46 Creo que ya sabes quién es

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—Las hadas no existen —dijo Elsa tratando de convencerse—. Yelena me lo dijo.

—No digas eso, algunas mueren al escucharlo.

Jack y Elsa miraron a Anna por razones distintas. La princesa no entendía ninguna, decidió explicarse.

—Algunas hadas obtienen su poder de la fe. Lo dicen en los libros.

—No algunas. Todos nosotros—contestó Jack impresionado—. Pero es cierto: Algunas mueren al escucharlo, no repitas eso, Elsa. Y claro que existen las hadas, son las más poderosas de todos. Las Hadas Madrinas irían a la cabeza si su magia no se viera limitada por conceder deseos, por eso sólo ayudan a los de corazón puro, de otra forma serían un peligro.

—Entonces definitivamente no fue Hans quien la llamó —concluyó la menor.

—No. Pero no sé qué buena intención podría existir al despojarte de tu magia.

Elsa apartó la vista. Jack lo notó. Tenía que interrogarla, cuando fuera el momento. Después de vivir en ese tiempo había aprendido que no sirve de nada apresurarse.

—Todo esto me parece tan extraño como a ustedes, en especial porque los trolls controlan el flujo de magia en Arendelle, un hada no debería haber podido llegar hasta aquí. Por ahora iré a ver si consigo más información. Quédense aquí y volveré al anochecer.

—¿Qué? —volvieron a gritar ambas—. Yo voy.

—Preferiría hacer esto solo.

—No, esto es mi problema, voy a donde vayas—ordenó Elsa—. Anna, quedas a cargo hasta que regrese.

—¿Disculpa? —exclamó Anna indignada—. ¿No escuchaste nada de lo que te dije?

—No te voy a dejar. Vuelvo en la noche, te lo prometo. Lo que pase te lo cuento.

—P-pero...

—Además, tienes un despido que resolver, ¿no?

—Y no puedo cargarlas a las dos—dijo Jack.

Anna terminó aceptando a regañadientes, aunque insistió en vestir una mirada de luto hasta que se fueron volando del jardín trasero donde los despidió con la mano. Soltó un largo suspiro y volvió dentro, dándole vueltas a todo lo que acababa de descubrir. Sobre los trolls, sobre su padre, las hadas, la magia...

Se quedó quieta un momento.

Antes de pensarlo se fue corriendo al salón de las pinturas. Cerró las puertas tras de sí y corrió hasta Juana de Arco, tan imponente como siempre con aquella mirada invitándola a confiar.

—Elsa tiene poderes como un castigo según lo que se ha creído siempre —comenzó a decirle—. La obligaron a esconderse de todos, yo incluida. Ella misma me dijo que papá temía que pudiera hacerme daño, porque si son un castigo son peligrosos. Pero ambas sabemos que Elsa no es peligrosa, el peligro era su falta de confianza, su falta de amor. Amor, amor, amor. ¡Sí! Si el control viene del amor no estamos hablando de una maldición, estamos hablando del resto de estos seres, de su magia puesta en un ser humano común y corriente. Se trata de una redención. ¡Oh por Dios!

Dio unos brincos hacia adelante y hacia atrás, ordenando sus pensamientos. Apretó los ojos alcanzando las conclusiones, aferrándose a ellas para que no escaparan.

—Elsa es hija de la magia. De algún modo. Algo tiene que hacer, algo debe de hacer, ella es importante. Lo sé. Entonces... Hadas, hablamos de hadas. Las más poderosas según Jack. No quiero adelantarme, pero Elsa es- era muy, muy poderosa, quizá tanto como una. ¿Eso la volvería un hada? Quizá. Pero sigue siendo mi hermana y yo no soy un hada. ¿Por qué Elsa? ¿Por qué yo no? No me malentiendas, no lo digo por celos, pero ¿qué significo yo? ¿Soy el recordatorio de que es humana? No es un hada por completo, no es humana por completo. Hija de la magia, hijas de la magia... ¿Podría ser?

Trilogía: A Través Del TiempoWhere stories live. Discover now