Ambición.

nickrespin tarafından

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La dependencia es un estado físico y mental al que Alessia se niega ser una adicta. Ella es un mujer que ha... Daha Fazla

♣ADVERTENCIA♣
Epígrafe.
Sinopsis
♣PRÓLOGO♣
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Extra Matías
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 12/2
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 15/2
Capítulo 16
Extra Javier
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Extra Vilma
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 32/2
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
EXTRA VYSHE
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capítulo 60
Capítulo 61
Capítulo 62
Capítulo 63
Capítulo 64
Final
Epílogo

Capítulo 30

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nickrespin tarafından


Believer - Imagine Dragons. One hour..

—¡Oleg, maldita bestia! —vuelvo a gritar.

Mi sangre hierve de ira, Oleg es una bestia en todo el sentido, solo a él se le ocurre tenerme encerrada en quien sabe donde.

Luego de descubrir el animal de plástico que tenía Mariana, todo se descontroló.

Debo de admitir que al principio no lo sabía, pero eso no evito que una corriente eléctrica se posara en mi columna vertebral y...

El pánico fue sustituido por enojo.

En ese momento no pensé en mi fobia y todo lo que la misma conlleva. Lo único que cruzó por mi mente fue que Mariana quería verme vulnerable a plena luz del día. Jamás lo volverá hacer, de eso no tengo dudas.

No tengo miedo de estar reprimiendo todo lo que siento, porque nunca abra un punto de quiebre.

>>¡Sé lo que harás, déjame presenciarlo! —repito. —¡Oleg, sácame de aquí! —sé que le dejara las cosas claras, pero el dialogo a estas alturas no es algo que me tranquilice.

Sigo golpeando la puerta en la que Iván me encerró por órdenes de la bestia.

El cuarto consta de un escritorio, una mesita de bar, algunos estantes con algo que no me detengo a detallar.

Mis nudillos enrojecen por el constante toque, suelto otras maldiciones no solo por la situación, sino también por las pulsadas que han empezado a surgir en el lugar que me mordió el animal, a eso se le suma el dolor que empezó cuando seguí a Rustam.

Lo que me inyecto Oleg me ayudo mucho, pero los movimientos bruscos contrarrestaron el efecto.

Creo que en estos momentos Rustam me está odiando, le di una bofetada cuando casi me atropella.

Luego de que Oleg y los demás emprendieran viaje le exigí a él que me llevara, al no hacerlo me metí en su camino y por poco no termine en el capo del auto.

Cuando bajo golpee su pecho incontables veces, le di en sus partes íntimas como última alternativa, lo que provocó que soltará barbaridades en su idioma.

Aproveche ese momento para subirme a la camioneta que él manejaba y seguir a las tres que ya se habían marchado.

Mi intención era dejarlo, pero fue más veloz y se subió al puesto de copiloto cuando pise el acelerador con el objetivo de alcanzar a los demás. Él iba en silencio, pero era evidente que estaba molesto.

Al llegar a un lugar desolado me bajé del auto siguiendo a Caleb con el propósito de encontrar a Oleg y presenciar lo que le iba a decir a Mariana.

A medio camino Iván me detuvo y aunque le exigí que me soltara no lo hizo. Las palabras de Oleg me molestaron y gracias a ellas Iván no me soltó hasta que me dejo en este maldito sitio.

>>No seas un cobarde y déjame salir, hijo de put... —Me enderezo... las palabras quedan en mi garganta cuando un grito desgarrador invade el lugar.

¿Es lo que creo que es?

Mis gritos de rabia son sustituidos por los de ella, con la diferencia de que los suyos son de horror. Poso la mano en la puerta escuchando cada lamento y suplica por Mariana.

Un sonido de algo chispeante es el detonador de los gritos de la misma. Trago grueso. Me estremezco al escuchar como pide piedad, sus palabras son cortadas por algo que asumo son azotes y posterior sus gritos.

Por mucho que me odiaras no lo merecía, y así como esa noche no te importé, a mí tampoco me importaras cuando tenga la oportunidad de salvarte.

Recuerdo las palabras que le dije el día de la conmemoración. Sonrío, porque jamás imagine que su condena estaba en odiarme.

—¡Oleg, te lo suplico, ya no sigas! —chilla. —Noo, mi amor porque me haces esto, yo te amo. ¡AHHH! —grita.

Una gota de sudor baja por mí frente al escuchar sus palabras, que varias quedan a medias por sus gritos.

>>Dejé a mi familia por ti, creí que sentías algo por mí. —más gritos. —¡Suéltame! Te juro que no le diré nada a nadie, ni a mi familia, ni a la organización, mucho menos a mi hermana pero... ¡No, ahh!—el dolor en sus palabras se hace cada vez más evidente. —¡No por ella, Oleg! No te merece, entiéndelo, es una maldita...

Recuesto mi frente en la puerta mientras sigo escuchando cada lamento, grito, suplica y... me quedo en silencio procesando lo que eso significa.

La está haciendo pagar, ¿Ya se abra dado cuenta que ella fue quien la dejo en mi cama? Con lo de la víbora de juguete se delató, aunque yo siempre supe que fue ella.

—¡Silencio! —exige Oleg.

No me da lástima, no siento empatía ni pena, mucho menos me compadezco de ella.

Eso me hace un ser repugnante, lo reconozco y sé que está mal, sin embargo, algo se despierta dentro de mí, imaginando lo que pueden estar haciendo con ella.

Deseo verlo, deseo contribuir, deseo ver el rostro de la bestia cuando provoque cada grito.

Mi respiración se agita y no logro entender de donde viene el éxtasis que me invade. Cada súplica es como una recarga de adrenalina.

Hago puños mientras respiro por la boca y saboreo mis labios ansiando ver a la bestia, quizá sea absurdo amar que haga daño, pero algo dentro de mí me asegura que Oleg no me haría daño.

Es inmoral que por nuestra retorcida relación se sienta en la obligación de hacerla pagar, pero me llena de orgullo saber hasta donde es capaz de llegar por mí.

Es probable que ya lo haya hecho antes, es un agente y este puede ser su pan de cada día, pero saber que yo tengo influencias es sus actos, me sube el ego a niveles alarmantes.

No puedo sentir tanto placer y morbo al saber que la bestia, al igual que yo, cuando se trata del otro no tiene límites.

El tiempo pasa y a estas alturas no tengo ni puta idea que hacer con mis pensamientos.

Me separo de la puerta cuando la voz de Mariana cada vez se hace más amortiguada hasta el punto de ya no escucharse nada de su parte.

Los murmullos de los hombres de afuera se hacen presente, al igual que sus pasos subiendo la escalera.

—Llévatela a la mansión. —ordena Oleg. —Véndala y si se resiste tienes mi permiso para sedarla.

—Como ordene, Superior. —responde Iván.

Me separo aún más de la puerta, la indignación se apodera de mi cuerpo y no dudo en esconderme, me meto bajo el escritorio a la espera de que entre el agente.

Oleg está demente si cree que voy a permitir que me seden.

Los malditos sedantes me pusieron al borde de la muerte, en el colapso que sufrió mi sistema luego de regresar de Colombia.

Sé que ellos no lo saben porque de los malditos que están en OFR, Damián es el único que sabe que mi sistema podría sufrir otro colapso si me lo suministran.

Aparte que no voy a permitir que me dejen en la inconsciencia. Antes de que Iván abra tomo una botella de alcohol que se encontraba en el escritorio.

—¿Alessia? —escucho el crujir de la madera tras sus pasos. —Es hora de irnos, Oleg nos espera abajo. —destapo la botella con amargura consciente que me está mintiendo.

Oleg no está abajo... él quiere que me vaya.

Iván, al igual que los demás, deben de enterarse de que a mí no me gustan las mentiras y si las hay solo serán de mi parte. Los pasos se escuchan más cerca hasta que los logro visualizar sus zapatos. Sonrío cuando se detiene.

Sabe que estoy abajo, espero paciente a que se agache, no pasa mucho tiempo cuando veo sus rodillas y posterior su rostro que me muestra una sonrisa.

>>No tengas miedo, nada de lo que escuchaste va a pasarte. —me da una sonrisa tranquilizadora. —¿Alessia?

Su rostro muestra incredulidad cuando le devuelvo la sonrisa con picardía.

—Soy consiente de que el daño, nunca me lo causaran a mí. —acepto. —Nunca permitiría que me pusieran un dedo encima, pero no puedo decir lo mismo de los mentirosos subordinados.

Abre los ojos al darse cuenta de lo que tengo en mis manos y antes de que pueda alejarse lanzo en líquido marrón en dirección a su rostro, tengo el cuidado que solamente sean gotas las que se acerque a sus ojos.

Lo estoy quemando.

—¡Mierda! —grita y sigue maldiciendo llevándose las manos a su rostro cuando siente el ardor que le he provocado.

Se deja caer dándome el espacio para salir.

—No es personal, Iván. —aclaro. —¡Tu esposa me cae bien!

Corro cuando él empieza a advertir a los demás.

Eso es traición.

Salgo como alma que lleva el diablo huyendo de los agentes.

No me negarás las respuestas que necesito, Oleg.

Ignoro la sangre que hay en la planta baja, al igual que una mesa con objetos cubiertos por una sábana blanca manchada del mismo líquido carmesí.

Corro más rápido al visualizar que Caleb viene en mi dirección. Entro a la primera puerta que encuentro y la cierro con pestillo tratando que mi respiración se calme.

Muerdo mi labio para evitar gritar por el dolor de mi pierna.

¡Mierda, necesito que Oleg me suministre más de lo de esta mañana!

—Alessia, sal de allí de inmediato. —advierte Caleb. —Te prometo que no te haré daño, pero sal de allí.

No sé por qué todos piensan que tengo miedo.

Me doy la vuelta recargando mi cuerpo en la puerta. Mantengo mis ojos cerrados escuchando las palabras del agente que ahora suenan como una súplica. Arrugo las cejas.

Abro los ojos y mi mirada se llena de morbo, y un poco de terror de mi primer pensamiento, está frente a mí y en lugar de miedo siento atracción.

Mierda, algo en mí no está bien, porque no puede ser normal que en ese estado, lo desee tanto.

Dejo de escuchar a Caleb analizando al hombre que irradia tanta oscuridad, poder, soberbia, ego y... simplemente es Oleg Bogdánov.

Su rostro no está inexpresivo como siempre, ahora cada facción está tensa, marcadas y cubiertas con una fina capa de sudor, sus cejas fruncidas irradian su enojo.

Relamo mis labios.

No me limito en recorrer cada parte de su anatomía cubierta con sangre. Este hombre entre más bestia, más me atrae. Su rostro tiene salpicaduras de sangre al igual que sus brazos, su playera se ve como si tuviera una herida en el pecho.

Oh cargo un cuerpo ensangrentado.

Me separo de la puerta dando algunos pasos en su dirección.

Él, por el contrario, se queda en el mismo lugar observándome como si de una presa se tratase. Ignoro los llamados de Caleb que ahora se le han sumado los de Iván.

Mis pies se detienen cuando chocan con los suyos, alzo el mentón para verlo con mayor detenimiento.

Levanto mi mano, pero antes de llegar a su rostro él la detiene, el agarre es brusco y fuerte. Muerdo mi labio conteniendo el gemido que me ha provocado su toque.

—Vete. —demanda.

No me inmuto al escuchar el tono con el que me lo dijo, por el contrario, me pongo de puntillas y alzo mi otra mano para llevarla detrás de su cuello, obligándolo a que baje el rostro.

Su frente queda sobre la mía, nuestros alientos mezclándose por la cercanía.

—Eres un ser despreciable, no sabes cuanto te detesto. —susurro sobre sus labios.

Su agarre suelta mi mano y se posa en mi cuello con posesividad.

—Vete. —reitera y puedo sentir como se tensa.

—El deseo es mutuo bestia. —muerdo mi labio. —No te contengas.

Con mi otra mano intento limpiar una gota de sangre cerca de su labio, pero el desastre que provoco lleva mi deseo a niveles que no conocía.

Me excita más de lo que voy a admitir.

Alessia, te lo advierto, ¡Vete! —niego.

A otra con tus exigencias. —reprocho.

Corto la poca distancia y muerdo fuertemente su labio inferior antes de apoderarme del mismo intentando calmar el dolor que le cause.

No quiero que se abstenga a algo que ambos deseamos.

Gira mi cabeza dándonos más acceso, la agresividad con la que responde mi beso me alienta a continuar.

Le gusta y aún no entiendo por qué siempre quiere reprimir sus deseos.

Siento el sabor metálico de la sangre en mi lengua, mierda, me separo solo para observar que yo provoque una leve grita en su labio.

¡Oh, por Dios!

De ella se visualiza un punto rojo, dirijo mi vista a la suya viendo como la pupila de sus ojos se ha convertido en una profundidad mayor de cuando entre.

Me encantan sus facetas de mierda, pero esta las supera.

Paso mi lengua sobre su labio saboreando el sabor de su sangre.

—Eres una maldita caprichosa, te dije que te fueras. —susurra con rabia. —Detesto tanto cuando tus caprichos le ganan a mi cordura.

