Te propongo un desliz

By N_Jairi

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Amanda acaba de salir de una relación de años por un error que cometió. Ahora, a sus 25 años, debe afrontar q... More

UNO
DOS
TRES
CUATRO
CINCO
SEIS
SIETE
OCHO
NUEVE
DÍEZ
ONCE
DOCE
TRECE
CATORCE
QUINCE
DIECISÉIS
DIECISIETE
DIECIOCHO
DIECINUEVE
VEINTIUNO
VEINTIDÓS
VEINTITRÉS
VEINTICUATRO
VEINTICINCO
VEINTISÉIS
VEINTISIETE
VEINTIOCHO
VEINTINUEVE
TREINTA
TREINTA Y UNO
TREINTA Y DOS
TREINTA Y TRES
TREINTA Y CUATRO
TREINTA Y CINCO
TREINTA Y SEIS
TREINTA Y SIETE
TREINTA Y OCHO
TREINTA Y NUEVE
CUARENTA
CUARENTA Y UNO
CUARENTA Y DOS
CUARENTA Y TRES
CUARENTA Y CUATRO
CUARENTA Y CINCO
CUARENTA Y SEIS
CUARENTA Y SIETE
CUARENTA Y OCHO
CUARENTA Y NUEVE
CINCUENTA [Final]
EPÍLOGO
Extra #1

VEINTE

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By N_Jairi

:= Amanda =:

Ni siquiera cuando me quedaba a dormir en casa de mis amigas me sentí con la necesidad de esperar a que despertaran para ir a la cocina por un alimento, entre ellas y yo había una clase de confianza que me hacían sentir de la familia y podía moverme con total libertad por la vivienda. Abrazo la almohada mientras tengo la espalda contra la pared e intento imaginar otros colores en la habitación, debo admitir que en vez de la cama donde estoy, visualizo una cuna; pero no podemos vivir aquí todo el tiempo, debo buscar un lugar para mí y este bebé, también tengo que sacar mi cuaderno de vida, para empezar a planear los siguientes pasos.

Mi estómago gruñe y agradezco a todo lo sagrado por no tener las tan famosas «náuseas matutinas», pero no tardarán sí no ingiero nada más que el agua de mi botella que está a punto de terminarse. Bajo las piernas y camino descalza hacia mi maleta, las tiro al piso y abro el cierre para buscar mis sandalias en medio de todo lo que mi madre empacó por mí. Hay vestidos, pantalones, blusas y demás ropa qué tan amablemente me ayudarán a sobrevivir. En la siguiente maleta más que ropa, están mis demás posesiones. Tomo un portarretratos en el que salgo sonriente con mis padres a cada lado de mí, en mi noche de graduación.

Sé que ellos entenderán la situación en algún momento, pero por ahora, no puedo ir a explicarles nada siendo tan resiente la noticia. Necesitan relajarse y pensar con la mente fría. Deben entender que ya no soy una niña y que el mundo ya no es como en sus tiempos.

Salgo de la habitación directo a la cocina, encontrándola vacía, con los platos de anoche sucios y una caja de pizza vacía sobre la mesa. Ato mi cabello en una coleta antes de comenzar a movilizarme. Adán me abrió las puertas de su casa y cocinó para mí, lo mínimo que puedo hacer es preparar el desayuno y limpiar un poco el lugar.

Para cuando termino, son las diez de la mañana y la puerta de su habitación se abre mientras coloco la fruta en un plato hondo. Su cabello está más despeinado que de costumbre, con la marca de la almohada en su mejilla y tallándose los ojos al soltar un bostezo.

Hubo como cinco veces en las que dormí en casa de Eder, y la imagen que tengo suya cuando acaba de despertar es tan diferente a la de Adán, comenzando en que uno trae camisa y pantalón mientras otro solo usaba un bóxer y, algunas veces, calcetines.

—Buen día —saludé con entusiasmo, pero no esperé que él diera un pequeño salto hacia atrás, abriendo de más sus ojos y llevándose la mano al corazón. Le sonreí apretando los labios para no reír.

—Olvidé que estabas aquí —admitió soltando el aire.

—Lamento asustarte. —Elevé mis manos en son de paz y él se relajó también, sonriendo finalmente—. Preparé el desayuno.

—Ya me estaba acostumbrando a vivir solo. —Le paso sus platos por encima de la isla para que los lleve al comedor, pero se limitó a sentarse en un banquillo y comenzar a picar la sandía.

—Yo estoy acostumbrada a que me cocinen; perdón si te da indigestión.

