaldar del sofá mientras me veía fijamente a los ojos.

–¿Qué? –dije en un susurro, apenas audible.

Él no contestó, al contrario, se quedó en silencio y se acercó más a mí.

Su mano se dirigió a mi rostro, posándose sobre mi mejilla mientras la acariciaba con delicadeza, su toque se sentía caliente y suave sobre mi piel. Y sentí cómo comenzaba a faltarme el aire.

–Eres hermosa –repitió y mis mejillas no tardaron en calentarse y probablemente tornarse de un color rosado.

No volví a hablar, ni siquiera a moverme. Estaba petrificada en mi lugar. Sentía que, si intentaba mover un sólo músculo, este se convertiría en gelatina. Estaba en una situación peor que la anterior, esta vez ningún chico tocaría a la puerta para entregar una pizza.

Y, aunque me costara admitirlo, de alguna forma eso me agradaba.

Me agradaba el hecho de que nadie nos interrumpiría esta vez. No sé cuánto tiempo pasó, pero su rostro ya se encontraba a escasos centímetros del mío. Sus ojos estaban fijos sobre mis labios y los míos sobre los de él.

Estaba a punto de hacerlo, lo sentía. Se alejó un poco y me miró directamente a los ojos, como si pidiera permiso. En ese instante, en el que miraba con sus hermosos ojos azules, me di cuenta de algo.

Sí quería esto. Quería besarlo, lo quería a él.

Quería a Sebastian.

Llegó el momento en el que comenzaba a desesperarme.

Antes de poder tomar conciencia en lo que estaba sucediendo, nuestros labios se habían unido en un beso.

En un beso tímido, pero a la misma vez dulce y cálido.

Y lo que fue más sorpresivo aún, fue que había sido yo la que había eliminado la distancia que separaban nuestros labios.

Yo lo había besado.

Amnesia || Magcon [✔️]Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon