84.

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- Bien. Con cuidado – dice suavemente. La ayuda a bajarse del auto.

Lisa se queda mirando la casa y siente un fuerte dolor. Se aferra fuertemente de su tía. No le dolía el cuerpo, le dolía el alma. Era martes... Paso el fin de semana donde su amiga, ya que no quería regresar. No sabiendo que cuando cruce esa puerta ella no está. Aún sigue procesando todo lo que dijo ella. Siempre recuerda aquellas palabras, es como si se hubieran tatuado en su cerebro, como si se hubieran tallado en su piel para recordarle el motivo de porque nunca podrá ser feliz. El fin de semana fue un poco amable, todo gracias a sus amigas y tía, que no hicieron más que pasarlas juntas. Estaba agradecida con ellas, cuidaron de ella como nunca nadie lo había hecho. Sin embargo, aunque podían curar las heridas de su rostro, nadie podía curar las de su corazón, que, con el tiempo, en vez de cerrar solo se abren. No importa lo que haga, no puede dejar de sentir así. Ni siquiera su mamá, con la dulce canción que le cantaba cuando no podía dormir, pudo quitarle el dolor. Lisa sentía que era algo a lo que debería empezar acostumbrarse, era su condena. Su castigo por no pensar bien las cosas. Como siempre, pagando las consecuencias, incluso de los actos más pequeños de su vida. Con cada hora que va pasando, Lisa se siente peor. Quiere buscarla, no quiere rendirse aún. Quiere correr y buscarla, y cuando la encuentre, besarla hasta olvidar aquellas palabras. Mirarla a los ojos y asegurarse que aquella mirada solo fue parte de su imaginación. Que todo ese odio que recibió, fuera falso y que simplemente su cabeza se lo hizo pagar como modo de castigo. Quería tener de vuelta a su chica. Como pudo pasar de ser la mujer más feliz de su vida a la más muerta del mundo. No sentía nada más que dolor, dolor que la consume cada segundo. Cómo paso de tenerlo todo a nada. Fue su culpa, ella la descuido. Si hubiera hecho las cosas bien, tal vez ahora las dos estarían acostadas viendo televisión mientras Jennie se queja del porqué dan tantos comerciales mientras ella se ríe. Todos esos recuerdos llegan a su cabeza. Justo como lo imagino, cuando cruzara esa puerta, recordaría todo. Podía escuchar su risa, su voz. Podía sentirla, verla. Podía ver los bellos momentos que vivieron bajo este techo. Las promesas, los sueños. Todo eso, estaba ahora en su mente. Todo acabó, ya no hay más una Jennie esperándola con esa preciosa sonrisa. Ya no había más una Lisa cocinando mientras ella le cantaba o la ayudaba hacer más desastre. Ya no había más momentos de ellas jugando en sus móviles, o viendo videos de gatos. Ya no hay más Lisa y Jennie, ya no hay nada.

Cuando entra a su habitación, el dolor es más fuerte. Imágenes de ellas juntas en aquellas 4 paredes estaban en su puta cabeza. Quisiera olvidarlas. Quería pegar su cabeza contra la pared si así tal vez puede olvidar todo. Quería borrar cada huella que le dejo, cada beso. Pero su corazón no quería. Su corazón aún la ama. Odiaba que su corazón fuera tan estúpido, deseaba que fuese tan duro como su cerebro, tan frío, tan fuerte.

- ¿Quieres que te ayude? – dice su tía.

- N-no. Yo puedo – Rosé asiente.

- Estaré afuera – asiente.

Rosé sale cerrando la puerta. Se queda mirando el armario que estaba casi vacío. En él, ya no estaba aquella ropa de esa mujer. En él, solo hay un par de prendas que son suyas. No había nada más. No habías ninguna señal de ella en aquella habitación. Toma aire y se dirige a este para empezar a empacar sus cosas. Las manos le temblaban. Justamente recuerda cuando tuvo que huir de su país. No podía creer que otra vez se encontraba huyendo por amor, que otra vez pasará lo mismo. Supone que es el castigo que tiene que pagar por volver a repetir la historia. Debió haber parado en ese momento que lo supo. Debió haber escuchado su cerebro. Pero como siempre, su corazón le ganó la batalla.

Doblaba sus prendas dejándolas en la cama. Sacaba poco a poco. No quería irse. No quería dejar a su tía sola otra vez. En tan poco tiempo la amo tanto como una hermana. Ahora ella parte de su todo. Fue difícil tomar la decisión. Lo pensó tanto. Pero quedarse era malo, quedarse era matarse a sí misma, quedarse era acabar con ella, quedarse era a obligarse a vivir sin ella, y no puede, no puede hacerlo. No quiere ni imaginarse la situación de que cada una tenga su pareja y encontrarse. No podía porque sabía que no dudaría en correr por ella. Estaba enferma, enferma de amor, enferma de ella. Estaba jodidamente mal. Sentía que había perdido la cordura, que está a poco de volverse loca. Estaba realmente mal. Si pudiera encontrar la manera, un medicamento, alguna cosa para sanar el dolor, se lo tomaría sin dudar. Al menos si lo hubiera podría darle paz a su corazón.

𝕻𝖑𝖆𝖞𝖎𝖓𝖌 𝖂𝖎𝖙𝖍 𝕱𝖎𝖗𝖊 - 𝕵𝖊𝖓𝖑𝖎𝖘𝖆Where stories live. Discover now