Deja el tenedor en el aire y me mira muy serio, me limito a encogerme de hombros y rodear la isla para sentarme a su lado. No miento cuando digo que muy pocas veces cocino, y mi gran lista gourmet se basa en hacer huevo revuelto con otros ingredientes, calentar el espagueti y cocinar bistec o milanesa de pollo. La última vez que intenté encender el horno de casa, las puntas de mi cabello se quemaron.

Él siguió comiendo como si nada al igual que yo, como un compañero de clases decía: con hambre todo sabe rico. Quizás en mis tiempos libres o en estas pequeñas vacaciones deba aprender a cocinar más recetas; ahora seré madre y no voy a poder alimentarlo con solo cereal con leche, huevos y espaguetis, llegará el punto en que a ambos nos aburrirá comer lo mismo siempre.

Después de volver a dejar limpio todo, me cambio para salir a correr, despejar la mente y olvidarme de todo solo unos minutos. Me encuentro con Adán viendo la televisión mientras come un paquete de papitas, ríe en cada nada y me pregunto si quisiera acompañarme. La segunda vez que nos encontramos, él traía ropa deportiva, aunque existe la posibilidad de que solo salió a pasear a Picky. Como sea, no pierdo nada preguntándole.

Lleno la botella de agua al momento en que lo observo sobre mi hombro.

—¿Me acompañas a correr? —Cierro la botella, acercándome al sillón. Levanta la mirada, la baja a la bolsa de frituras y después vuelve a mis ojos.

—¿Estás diciendo que estoy gordo?

—No, solo te hice una pregunta.

—Estoy comiendo papitas.

—Ya vi. —Me agaché y planteé un beso en su mejilla—. Vuelvo en un rato.


Limpio el sudar terminado de estirar mis músculos bajo la sombra de un árbol mientras las demás personas se divierten y conviven en el parque. Bebo de mi botella hasta la última gota y decidí que antes de ir a casa de Adán, contemplaré la felicidad de los otros sentada desde el asiento del columpio.

El aire llega a mi rostro y empiezo a balancear mis pies para columpiarme, sujetándome de la cadena para no caer. Sin embargo, dejo de mover mis piernas cuando unas manos se posan en mi espalda y lanzan mi cuerpo no con mucha fuerza. Giro hacia la persona, plantando los pies en la tierra y regreso la vista al frente.

Ninguno dice nada, contraigo mis extremidades inferiores y él empieza a empujar con suavidad. Sé que en mis momentos vulnerables no debo de estar a su lado, nada bueno salió de la última vez en que me sentí tan rota y vacía, solo sus caricias me hicieron sentir un poquito viva. Estaba en un momento de desesperación en que él se comportó como un príncipe preocupado cuando bebía un vaso tras otro, cuando vaciaba toda botella de tequila, whisky o lo que sea que me pusiera en frente.

Sus toques eran electricidad que me volvía a la vida y me hacía olvidar todo aquello que me dolía. Lo peor vino cuando Eder apareció en la alcoba de mi residencia, con un ramo de peonías, una caja de chocolates y su mejor amigo tocando la guitarra, el mejor amigo con el que dormí la noche anterior y que ahora me balancea en el columpio del parque.

—Estuve repasando estos días, y me di cuenta de mi comportamiento idiota hacia ti.

—Siempre supe que eras idiota.

Escuché su risa y me estremecí un poco con el escalofrío que abarcó mi espina dorsal. Planteé de nuevo los pies en el suelo y sentí su cuerpo más cerca de mi espalda, no tardé en recargarme en su pecho, intentando pensar que estoy en una situación diferente.

Sus brazos rodearon mi cuello, entrelazando sus manos sobre mis clavículas. Solté el aire con fuerza.

—¿Qué te tiene mal, muñeca?

—El futuro —resumo.

—¿Qué te he dicho sobre no vivir el presente? Sí piensas demasiado las cosas, la vida se te va.

—Algunas veces es necesario pensar sobre las cosas, te ayuda a tener en claro lo que quieres.

—Tienes razón, estos meses en lo único que he pensado eres tú; no sé si seguiremos el mismo camino o en algún punto nos desviaremos por líneas paralelas, observándonos de lejos, pero sin poder tocarnos o estar juntos.

—A veces olvido la labia que tienes.

Sus manos abandonan mi cuerpo y lo observo sentarse en el columpio de al lado. Sus ojos conectan con los míos y me transporto a los momentos que pasábamos juntos en la universidad, bajo la sombra de un árbol. Él leía sus aburridos libros de poesía para mí mientras yo dibujaba mi siguiente proyecto. Sí, no siempre fue tan idiota.

—¿Qué cambió, Tobías?

—Necesito un purgante.

Hice una mueca—: Eww.

—Como la canción —explicó mientras reía, fruncí el ceño sin entender. Carraspeó—: Perdido estoy, muy perdido estoy en el vicio de tu amor.

Ya lo entendí; no pude evitar sentir nostalgia al escuchar su ronca voz entonar la canción, cerré mis ojos, recordando la melodía de la guitarra tras las palabras.

Y no lo puedo entender, y no lo puedo entender, nunca había querido así a una mujer.

—Tobías...

—Entiendo que mi amigo está y seguirá en tu corazón, pero no puedo solamente evitar sentir lo que se formó por ti a lo largo de los años.

Abrí mis ojos y pude ver la sinceridad en los suyos, no había ni una pizca de broma en sus palabras o en su rostro. En las veces que tuvimos la pérdida de moral, nunca hablamos sobre sentimientos, pues yo sentía tanto por Eder, que lo que Tobías pudiera decir, no tendría tanta fuerza.

Desvío la mirada al frente, topando con una pareja, la chica está sentada en un banco, cargando un bebé, mientras el chico corre detrás de un niño que no debe de tener más de cuatro años. Se les ve felices, como si solo ellos importaran; están resguardados por la burbuja que crearon como su mundo.

—Por eso supe que no podríamos estar juntos a largo plazo.

—¿Por mis sentimientos hacia Eder? —pregunté fijándome en él, pero su mirada estaba perdida en la feliz pareja. Negó con la cabeza.

—Porque él puede darte algo que yo no. —No entendí sus palabras y él lo notó al girar la cabeza y observarme; sonrió de lado y se puso de pie.

—¿Estabilidad emocional? —tanteé.

—Ambos sabemos que eso no depende de Eder ni de mí; ya eras inestable desde antes de que te conociéramos.

Reí y le di la razón, ellos solo empeoraron un poquito las cosas dentro de mi cabeza, después de arreglarlas. Fueron un arma de doble filo.

—Entonces, ¿a qué te refieres?

—Él es hombre de familia, no yo. —Mi corazón se apretó con sus palabras y mi estómago se encogió, tragué saliva y asentí—. Debo ir a trabajar.

—¿En un sábado?

—Correcto, solo quiero mantener distancia contigo. No importe cuanto lo intente, seguirás eligiéndolo. O al anciano ese.

—Tiene treinta y nueve —digo mientras rio. Se encogió de hombros.

—Un vejestorio para mí. Adiós, Amanda.

La palabra de cinco letras se quedó atascada en mi garganta y solo lo observé marcharse sin mirar atrás. No pude despedirme pues una parte de mí sabe que serán las últimas palabras que le dirija, pero otra parte de mí piensa lo contrario al tener una persona desarrollándose en mi útero.

"Él es hombre de familia, no yo", dijo sin estar consciente de que esas palabras significan más para mí de lo que cree. Sí amo a alguien, puedo estar a su lado mientras toma la decisión de ser padre, pero ahora que estoy embarazada, no puedo solamente soltarlo porque no sé quién es el padre y, aparentemente, ninguno quiere serlo.

Uno no se siente con la capacidad y otro simplemente no quiere tener algo con un asco de persona como yo.

Con una gran exhalación, me pongo de pie para emprender mi regreso a casa de Adán.


:= Adán =:

Casi es hora de dormir y aún no le digo a Amanda que mañana tenemos una reunión con mis padres y hermanos para volver a ser una familia y, de paso, presentar a mi...

Después de tanta charla, no hemos definido la relación de extraños que tenemos. No puedo decir que es mi novia porque no lo es y ni siquiera lo estamos intentando, ella está superando a su exnovio y yo a la mía, no podemos simplemente entrar a una relación solo porque yo tengo crisis de edad sobre morir solo.

—He notado que cuando estas mucho tiempo callado, tiendes a pensar mucho y de manera dramática.

¿Acaso es bruja? De acuerdo, no lo voy a negar, pero no tengo la culpa de que el dramatismo sea parte vital de mi vida. Algunas veces me gusta pensar en todas las situaciones posibles, así sean malas o buenas, para que ninguna me tome por sorpresa. Sí por eso quiere llamarme dramático, no voy a debatir.

Termino de secar el último plato y colocarlo en su lugar. Algunas gotas mojan sus hombros al caer de su cabello húmedo por la ducha. Debo admitir que Adara tiene razón al decir que parece una adolescente, tiene una piel sin ninguna marca de la edad, grandes ojos marrones y unos bonitos labios rosados, a eso sumándole las diminutas y pocas pecas en sus mejillas y nariz que le dan un aspecto de juventud infinita.

También entiendo porqué tiene a dos chicos peleando por ella, al menos ellos dan la cara, porque estoy seguro que habrá más enamorados por ahí escondidos a la espera de que los dos grandes guerreros se rindan y ellos puedan rescatar a la princesa de la torre.