—Espero que mi acción te demuestre que no permitiré que huyas cuando pienses que no estoy a la altura de tus demonios.

—Nunca he dudado de tu locura.

—Entonces disfrutemos de los placeres que generan tus demonios junto a los míos que está enjaulados y rasgando mi tórax por llegar a los tuyos.

Su otra mano se posa en mi pierna lastimada, la alza y la pone alrededor de él, el dolor no se hace esperar, pero en lo único que puedo pensar es en el cosquilleo que siento en mí intimida.

¡Ay, señor, cógeme confesada!

Cierro los ojos sintiendo como su dureza se presiona en mi clítoris sensible.

—самая сумасшедшая и самая вкусная женщина, которую я когда-либо пробовал. —suelta en su idioma.

—Tú eres la bestia más irritante y fastidiosa que he conocido. —susurro.

Lo vuelvo a besar sintiendo dolor en mi muslo cuando ejerce más presión, al igual que en mi cuello. Quiero restregarme contra él y me frustra que impida cada movimiento.

Quito mi mano de su cuello y llevo ambas a su playera manchada de sangre.

El olor está impregnado en todo el lugar haciéndome perder el control momentáneamente. Aun sosteniendo mi pierna en medio de un feroz beso baja su mano a la pretina de mi short.

Me transmite su enojo al percatarse que el traje de baño es un impedimento para sus deseos. Con la intención de que siga tocándome llevo su mano a mi pecho, el cual estruja con fuerza. Gimo.

—Eres una maldita loca que juega con algo que después no podrás soportar.

Esto es la gloria.

—Pruébame, sé que no te decepcionaras. 

No me importa que haya agentes afuera, mismos que desde que empezamos a tocarnos se callaron sabiendo lo que estaba pasando dentro de estas paredes.

No sé si fue por respeto o porque su jefe los sancionaría al escuchar lo que pasa dentro del sitio.

Debo admitir que no me importa que ahora sean sus amigos los que nos escuchan, de hecho me alienta a ser más ruidosa para incomodarlos.

No me importa estar siendo catalogada por los peores adjetivos, porque quien está disfrutando del deseo carnal desde hace seis meses con el ruso soy yo.

Yo recibo su dureza.

Yo obtengo embestidas.

Yo disfruto de sus toques agresivos.

Yo percibo sus caricias.

Yo soy la dueña de su placer.

No solo eso, sino que yo satisfago sus deseos.

Yo lo tengo en mi cama cuando quiero

Yo tengo su atención.

Yo soy su protegida.

Además, yo estoy encima de él cuando se me antoja, y por supuesto, soy yo soy la única mujer que ha logrado que pierda el control.

Yo soy la excepción.

Seremos la perdición del otro si no le bajamos a nuestro nivel de posesividad, porque aunque odie mis pensamientos, no puedo evitar sentirme dueña de algo que no tendría que tener dueño.

—Tu deseo junto a mis ganas causaran demasiados daños.

—Y pregúntame cuanto me importan los daños que podamos causar. —sonrío sobre su boca. —Además, no continuaría si no supiera que a ti también te importa una mierda los demás. —muerdo su labio.

>>Mientras estemos en los brazos del otro y nuestro sudor se confunda cuando el placer no encuentre un límite. Todo estará bien. —confieso antes de volver a apoderarme de los suyos. 

Separa sus labios de los míos y los baja a mi barbilla en donde muerde y chupa calmando el hormigueo, con la lengua o sus labios.

—Tus pensamientos nubla la razón.

—No quieras culparme de tus deseos. —gimo. —Me encanta. —acepto.

Sigue dando leves mordiscos que acompaña con las presiones que les hace a nuestros sexos. Mis pezones sé erecta gracias a la posesividad de como los toma.

—Necesito respuestas. —abro los ojos incrédula.

—¿Qué? —deja una última mordida en mi barbilla antes de alzar el rostro.

Sé que esta está excitado, su dureza me lo confirma, pero su rostro no deja de estar furioso.

—Fuiste a Colombia. —arrugo las cejas. —Fui claro al decirte que no lo hicieras y como siempre haces lo que se te dé la gana ignorando el peligro.

Intento separarme, pero su agarre no se suaviza y me impide bajar la pierna.

Creí que nuestra última follada era para empezar de nuevo, pero él no tiene el mismo concepto de lo que es una reconciliación con sabor.

—Oleg no empieces con tus absurdas suposiciones. —niego con frustración. —Te dije que me iría por una propuesta de trabajo, te lo dije en la cena antes que tu madre y tu sobrino llegaran. No me paso nada y eso debe ser suficiente para que lo olvides.

—Sigues sin entender que no puedes andar como si nada. —su tono es intimidante. —Te sientes insegura y aun así te arriesgas a irte del país.

—Yo no me siento insegura. —espeto.

—No me mientas, Alessia. —gimo al sentir su embestida. —Desde lo del ataque en el parque estás alerta, de otra forma, como explicas la seguridad que pusiste a tu madre y hermana. —me estremezco.

—¿Cómo sabes que...? —callo.

Fui yo quien lo insinuó en una de nuestras llamadas cuando estaba en Colombia.

—Te dije que no tenías que temer y te refugiaste en ese sentimiento antes de aceptar mi ayuda. —sus constantes embestidas me aturden sin dejar que piense con claridad. —Eso incluía a tu familia, así que sigo sin entender por qué demonios te fuiste.

—Oleg. —muerdo mi labio. —Detente.

Me ignora con la nueva embestida.

—Te dije que eres importante para el caso EBÓSIL, así que espero que entiendas mi postura. ¿Cierto? —asiento. —¿Seguirás siendo una imprudente?

Vuelvo a asentir, pero de inmediato niego. El calor en mi vagina no me hace pensar con claridad.

—Tengo muchas dudas. —reconozco.

Sujeta mi otra pierna y la posa a su alrededor provocando una mejor posición y un mejor acceso de nuestros sexos.

—Y te las responderé todas. —me embiste, en estos momentos desearías que ninguna prenda de ropa nos cubriera.

Entre gemidos, jadeos y maldiciones nos reclamamos todo lo que llevamos por dentro. Me encanta nuestra comunicación y confianza, ese fue uno de los factores en que fallamos el día que golpeo a Yuri.

Aún sigo sin creer que él sabía que no nos habíamos acostado, su arranque de ira impidió que habláramos sobre lo del viaje y lo demás, sabía que él necesitaba saberlo. Pero si de orgullos se trata a mí nadie me gana.

Le reclamo y reprocho todo y él hace lo mismo. Nuestros cuerpos empiezan a sudar y el ambiente se torna violento por los distintos olores que se mezclan.

Sé que muchas cosas de las que me pregunta ya las sabe, pero quiere que yo se las diga y confirme. Al igual que yo necesito que me detalle lo que es el EBÓSIL, la respuesta es la misma que me dio Rustam y eso me frustra porque yo quiero más que eso.

—¿En qué parte exacta de Colombia estuviste? —me besa antes de permitirme responder.

—No lo sé. —confieso.

Todo su cuerpo se tensa y nuevamente empieza la contienda de nunca terminar.

Sale a juego mi irresponsabilidad mientras yo le reprocho su posesividad de mierda, él me reclama la mía, pero me hago la digna fingiendo que nunca paso.

Calla mis reclamos con embestidas a la vez que yo silencio sus exigencias con besos

>>¡Ya vasta! —me enojo. —Hay otras cosas que quiero comentarte, pero si sigues fastidiando y reclamándome por algo que ya te expliqué todo seguirá igual. —aprieta mis glúteos en señal de advertencia.

—¿Hay algo más que quieras decirme, Alessia? —no paso desapercibido el tono que a ocupado.

—Sí. —acepto. —Y si te lo diré es porque así lo deseo, no porque te deba alguna explicación. —alza una ceja.

No dice nada a la espera de que continúe. Que su agarre no se suavice, no me intimida.

—Habla de una vez, Alessia. —sonrío.

—Estuve con otras personas. —declaro.

No veo sorpresa ni molestia y eso es una buena señal.

—Aja, ¿Y? —niego y llevo mis manos a sus hombros para luego posar mis labios en los suyos.

—Fue más de una persona. —susurro sobre sus labios. —Y al mismo tiempo.

Se separa de mí de inmediato, sus ojos se posan en los míos con la clara intención de indagar si he mentido.

—¿Te gusto? —cuestiona con curiosidad.

—Sí. —miento. —Fue el día que regrese de Colombia, Zule los tenía en mi apartamento. —cierro los ojos recordando lo que me provoco en primer momento el escenario.

Bueno, pensándolo bien no debí decirlo, yo misma estoy minimizando lo que estuvo a punto de pasar.

—No le veo el problema. —asiento. Sé claramente que eso no implica problemas, pero niego cuando no estoy a gusto.

—Es mentira, no estuve con otras personas, pero si estuve a punto de hacerlo. —confieso. —No preguntes, el contexto no fue el mejor, por eso no continúe, pero si lo hubiera hecho si hubiese querido. —aprieta la mandíbula.

—¿Te estaban obligando? —me tenso. —Alessia. —advierte.

—No diré más y si sigues preguntando de igual forma no te lo diré y me iré molesta. —frunce las cejas. —Y no queremos a una Alessia molesta, ¿Cierto?

—¿Me quedo de brazos cruzados cuando acabas de insinuar algo que no estoy dispuesto a pasar por alto? —niego.

—Te lo diré cuando lo crea necesario. —miento.

Jamás se lo diré.

Alessia. —llevo mi índice a sus labios.

En estos momentos ya no deseo recordar eso, ni quiero que la bestia siga indagando. No es bueno que se entere de mi pasado por la salud mental de ambos.

—Además, en Colombia conocí a unas mujeres que insinuaron que quieren hacer un cuarteto. —alza una ceja. —Contigo. —finalizo.

La expresión que pone de desconcierto me satisface.

—No estoy dispuesto a compartirte con ellas. —aclara de inmediato.

—Oleg, tú no me compartirías. —sonrío. —Yo sí lo haría. —reconozco con burla. Y antes de que proteste continuo. —Únicamente te lo comento como una plática de momento, pero ambos sabemos que en estos estamos solos. —muerdo su labio.

—Sumasshedshiy pervertida. —bufa. —Tus pláticas de momento no son para nada convencionales. —me encojo de hombros dando por finalizado el tema.

Me gusta follar con Oleg y por el momento no seré la causante de arruinar nuestra retorcida relación. Como puedo bajo mis piernas.

Me tiemblan y me sujeto de su brazo sintiendo el incremento del dolor en mi pierna. Me aseguro de calmar mi respiración para decidir caminar y salir del lugar.

—Espera. —me detiene. —Ponte esto. —me tira una sudadera negra.

Alzo el rostro sin entender, su vista baja a mis pechos por inercia, sigo su mirada percatándome de que mi traje de baño blanco está lleno de sangre en mis pechos y parte de mi vientre. Ruedo los ojos y me la pongo.

Se acerca y pasa su pulgar por la comisura de mis labios.

Un escalofrío recorre mi cuerpo sabiendo lo que intenta quitar. No necesitamos palabras para entender nuestras acciones.

Nuestros cuerpos transmitieron lo que sentíamos.

Al cabo de unos minutos más, salimos de esa habitación.

El pasillo se encuentra vacío y sin pensarlo dos veces busco las escaleras, al llegar a la planta baja me percato de que ya no hay ni un rastro de la sangre en el suelo, ni olor a carne quemada, menos la mesa con los objetos.

Si no fuera por como encontré a Oleg, juraría que fue parte de mi imaginación.

—Damián hablo. —me detengo al escuchar la voz de Caleb. —Se necesita tu presencia en el cuartel de inmediato, al parecer encontraron a un hombre rondando por los alrededores. —informa.

Terminamos de llegar al centro del lugar en donde se encuentran los demás. Volteo en dirección de Oleg quien ya se ha cambiado.

—Ellos te llevarán a casa. —establece. —No hagas más estupideces. —asiento reprimiendo las ganas de mandarlo a la mierda frente a sus agentes.

Con la mirada le advierto que no lo haga, pero me ignora y toma mi barbilla con posesividad mientras empieza un beso que confirma lo que los agentes ya saben.

Hijo de puta.

Espero que Oleg este consiente que así como a él le dan ataques de macho posesivo a mí también me darán y se tendrá que callar algún reclamo, así como yo lo hago.

Como si no fuera poco el beso pornográfico que presentamos, se atreve a morder mi labio inferior provocándome un gemido que claramente todos escucharon.

Un carraspeo me lo confirma.

Evito ver a alguien más que no sea la bestia, sonrío con malicia y espero que entienda el mensaje porque aunque esto me ha gustado, él no tiene por qué saberlo.

Sin decir más sale del lugar y a los segundos se escuchan las llantas chillar. Devuelvo mi atención a los agentes como si nada hubiera pasado. Entrecierro los ojos al visualizar a 10 hombres que no había visto antes, están vestidos de negro, distribuidos en la sala.

Lo que me faltaba, el espectáculo pornográfico fue para todo el escuadrón. Evito rodar los ojos.

Poso mi vista en Rustam quien tiene el rostro fruncido delatando su enojo, observo una marca roja en su mejilla, supongo que una de mis uñas lo daño cuando lo golpee.

Su vista se posa en la mía antes de darse la vuelta dirigiéndose a la misma dirección que Oleg.

—No aguanta nada. —comento burlista.

Un carraspeo me hace ver al hombre que tiene los ojos rojos e irritados debido al alcohol que le lance.

Él sin duda está molesto, pero no me reprocha ni inmuta palabra. Bufo cuando hace lo mismo que Rustam.

—No se crean tan importantes. —realzo cuando pasa a mi lado, ruedo los ojos.

Es absurdo la actitud cargada de inmadurez que ambos están tomando. No me dirigen la palabra y se hacen los dignos inalcanzables.

Ridículos.

—¿Nos vamos? —indaga Caleb con inseguridad.

Sonrío y paso a su lado saliendo en donde se encuentra varias camionetas del mismo color y diseño, supongo que son de las personas que se quedaron ¿Ellos cuidaran a Mariana? Oleg evadió mi interrogatorio con respecto a eso diciéndome que son cosas que solo le incumben a los pertenecientes de OFR.

Aunque yo sé muchas cosas de lo mismo por EBÓSIL, me explico que aún no formo parte de OFR, hasta que sea presentada ante los de mayor rango y firme no sé qué documentos.

Me quedé con la espinita, pero no seguí indagando concentrándome en lo demás.

Le omití sobre lo que sospecho de Colombia y de lo que me demando Kim por darme los documentos para el ascenso que no se dio. Esos si son mis problemas y no deseo involucrarlo.

Antes de que Caleb me abra la puerta de copiloto me apresuro a ella y subo antes que él llegue.

—Date prisa que no tengo todo el tiempo. —recalco sacándole una sonrisa.

—Ahora entiendo como es que a pesar de ser fastidiosa, odiosa, orgullosa, egoísta y egocéntrica, a todos le agradas. —enciende el auto. —Hasta a Iryna le agradas y esto es que ella solo soporta a Iván por ser su marido.

Observo su perfil, es guapo, hay que aceptarlo, sin embargo, lo que me fascina en estos momentos es como su rostro muestra incredulidad por su descubrimiento.

—Sabemos lo que somos y no podemos esperar agradarles a todos. —veo el mar a un costado. —Solamente puedes juntarte con tus iguales, porque allí estarás siendo tu mismo sin necesidad de intentar cambiar. Aunque suene egoísta es la verdad, saben cómo soy y no esperan de mí algo que no seré, de la misma forma he ido conociéndolos a ustedes y aunque hay cosas que no me agradan. —pienso en Nikolay. —No intento cambiarlos, simplemente los evito ahorrándome disputas. —me ve incrédulo. —Por eso son pocos quien tienen el honor de respirar mi mismo aire a menos de dos metros. —recalco.

—Me siento afortunado de ser de esas personas. —reconoce. —Porque no todos tienen la dicha de hablar con Alessia Carvajal.

—De eso que no te quede duda. —sonrío.

Mis palabras no pueden estar mejor y espero que le haya quedado claro que no se tiene que meter conmigo, puede ser muy agente, pero yo soy una doctora que no tiene miedo a defenderse con uñas y dientes.

Por el resto del corto viaje ninguno dice nada y cuando llegamos a la propiedad me apresuro a entrar a la habitación de Oleg para deshacerme de la sangre de mis brazos y rostro.

Cuando me encuentro con mis amigos ya estoy arreglada dispuesta a emprender viaje de vuelta a casa.

***

La llega a la capital es estresante. Me despido de mis amigos y contacto a uno de mis empleados dentro de la clínica.

—Ya está todo listo para la cirugía doctora. Mañana a las 6 am la atenderán, prometieron que todo se tratara con la mayor discreción posible. Por la cirugía tendrá una semana de incapacidad, será suficiente para que nadie en el hospital se dé cuenta.

—En unos días llegaré, necesitas entregarme cuentas. —cuelgo.

Le miento, porque las finanzas y cuentas se las entrega a Matías, porque lo he dejado a cargo. Si se lo dije es porque sabe que no tiene que pasarse de los límites que he señalado.

Llego a mi apartamento molida, han sido demasiadas emociones en tan corto tiempo. No me recupero del incidente de Colombia y lo que esto trajo como consecuencias, cuando ya tengo más con lo que lidiar.

Mariana fue una perra, sin embargo, no pudo jugar sus cartas.

