11 Cree en mí

Começar do início
                                    

Elsa estaba por preguntarle qué pasaba cuando se le devolvió el golpe. La carcajada resonó por todo el establo, y aunque le había dolido un poco, la niña sonrió con malicia y se concentró en hacer una nueva munición. Con gran concentración hizo una pequeña bola de nieve flotante a pocos centímetros de sus dedos. Entonces, empezó a abrir sus brazos poco a poco, y la bola fue aumentando de tamaño. Jack esperó con sorpresa por que terminara, curioso por ver cuánto podría sostener Elsa. Cuando alcanzó el tamaño de la princesa ésta alzó las manos por encima de su cabeza, la pelota gigante flotándole encima. En su cara se reflejaba que le pesaba y le costaba mantenerla, pero en su sonrisa maliciosa se notaba el orgullo y las ansias por lanzarla.

Jack se estaba debatiendo entre permitirle acertarle el golpe o defenderse cuando una voz les heló la sangre a ambos.

—¡Elsa!

Elsa se cubrió la boca por reflejo y la bola le cayó encima. Por suerte, o por pensarlo en el último momento, la nieve se aflojó y se separó al impacto de su cabeza, sin hacerle daño. Solamente la dejo cubierta hasta la cintura.

—¡Elsa! —volvió a llamar su padre, demasiado cerca. Jack miró a la niña con pánico y con una sacudida de su cayado logró deshacerse de las flores de hielo y de la escarcha en los vidrios como siempre hacía por ella. Lamentablemente su poder no llegó hasta lo que Elsa tocaba. Apenas alcanzó a pegarse contra la pared, escondiéndose en la sombra cuando el rey Agnarr entró al establo.

Elsa aún tenía las manos sobre la boca cuando hizo contacto visual con su padre. Esto, junto con la nieve que la cubría, hicieron obvio un detalle muy importante para el rey.

—¿Dónde están tus guantes, Elsa?

Con rapidez, la princesa sacó las prendas de sus bolsillos y se los puso. Después volvió la vista a Agnarr y esperó su reprimenda, evitando a toda costa mirar a Jack. El rey miró a su alrededor, decidiendo que acción tomar ante su hija. Respiró hondo y la miró con calma, dispuesto a dejar pasar la situación con tal de cumplir su misión ahí.

—¿Qué haces aquí?

—Vine a saludar a los caballos—mintió con rapidez y seguridad, algo que nunca había hecho.

—¿Todos los días?

Elsa parpadeó sorprendida, creyendo haber sido más discreta en sus escapadas. Sus ojos corrieron por un segundo a su amigo, que le indicó asentir con la cabeza. Elsa lo imitó y volvió a mirar al rey.

—¿Y esa nieve?

—Me asustaste.

Aquella respuesta dejó satisfecho a su padre.

—Muy bien. Vamos a cenar. Discutiremos tus escapadas más tarde y estableceremos algunas reglas.

—¿Qué? —preguntó exaltada—. ¿Por qué?

Jack y el rey la miraron asombrados. Era la primera vez que Elsa se quejaba de algo.

—¿Qué es tan importante que debas hacer aquí?

—¿Tengo prohibido salir también al jardín?

—Cuida ese tono, Elsa—le advirtió, haciéndola enojar.

—No lo entiendo. He hecho lo que me has dicho, no puedes quitármelo todo.

—¿Por qué quieres salir? —repitió con la misma intensidad que ella.

—¿Por qué no querría? ¿Acaso debo quedarme en mi cuarto todo el tiempo?

—El castillo es muy grande-

—¡Y aun así me encontraré con Anna y tú te enojarás conmigo!

—Anna podría venir aquí también.

Trilogía: A Través Del TiempoOnde as histórias ganham vida. Descobre agora