–¿No me crees? Bien, ven acá –dijo mientras me tomaba del brazo y me arrastraba escaleras arriba.

–Suéltame, idiota, me lastimas –proteste.

–Deja de ser tan infantil, Vanessa, sé que no querías venir a este viaje, sé que odias a nuestro padre por no estar cuando le sucedió eso a Luz y sé que sientes que se desentendió de nosotros por muchos años, pero vas a tener que dejar todos esos pensamientos de lado por ahora ya que tenemos que lidiar con problemas más grandes –me dejó en claro mientras entrabamos a la recamara que compartía con Gustavo, me hizo sentarme en su cama y me pasó su computadora con un vídeo en pausa–. Tuve que descargarlo, internet los está sacando del servidor casi apenas se publican, están cubriendo todo esto.

–Javier…

–Míralo, Vanessa –me ordenó, suspiré y reproduje el video, que al parecer era de un soldado del ejército.

–Aquí el sargento Sanders de la unidad K–28, en estos momentos estoy reportando desde las instalaciones del Departamento de Salud en Washington, mi unidad… Carajo, mi unidad está muerta y dentro de unas horas lo más probable es que yo esté igual… Escuchen allá afuera: Esto no es una enfermedad cualquiera. Mi equipo tuvo que ir a la zona residencial a evacuar a las personas, pero en el último viaje atrajimos la atención de esas cosas, nos rodearon… Primero derribaron a Roster y a Wert y… y esas cosas se los comieron, diablos, les dispare, lo juro, pero no funcionaba. Sánchez le dio a uno en la cabeza y funcionó, si se topan con ellos, corran, son lentos, pero peligrosos en manada y si no tiene más opción, destruyan su cabeza, eso los detendrá… Descuiden, ya no son personas como ustedes, están muertos, como lo oyen, son cadáveres que se mueven, no cometerán ningún delito si los rematan, háganlo por su propia seguridad, nadie los detendrá… –un ataque de tos hizo que el hombre dejará de hablar, sangre escurría de su boca–. Mi último hombre fue mordido y el día de ayer se trasformó luego de morir y me ha mordido, yo no voy a caminar sin un alma… ¿Quieren el consejo de un hombre muerto? Huyan, llévense a su familia lejos, no hagan ruido y no vayan a las ciudades, esas cosas no son lo único por lo que deben de preocuparse… –otro ataque de tos lo hizo detenerse–. Al diablo, no voy a esperar a quedar inconsciente –dijo y de la nada apareció una pistola, él abrió la boca y disparó, la cámara cayó, le iba a devolver la computadora a mi hermano, pero él negó y me señalo una esquina en la pantalla, fijé mi atención y vi un par de pies arrastrándose, también alcance a oír un quejido lastimero en el fondo.

–¿Crees que estoy equivocado aún? –me preguntó, yo me quedé callada y traté de controlarme, las manos me temblaban.

El ruido de camiones en la calle hizo que volviera a la realidad, me asome a la ventana y vi al ejército bajar, pero sus movimientos eran raros, miraban en todas las direcciones, como si esperaran que esas cosas, de existir, los rodearan.

Sin responderle a Javier, baje con mi madre, cuando la vi mirando por la ventana, fui y la aleje de allí.

–Mamá, escucha, no sé qué ocurre, pero debes de confiar en mí: No vamos a ir con ellos.

–¿Qué? –preguntó bastante confundida mientras veía a mi hermano a mis espaldas bajar con nuestro equipaje.

–Tenemos que irnos, hay reportes de la ciudad vecina y son de hace dos horas.

–No podemos llevar todo, hay que sacar algo de ropa y meter comida, agua, linternas, baterías y necesitamos con qué defendernos.

–Están los regalos de papá.

–¿Qué sucede? –nos cuestionó Gustavo al ver cómo mi hermano sacaba la ropa de las maletas.

–Tenemos que irnos y… –una serie de golpes en la puerta me hizo callar, mi mamá avanzó, pero yo negué, aun así, continuo su paso.

El Arquero del Fin del MundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora