Bruno Ranieri sabe que la tentación es peligrosa. Sabe que, si te descuidas, puede arrancarte la voluntad, el orgullo y, si no corres con suerte, el corazón.
Sabe que Andrea Roldán es la criatura más odiosa con la que ha tenido la desdicha de toparse... Y también sabe que no puede sacársela de la cabeza.
Contra todo pronóstico, Andrea lo tienta. Lo exaspera. Lo lleva al borde de sus cabales y lo vuelve loco. Bruno sabe que está jugando un juego peligroso. Que no debería querer besarla y desear hacerle cosas impronunciables... pero lo hace.
Andrea siempre supo que Bruno sería su perdición.
Lo supo a sus dieciséis —cuando le hizo añicos el corazón y le arrancó de tajo las ilusiones—, y lo sabe ahora, que el destino —cruel y despiadado— lo ha traído de vuelta a su camino.
Bruno es todo aquello que detesta. Todo eso que la vuelve loca y enciende cosas que no sabía que podía llegar a sentir.
Porque una cosa es odiar al chico que te rompió el corazón en el bachillerato y otra muy distinta es poder quitarle los ojos de encima al insoportablemente atractivo abogado en el que se ha convertido.
Obligados a vivir bajo el mismo techo, —y siendo cada vez más difícil mantener las manos quietas— ambos descubrirán lo fácil que es sucumbir ante las tentaciones y será cuestión de tiempo para que terminen amándose... o sacándose los ojos.