Bien, soy muy dramático para mi bien.

Me pasé los dedos por el cabello y dejé de hacerlo cuando recordé que es el movimiento que hago cuando estoy nervioso. Solo le preguntaré, la de vivir juntos no salió tan mal, aquí esta, ¿no?

—Sopeso mucho sobre las cosas que puedan pasar.

—En este caso, el tema es...

—La comida de mañana con mis padre y hermanos —solté y sus labios se separaron un poco de la sorpresa—. También estás invitada.

No tardó mucho en salir de su asombro y asentir.

—No suena mal. Buenas noches, Adán.

Besa mi mejilla y la observo entrar a su habitación. Creo que eso fue una señal de que mantendremos la relación solo en amigos; sí, no suena tan mal eso. Ahora debo pensar en cómo le diré a mis padres que tendré un hijo después de que en tres días sería mi boda con Zoey.

Al menos no pueden matarme con testigos que no son de la familia y dudo que lastimen a Amanda solo para mantenerla callada. Eso sí, no puedo hacer nada contra la sandalia voladora de mamá ni la mirada endurecida de mi padre.

Mañana será un buen día.


Por eso me gusta sonar dramático mientras imagino los distintos escenarios sobre lo que podría pasar en una situación para que nada me tome por sorpresa.

—No sé si la mala suerte la tengas tú o yo —murmura Amanda a mi lado en la mesa en el jardín trasero de la casa de mis padres.

—Creo que se están sumando o una opaca a la otra —contesté estirando el brazo para tomar el vaso de agua de sandía.

—¡Mamá, creí decirte que era una comida familiar! —vociferó Adara desde la entrada del jardín, sosteniendo una charola de frutas.

—Zoey es de la familia. Es mi nuera.

—Y por eso llegó con José. No sabía que teníamos otro hermano.

Decido mantenerme callado y dejar que mis hermanos hablen por mí en esta disputa que posiblemente se dará en muchas reuniones familiares. Tengo que intentar verme como un adulto al que no le importa ver a su exprometida con otro, y menos con su primo.

Algunas veces Lidia le mete a Abel pedazos de fruta a la boca para que se calle y deje de decir sus frases sacadas de contexto. No hay nadie que distraiga a Adara, que solo dice, cruzada de brazos y con una mueca de hastío, que esto era una comida exclusiva para la familia Ramírez–Meza. Entonces fue momento de José de señalar a Amanda.

—Ella no es de la familia, entonces. Al menos yo tengo el apellido Meza.

Apreté el tenedor en mi mano y miré mal la sonrisa de idiota que parece nunca irse de su endemoniado rostro. Me pone mal tener que pensar siquiera en compartir el oxígeno con él, ahora no me imagino la tortura que será comer en la misma mesa.

—Ella... —empiezo a hablar, pero me veo interrumpida.

—Ella tiene más derecho a estar aquí que nosotros. —Creo que todos quedamos sorprendidos ante las palabras de Zoey, que toma su bolso y se pone de pie, jalando a José del brazo—. Nos pasamos a retirar, no queremos incomodar a nadie.

Papá se encargó de meter un pan en la boca de su esposa cuando iba a protestar y no tuvo opción de quitárselo, pues llevaba una charola en sus manos. Observamos a Zoey y José alejarse sin decir nada ni voltear a vernos. El silencio perduró un tiempo hasta que mi sobrina se acercó a sus padres pidiendo un vaso de agua.

—¿Solo a mí me pareció extraña su actitud?

—No todas son tan maleducadas como tú, hermanita.

—Que mal por ti, Abel, porque tú me criaste. Mejor divórciate, Lidia, aún tienes tiempo de criar bien a Luz.

—Por ser familia te hago descuento en el caso —continuo con la broma, ganándome un sandillazo en la mejilla.

A lo largo de la comida y la conversación, intentaba meter a Amanda para que no se sintiese desplazada o ignorada, hasta me sorprendió que Adara se comportara y la incluyera preguntándole sobre su trabajo y su vida.

Contó un poco de sus padres y algunos recuerdos de una niña que se divertía en los columpios de su casa mientras su padre la empujaba desde atrás. Pude notar que le cayó bien a mi madre cuando la miró y sonrió con cariño. No sé qué estén pensando sobre el tipo de relación que tengo con ella, pero en este momento eso no me importa, y parece que tampoco a ellos, pues solo se dedican a tratarla como un miembro de la familia más.

Quizás pueda guardar el secreto del embarazo un poco más. No es como si se le fuera a notar el día de mañana, primero debo de preparar el terreno y evitar que las buenas vibras se esfumen cuando piensen lo peor al decirles que seré padre y que se formen ideas en su cabeza sobre que engañé a Zoey en nuestra relación.






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