Te propongo un desliz

By N_Jairi

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Amanda acaba de salir de una relación de años por un error que cometió. Ahora, a sus 25 años, debe afrontar q... More

UNO
TRES
CUATRO
CINCO
SEIS
SIETE
OCHO
NUEVE
DÍEZ
ONCE
DOCE
TRECE
CATORCE
QUINCE
DIECISÉIS
DIECISIETE
DIECIOCHO
DIECINUEVE
VEINTE
VEINTIUNO
VEINTIDÓS
VEINTITRÉS
VEINTICUATRO
VEINTICINCO
VEINTISÉIS
VEINTISIETE
VEINTIOCHO
VEINTINUEVE
TREINTA
TREINTA Y UNO
TREINTA Y DOS
TREINTA Y TRES
TREINTA Y CUATRO
TREINTA Y CINCO
TREINTA Y SEIS
TREINTA Y SIETE
TREINTA Y OCHO
TREINTA Y NUEVE
CUARENTA
CUARENTA Y UNO
CUARENTA Y DOS
CUARENTA Y TRES
CUARENTA Y CUATRO
CUARENTA Y CINCO
CUARENTA Y SEIS
CUARENTA Y SIETE
CUARENTA Y OCHO
CUARENTA Y NUEVE
CINCUENTA [Final]
EPÍLOGO
Extra #1

DOS

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By N_Jairi


La cabeza me punza y no es exactamente por el alcohol que ingerí anoche. Es por las pocas horas de sueño que tuve.

Pero no voy a dejar que la traición de Zoey detenga mi vida. Si seré soltero, seré uno codiciado. Ya no puedo hacer una fortuna, pero al menos puedo hacer ejercicio para tener algo rescatable en mi persona. Dicen que los 40 son los mejores años de un hombre, y quiero entrar con pie de plomo.

Me pongo la ropa de deporte que comenzaba a olvidar y me dispongo a salir de casa, con Picky guiando mis pasos.

¿Y si ese fue el problema? Quizá descuidé mi imagen y por eso Zoey se fue con alguien mucho más joven. O mucho más rico. O ambas cosas.

No, deja de martirizarte.

Emprendo mi caminata al parque, pensando en lo que diré esa tarde a mi familia. Zoey se fue, debo superarlo y no estancarme. Tengo muchas cosas por hacer, una de ellas es cancelar a la wedding planner y que ella se encargue de hablarle a los invitados. El siguiente es ir al despacho y buscar un caso que me mantenga distraído.

Coloco mis audífonos al llegar al parque casi desierto por la hora de la mañana, subo el cierre de mi sudadera y comienzo a correr con Picky siguiéndome.

Mi condición es tan mala que no logro completar ni una vuelta cuando ya empiezo a jadear y a cansarme. Quizá lo mejor sería no correr con la cachorra, pues su velocidad es mayor a la mía.

Me detengo a respirar, colocando las manos sobre las rodillas.

Esto de renacer como un Robert Downey Jr. no está funcionando. ¿Y sí me dejo la barba?

¿Estás baboso? Ya tienes barba.

Me llevo la mano a la cara, sintiéndola. Es verdad, tengo barba y no funciona. Quizá no funciona en mortales.

Miro a Picky, sentada en el pasto, comiéndoselo, y sonrío. Es una buena perra, recuerdo cuando se alborotaba cada que Zoey llegaba del trabajo, le festejaba más que a mí, y me duele que ella se quedará esperando a que vuelva a cruzar por la puerta.

Aunque no será la única esperando.

—Vayamos a casa.

Salí de la pista y anduve por el pasto, con Picky corriendo libre por él, persiguiendo a las mariposas blancas de la mañana. Detengo mi andar y frunzo el ceño al ver una abundante maraña de cabellos rizados.

La chica se balancea en el columpio, está de espaldas a mí, pero algo —el cabello— me dice que es la misma de ayer en el bar.

Me debato entre acercarme o alejarme, no sé qué hará tan temprano en un balancín, pero divertirse es claro que no.

Me fijé en mi reloj para saber la hora; si me acercaba, no perdía nada, pues aún faltaba mucho para la fiesta, y todos los pendientes que enumeré al salir de casa esa mañana se evaporaron como mis ganas de hacer ejercicio.

Con un encogimiento de hombros me acerqué a ella, no dije nada ni saludé, solo llegué y me senté en el columpio a su lado. Por suerte anoche no llovió, o ahorita estaría con el pantalón en una situación muy incómoda.

Mirándola de reojo noté que llevaba puesto lo mismo de ayer. ¿Se lo puso otra vez o no volvió a casa? Si es la segunda opción, ¿por qué no volvería, sería que vivía con su antiguo novio?

Sí es así, mi más sentido pésame. Al menos Zoey vivía en mi casa, así fue ella la que se marchó. Aunque no dudo en que se haya ido con el otro.

Harto del silencio, comienzo a balancearme, Picky, acostada a unos metros, voltea a verme cuando chillan las cadenas.

—No pareces alguien que se columpia.

La miré y frené con mis pies, levantando polvo. Parecía desganada y fijándome más, tiene unas grandes ojeras, evidenciando qué pasó la noche en vela, en este frío parque. Por lo menos es verano y de frío no tiene mucho.

—No pareces alguien qué pasa la noche en parques —contraataco un poco ofendido. Que casi cumpla cuarenta no quiere decir que no puedo balancearme en un columpio y divertirme. Es más, pondré uno en el patio de la casa, de adorno, porque si me balanceo, termino estampado en los muros.

Ella suelta una exhalación parecida a una risa. Me fijo en el sobre en sus piernas y me pregunto si es el mismo de ayer. Abierto no está y tal parece, no quiere abrirlo.

—¿Qué hay en el sobre?

Sus ojos marrones se fijaron en los míos y sonrió.

—Mi sentencia de muerte.

—Que intenso —abro mis ojos con sorpresa. Ella ríe y noto como sus hombros se relajan.

—Solo estoy dramatizando. —Bajó la mirada al sobre—. Ayer me hice unos estudios, pero no soy capaz de ver el resultado.

—¿Por qué no? Es mejor saber si vas a morir o no.

—¡Te dije que dramaticé! —Levanté las palmas en son de paz, ella soltó un suspiro y tomó el sobre entre sus manos, como si fuera el boleto dorado de Willy Wonka—. No quiero abrirlo, porque entonces será real —explicó.

Asentí y miré una vez más a Picky antes de ponerme de pie y acuclillarme frente a la chica. ¿Será que realmente está enferma y morirá? Sí es así, ¿qué le puedo decir sin ser tan cruel?

—Si no lo abres, también será real, solo que no lo sabrás y estarás en negación —opté por algo más filosófico que realista. Sus ojos se posaron en los míos por unos segundos antes de extender el sobre hacia mí.

—No te conozco ni tú a mí, pero, ¿podrías abrirlo por mí?

La miré con pena, asintiendo. No es la primera vez que doy malas noticias, ser abogado no es un trabajo sencillo. Tiene la misma carga emocional que la de un médico al decirle a un pariente que su paciente murió.

Sin prisas abrí el papel, sacando su contenido, identifiqué el nombre de un laboratorio clínico y desdoblé los resultados de la chica. No me fijé en nada más que en lo que estaba subrayado de verde.

"HGC: POSITIVO"

Fruncí el ceño. ¿HGC? ¿Eso es una nueva enfermedad? ¿Acaso es un nuevo virus de la familia del hepatitis C? ¿Será contagioso? Miré a la chica con alarma, ¿¡ahora yo también estoy contagiado?!

¡Eso quiere decir que voy a morir! Y todo por andar de metiche con una chica que bien podría dejarla morir sola en este parque.

Hola, Dios, sé que no soy de hablarte mucho, bueno, no soy de hablarte, pero me gustaría pedirte que me dejes entrar a tu reino, sí no es mucho pedir.

—¿Qué dice? —la voz asustadiza de la chica me sacó de mi conversación con el Todopoderoso.

—Que te vas morir, fue un gusto conocerte. Te estrecharía la mano, pero no quiero morir también. —Ella frunció el ceño y me arrebató el papel. Me puse de pie de un salto justo cuando soltó una carcajada con ganas, echando la cabeza hacia atrás.

La miré mal. Quizá este nuevo virus mutado del hepatitis es capaz de llegar al cerebro y volver locas a las personas. ¡El virus de las vacas locas ha mutado!

Miré a mi cachorra, debo buscar un lugar seguro. Uno como quiera, pero las criaturas no pueden enfermarse.

—No voy a morir —soltó entre risas, pero realmente no le creo, di varios pasos lejos de ella; nadie me asegura que en cualquier momento se volvería una zombie—. Al menos no por ahora.

Ay, güey, el virus sí afectó su cerebro.

—Sí... —retrocedí y me agaché para tomar la correa de Picky, estoy dispuesto a correr hasta la casa si hace falta—, deberías usar cubrebocas.

Ella blanqueó sus ojos y se puso de pie. Miré al cielo e imploré piedad por mi alma y la de mi mascota.

—HGC es la hormona gónodatropina coreónica.

Tantito peor, el virus mutó a hormona.

El juicio final ha llegado señores y... un segundo. Hice memoria de mis antiguas clases de biología, cuando aún asistía a la preparatoria, hace más de 20 años.

Solté la correa y abrí mis labios y ojos.

HGC no es un virus mutado, es un bebé. ¡La chica de bar estaba embarazada! ¿Qué hacía en un bar estando embarazada? Eso es una irresponsabilidad.

Estaba bebiendo jugo de arándanos.

—Estás embarazada —afirmé, creo, honestamente siento que lo dije solo para que ella lo confirmara y mi cerebro no siguiera haciendo teorías de mutaciones en los ARN de los virus.

Ella hace una mueca y vuelve a sentarse en el fierro.

—Lo estoy.

—¿El padre lo sabe?

Su cara esbozó una sonrisa triste y me miró con ojos llorosos. Negó con la cabeza.

—Ni siquiera sé quién es.

Vuelvo a decir, qué intensidad.

¿Acaso todas las mujeres engañan a sus novios? Que mal servicio del género, mejor hubiera sido gay.

—Mis padres me matarán. —Se cubre el rostro y escucho como suelta sus sollozos—. Ellos querían que lo hiciera bien, que me casara y después formara mi familia, ¡pero no! Siempre hago todo lo contrario. Soy una vergüenza para ellos.

Solté el aire y miré a las personas llegar al parque y empezar a correr. Así como lo dice, parece que sus padres la dejarán en la calle por haberse embarazado.

—Soy una mala hija —continúa lamentándose—, me correrán de la familia y no tendré a nadie como mi apoyo. —Levanta la mirada hacia mí y hace una mueca—. Ni siquiera tengo amigos, ¿sabes? Terminan enfadándose de mí.

»¿Qué puedo hacer ahora?

La desesperación en sus ojos despertó mi sistema de alerta. Parecía una chiquilla que se había perdido en un supermercado y buscaba a su madre.

A ver, debo organizar toda la información que me dio para darle una respuesta clara y concisa. Tomé asiento en el columpio libre, ordenando todo.

La miré de reojo y después a Picky, como si ella pudiera darme ese empujón a lo que mi mente acababa de formar.

—Creo que podemos ayudarnos mutuamente —solté sin dudar, observándola,

—¿Qué? —Sonreí ante su confusión. Sí, hasta para mí era una locura, pero nada perdía.

Casi cumples cuarenta, hazlo, no seas cobarde.

—Tengo treinta y nueve años, una boda cancelada y posiblemente esté soltero lo que resta de mi vida. Si no sabes quién es el padre, yo puedo serlo.

Sus ojos me miraron como si hubiera perdido la cabeza, y quizá fue así, pero mi desesperación —esa crisis que llega con la edad— no me dejó retractarme.

—Te propongo un desliz.



▪️🔲▪️

Es que yo amo las propuestas indecentes qué hacen parecer a los personajes como si estuvieran locos jajajaja.

Nos leemos después  💋

▪️22/06/20▪️

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