–¿Te sientes mejor? –le pregunté, ella asintió.

Minutos después, nos detuvimos y el taxista se volteó a vernos.

–Serían veinte –dijo el hombre, encendiendo nuevamente un cigarrillo, rodé los ojos.

Hazel sacó el dinero y se lo entregó, saliendo rápidamente del auto. Iba a salir junto a ella cuando siento que me toman del brazo, impidiendo mi salida.

Giré a ver al taxista, quien me sostenía la muñeca.

–¿Qué ha... –me interrumpió.

–Que tengan un buen día.

Fue lo último que dijo antes de soltarme y poner un cigarrillo nuevo entre sus labios.

Mirándolo desconfiada, bajé del auto y cerré la puerta. El taxi arrancó casi de inmediato.

Giré sobre mis talones, buscando a Hazel.

Frente a mí, se encontraba un gran edifico con enormes ventanales de cristal que cubrían todos los pisos de este, que supongo era el centro comercial.

Me quedé unos segundos allí, apreciando el edificio. Era la primera vez que venía.

Miré hacia todos lados para ver si veía a Hazel y la encontré tirada en el suelo, boca arriba, con su cámara instantánea en manos. Varias de las personas que caminaban por allí, volteaban a verla.

Empecé a caminar hacia allí, parándome junto a ella.

–¿Qué haces? –pregunté, observando su rostro de concentración.

Hazel no contestó, en cambio, esperó a tomar la fotografía antes de parase a mi lado, con la mirada clavada en su cámara. De esta, comenzó a salir el papel imprimido donde se suponía estaría la imagen capturada.

–Tomando una foto –respondió al fin, con un tono obvio, sosteniendo la fotografía en sus manos.

–Lo sé, –respondí. –Me refería a porqué estabas tendida en el suelo –expliqué mientras veía como Hazel observaba el papel.

–Es parte del arte de la fotografía...

Miré a Hazel expectante a que continuara explicando.

–Tienes que ser original, único en tu trabajo, como... –levantó la vista hacia mí. –Por ejemplo, si quieres fotografiar una playa, lo más común sería estar en ella ¿No? –asentí. –Bueno, alguien que ve más allá de un simple lugar, iría a alguna montaña o a una colina, cerca o lejos, sin importarles lo peligroso que podría ser, así captamos un ángulo distinto al que las personas están acostumbradas a ver –explicó. –En mi caso, decidí tirarme en el suelo para fotografiar el edificio, en vez de pararme aquí como una tonta –señaló donde estábamos paradas, alcé una ceja.

–¿Estás diciendo que quedarte parada te hacía ver como una tonta y tirarse al suelo no?

–¿Eso fue lo único que captasteis? –reímos.

–No, pero fue lo que menos lógica tenía –confesé y ella rodó los ojos, pero aun así mantenía una sonrisa en su rostro.

–Como sea, ven –enganchó su brazo con el mío. –Vamos a entrar –dijo y nos dirigimos hacia la entrada del centro comercial.

–¿Puedo verla?

–Claro –la sacó de donde la había guardado, pero la foto se veía borrosa y seguía algo blanca. –Todavía no se revela.

Cruzamos la entrada del edifico y segundos después, me la volvió a pasar, ahora con la imagen más clara y visible. Era una foto del costado del edifico, se veía simple, pero a la misma vez increíble.

–Se ve muy bien, valió la pena tirarse al suelo –dije y Hazel rio, asintiendo.

Le devolví la fotografía.

–¿Adónde quieres ir primero? –me preguntó.

Mientras caminábamos y nos adentrábamos más al centro comercial, pude distinguir en una de las paredes, una señal que decía que estaba prohibido fumar.

Recordé lo que había comentado el taxista.

–¿Crees que sea cierto?

–¿De qué hablas? –Hazel me miró con el ceño fruncido.

–Lo que dijo el taxista.

Hazel me miró en completa confusión.

–Sobre mí y el humo –expliqué.

Hazel se detuvo y se paró frente a mí, mirándome expectante.

–¿Estás insinuando que piensas que fumas?

–No que creo, pero... –me encogí de hombros. –¿Puede que sea una posibilidad?

–No lo creo –negó de inmediato.

–¿Cómo estas tan segura?

–Porque te conozco.

–No, sólo conoces quien soy ahora –la corregí. –Pero ninguna de las dos conoce quien solía ser.

Hazel ladeó la cabeza.

–Lo sé, pero aun así... es muy difícil verte y creer que solías fumar, te ves muy joven y saludable y sé que eres una persona que se preocupa por los demás.

–Las personas comienzan a fumar luego de que hayan pasado por algo –comenté. –El que sean buenas o malas personas no tiene nada que ver.

–Lo sé.

–¿Entonces? No recuerdo mi pasado –dije. –Tal vez me sucedió algo que me hizo caer en el vicio, por eso el humo no me hacía daño, porque solía fumar.

–Stelle, no a todas las personas les hace daño el humo y no necesariamente significa que fuman –dijo. –Dime una cosa, ¿Tienes deseos de fumar ahora? –preguntó, a lo que la miré extrañada.

–No.

–¿Tenías deseos de fumar en el taxi?

–No.

–¿Ves? Ahí lo tienes, no tienes nada de qué preocuparte.

–Pero... –comencé a protestar, pero Hazel me interrumpió.

–Stelle, cuando me dijiste que querías comenzar de nuevo, eso implicaba no obsesionarte con tu pasado que, por cierto, no es saludable –dijo. –Puede que sí solías fumar, o puede que no ¿Quién sabe? –se encogió de hombros. –Eres una nueva persona y lo único que importa ahora, es la persona que quieres ser ahora, no la que solías ser.

Hazel tenía razón. Si continuaba obsesionándome con mi pasado, perdería la razón y tampoco tenía mucho caso que digamos. De todos modos, nunca sabría si mis teorías sobre mi vida pasada eran ciertas.

–De acuerdo, de acuerdo –suspiré. –Ya, ya lo olvidé, soy una persona nueva –repetí.

Hazel me miró sonriente y asintió.

–Sí, lo eres.

Amnesia || Magcon [✔️]Where stories live. Discover now