Capítulo 12.

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Personajes utilizados en esta historia no son de mi propiedad, créditos a sus respectivos creadores.

Cuando el día escolar terminó caminó hacía el lugar, sus ojos parecían mostrar poco ánimo, pero aún con ello se acercó hasta donde las puertas de la iglesia se mostraban y en efecto, al paso de estos días el lugar parecía haber sido ocupado y antes de que llamase a la puerta, sintió como esta se abrió casualmente con su llegada, pero no era algo que deba tomarse de forma extraña, pues frente a sus ojos una rubia cabellera se mostró, larga que con la luz del sol brilló como sedosos hilos de oro, cubiertos en su mayoría por una prenda blanca y más pronto que tarde se conectó con unos ojos esmeralda, grandes y brillantes que con un poco de timidez parpadearon un par de veces.

—Bu-buenas tardes —ella fue la primera en hablar, saludando y trayéndole a la realidad de forma inesperada, llevaba un largo vestido verde y una cruz de metal era lo que más resaltaba, le ofreció una sonrisa que gokú no evitó corresponder.

—He venido porque me han solicitado venir aquí —informó el joven de cabellos puntiagudos, ella mostró algo de confusión, parecía no saber algo al respecto o tal vez solo le sorprendió, en cualquiera de los casos parecía dificultársele en responder.

—¿Hay alguien más aquí a parte de tí? —preguntó ante la dificultad de la monja en responder.

—Por ahora soy la única aquí —fue lo que ella contestó, gokú rascó su mejilla y ofreció una sonrisa.

—Ya veo... Dime, eres nueva en la ciudad no es verdad? —continuó indagando, no mostrándose aburrido y ayudándose de la información que anoche se le dio, a ella se le pareció un poco extraño, pero no tardó en responder.

—si, me han enviado aquí hace poco y hoy llegué a la ciudad —respondió amablemente y luego se acercó un poco más al rubio —¿Tú eres algún ayudante de la iglesia? —preguntó algo curiosa.

—No en realidad —contestó. —Solo he venido a responder un llamado, pero si no se puede hoy, tal vez venga mañana otra vez —Respondió detallando un poco el entorno, ahí descubriendo algo extraño, una presencia que en cuanto se conectó con la mirada del Son se desvaneció inmediatamente, como si se tratase de un fantasma, algo que no alertó, pero lo guardó con intriga. —. Mucho gusto, mi nombre es Gokú, Son gokú —aparentando no haber visto nada se dirigió otra vez a la Rubia.

—Mucho Gusto, Asia Argento, soy una sirviente de dios —correspondió ella con una sonrisa que para nada diría que tenía razones para ser expulsada por la iglesia, Gokú se inclinó respetuosamente y luego se dispuso a dar media vuelta para regresar a casa.

—E-espere! —de inmediato la voz de la rubia le hizo detenerse y girarse otra vez, ella parecía un tanto tímida al dirigirse de esa forma a alguien que acababa de conocer, pero claro, gokú no parecía nadie con malas intenciones, de hecho inspiraba tranquilidad.

—¿Si? —preguntó curioso.

—E-este... soy nueva en la ciudad y no sé donde pueda comprar algo de té, no hay muchas tiendas en los alrededores —explicó ella, el chico inclinó un poco su cabeza ante la petición, sin verse capaz de negarse cuando observaba ese lindo rostro.

Cuando el sol se tornó naranja y la brisa era cálida, ellos se sentaron en un pequeño parque, parecían un tanto agotados, pues el viaje por el té había sido un tanto más largo de lo esperado, pues le llevó a conocer un poco la zona y no es como si él supiese buen ubicarse, pero al menos le indico lo poco que sabía.

—Muchas gracias por el helado Gokú-san —ella habló tímidamente mientras con sus dos manos sostenía el frío cono de galleta. —No debiste molestarte en llevarme a tantos lugares, ni comprarme esto —en voz baja declaró.

Mal de Amores.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora