39 Debí haber estado contigo

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—Ya estoy vestida —dijo por fin. En ese momento Jack dejó de mover las manos y tomó lo que tenía enfrente. Caminó hasta ella con pasos cortos, dejando un rastro de agua tras de sí.

—Enséñame tu mano —dijo mientras se sentaba frente a ella, colocando en el suelo un bote pequeño de cristal con algo verde dentro.

—¿Qué haces aquí? ¿Por qué te fuiste?

Jack soltó un suspiro cansado y le extendió la mano esperando por que le pasara la suya.

—No. Contéstame.

—¿Tú por qué estás aquí? —le preguntó sin ningún reclamo, mirándola por fin. Ella se mantuvo callada—. Ambos vamos a tener que sincerarnos tarde o temprano, eso me queda claro. Planeo contestar tus preguntas y hacer las mías, por eso puedes estar tranquila. Pero justo ahora acabas de llegar, debes estar cansada y yo no sé aun cómo voy a responderte-

—Con la verdad —exigió.

—Sí, sí. La verdad. Aunque es un poco más complicado que eso. Y ahora que estás aquí y estás bien no tenemos que darnos tantas prisas. En este momento me preocupa más tu mano.

Elsa inhalo profundamente. Sí, estaba cansada y el sueño comenzaba a invadirla. Aun así, no quería sólo dormir y ya. Por fin tenía en frente a Jack Frost. Después de dos semanas- De trece años, algo tenían que decirse.

—Necesitas secarte —soltó Elsa incapaz de formular otra frase coherente.

Jack miró al cielo con una leve sonrisa y se sacó la camiseta sin ninguna duda. Elsa soltó un gritito y se apresuró a cubrirse la cara con las manos. El muchacho aventó la prende hacia las de ella y trató de separarle la mano con fuerza, en contra de la resistencia de la reina.

—¿Por qué te cubres? —preguntó ahogando una risa.

—¡Esto no está bien! ¡No puedes desnudarte frente a la gente!

—Ay, por favor, no estoy desnudo. No es nada que no hayas visto en tu vida.

—¡Por supuesto que no he visto nada de eso! —contestó completamente roja, haciendo uso de toda su fuerza para seguir cubriéndose la cara.

Él se quedó quieto un momento. ¡Claro que Elsa no había visto el torso de ningún hombre! Vivió la mayor parte de su vida encerrada y ahora, como reina, obvio debía comportarse pudorosa. Sin embargo, por más que quisiera respetar su estilo de vida y las reglas de este tiempo, quitarse la prenda era un alivio y empezar a formar confianza de una u otra forma significaba cosas buenas.

—¡Vamos! —le dijo volviendo a jalar—. No te preocupes por eso, no me da vergüenza.

—¡A mí sí!

Logró separarle las manos. Elsa mantuvo los ojos apretados. Jack se rio en voz alta y le puso el gorro de la sudadera, le jaló los cordones del cuello, reduciendo el espacio del hueco hasta que sólo quedó a la vista una naricita roja. Ella trató de hablar, sin entender que pasaba, apenas podía emitir sonido. Movió sus manos hacia el frente hasta sentir la cara de Jack, quien espero quieto su siguiente movimiento. Las manos bajaron hasta sus hombros, lo palmeó un momento, cerró su mano sana y le golpeó la clavícula con fuerza.

—¡Auch! ¿Y eso por qué fue? —preguntó él, sobándose.

Elsa volvió a sostenerle de los hombros y lo sacudió hasta que Jack se dio por vencido. Jaló la tela del gorro y le liberó la cara. Elsa tomó una gran bocanada de aire y lo miró molesta, sin bajar la vista hacia su torso.

—¡No hagas eso!

—Ya, bueno. Perdón. Dame la mano.

Se la pasó.

Trilogía: A Través Del TiempoWhere stories live. Discover now