Mal de Amores.

Capítulo 66.

Personajes utilizados en esta historia no me pertenecen, los créditos son para sus respectivos creadores.

A sus sueños viene el recuerdo de aquella fría noche de invierno, en donde la blanca nieve se tornó en un escenario de horror cuando la roja sangre se derramaba sobre ella, cuando las paredes de los edificios cercanos se derrumbaban y donde el caos reinaba, con las personas huyendo despavoridas fuera del alcance del ser por quien presentaban pánico, un monstruo dirían algunos y ella también lo ha creído así, pero no sabría decir si realmente era de esa forma, porque cuando miró al responsable de semejante catástrofe y al dueño de esa presencia se quedó petrificada, anonadada por lo que sus ojos ámbar observaban y no olvidaría nunca esa figura envuelta en tal masacre. Un niño seguramente, un infante que bañado en sangre se levantaba sobre los desmembrados cuerpos bajo sus pies, su cabello amortajado por el rojo liquido descendía cubriendo esa máscara en la que se ocultaba, había visto muchas cosas en su larga vida, pero no a un ser corrupto de semejante manera, porque fácilmente podía percibir la ira, cólera y rabia emanar de él, tal era la sensación que ella siendo un poderoso ser retrocedió, pero si había algo más que pudo percibir, esa era la tristeza absoluta bajo esa capa de odio, una amarga sensación que no sería deseada por nadie, quien sabe lo que esos ojos vieron o sintió para terminar en ese estado, es algo que hasta el día de hoy carcome sus pensamientos.

Una cita más - Capítulo 66.

—¿Tampoco quieres hablarme de eso? —fue la cuestión de Akeno quien no separó su mirada  del rostro cabizbajo de su amado, comprendía que hay cosas que son difíciles de expresar para Gokú, pero tampoco podía ignorar la forma en que él actuaba.

—No es que no quiera... —afirmó él débilmente evitando verle.

—¿Entonces? —dijo ella de forma débil, suplicando una explicación, no queriendo continuar viendo en ese estado a su chico.

—A veces simplemente hay cosas que no pueden decirse Akeno... —Musitó antes de soltar un suspiro de resignación. —A veces me siento confuso y no dejo de pensar en eso... —Explicó rascando su cabellera y con mirada baja, las palabras se le atoraban, pero aún así intentó ser sincero.

—¿Puedo saber la causa? —ella continuó indagando con un tono preocupado, pero él no parecía respondería, le evitaba y era bastante notorio. —Creo que tengo algo de derecho en eso ¿no? —susurró después tocando las manos del hombre que ama. —estamos juntos y quiero ayudarte. — declaró, pero solo hizo que él desviase la mirada, no soportaba ocultarle cosas después de que en el pasado le hirió por esa misma causa, no quería y tampoco se lo perdonaría si ocurriese otra vez.

 —Tengo miedo... —musitó débilmente en medio del angustiante silencio de la sala, confesando el más grande temor que aguarda desde lo más profundo de su corazón, siendo el ser débil que ocultaba de la vista de todas sus amantes. —Nunca he podido ser feliz y siempre he estado buscando ese objetivo, pero nunca realmente pensé que podría lograrlo, eso fue antes de estar en esta situación.  —con ese mismo tono continuó. Poco a poco cedió y se aferró aún más a ella. —Siempre pierdo lo que más amo y ahora que te tengo a tí y a las demás, no evito sentir que puede ocurrir lo mismo. —Terminó de confesar con palabras que se ahogaban en el pecho de la Himejima.

Ella separó sus manos de las suyas y luego rodeó gentilmente a su amado. Conmovida por sus declaraciones tuvo la necesidad de abrazarle y compartir su angustia, aún no sabía como él podía sentirle, pero ya dedujo hace tiempo que él es quien mayormente se siente confuso.—No soportaría eso Akeno, no lo soportaría... —Susurró con voz quebrada, mientras se dejaba cautivar por la calidez de la mitad caída que continuó aferrándole a ella, casi sintió que podría quebrarse en cualquier momento atormentado por un pasado que aunque ha intentado dejar atrás le sigue persiguiendo día tras día, y no era solo un temor sin sentido.