Lo único que logro es hacerme odiarla aún más. Sin duda ella está en el puesto dos de mi lista negra, el primero lo tiene Rubén y ya va siendo hora de que él empiece a pagar.

Mariana ya lo hace, pero no estoy satisfecha si no lo presencio.

Lo de años pasados con Rubén lo dejé pasar y después del enfrentamiento que tuve en los pasillos en donde intervino Matías me prometí no volver a pasar nada por alto, por lo tanto, lo del ascenso no se quedara así.

Él era el único capaz de hacerme daño y no recibir mi veneno por lo que sé que aun guarda, él consiente de eso me daño, pero ya no me importa que aun tenga pruebas de lo que paso.

Va a pagar.

El ascenso era algo muy valioso y no lo dejaré pasar.

Por unos momentos me dije que resignarme sería lo mejor, pero no, no me resignaré, ese puesto será mío si o sí.

Dejo que mi mente deje de trabajar para poder descansar y de esta manera estar relajada para mi cirugía.

***

Me desvisto en el cuarto que se me fue asignado consciente de lo que pasara en minutos, mi rostro se encuentra sin una pisca de maquillaje. Quito el piercing de mi ombligo, siendo este el único accesorio que me hacía falta quitar.

Me coloco un gorro estéril y una bata azul para cubrir mi desnudes. Suspiro.

Relájate Alessia.

Sé lo que va a pasar, soy consciente del procedimiento al que seré sometida y aunque suene extraño e ilógico no deseo que nadie me acompañe. Vi muchas veces mi caso y esos pacientes estaban rodeados de sus parejas o familiares que les daban su apoyo moral.

Es por eso que en estos momentos, mientras estoy acostada en una camilla viendo el techo del lugar donde me trasladan, me encuentro sola.

Observo a las personas a mi alrededor y sé que ha llegado el momento, un doctor le solicita a una enfermera que me pongan anestesia. A los minutos del pecho para abajo no siento nada. Colocan una división para que no pueda ver lo que hacen, esa acción me recuerda que esta división la tenía Alexander y fue por eso que no supe que lo estaba operando.

Parpadeo cuando es necesario, pero mantengo mis ojos abiertos imaginando que es lo que están haciendo, sé que me lo tienen que sacar porque me estaba dañando.

No tuve los cuidados correspondientes y el que este en este sitio es el resultado.

No quedará cicatriz, solamente unos puntos que desaparecerán con los cuidados que me realizaré. Y eso es algo que me tranquiliza y reconforta.

Después de algunas horas la cirugía termina y me pasan de nuevo a mi habitación. La mitad de mi cuerpo aún está bajo los efectos de la anestesia y hasta esos momentos que sé que estoy fuera de peligro decido cerrar los ojos y descansar.

No corrías peligro Alessia, deja de ser dramática.

Cuando me doy el alta salgo del lugar bajo advertencias que ignoro, ya que según el doctor aún no era el momento. Al llegar a mi apartamento con un poco de dificultad lo que veo me sorprende.

—Lo siento, no pudo salvarse. —niega Javier.

A su lado se encuentra Santi en brazos de una chica que llora junto al niño.

—Sabíamos que tarde o temprano esto sucedería. —acepto.

—Tía, Aless. —lloriquea Santi.

Le pido que espere y abro el apartamento, dejo que pasen las tres personas.

—Espera... —Santi se baja de los brazos de la chica y corre a mí.

Llega a mis rodillas y su impulso me desestabiliza. Alza sus brazos queriendo que lo levante.

Mierda.

>>Cielo no puedo cargarte. —llora. —A la tía Aless le duele mucho la espalda. —miento. Javier entrecierra los ojos. —¿Quieres unas galletas? —evado su mirada inquisitiva.

—Sí. —acepta.

Me dirijo a la cocina y abro un sinfín de gavetas en busca de las galletas.

—Lo siento mucho. —dicen a mi espalda. —Sé que no nos conocemos, pero el niño me ha hablado mucho de usted. —limpia su rostro. —Lamento la pérdida de su perro.

Suspiro, desde antes de que nos fuéramos a Colombia Scott quedo en manos de la veterinaria, porque necesitaba de varios cuidados por un tumor que descubrieron.

Necesitaba terapias y otros procedimientos, pero para él no fue suficiente.

Javier se estaba haciendo cargo de eso y antes de ir hoy a cirugía, él me llamo y me dijo que había pocas posibilidades de que mi perro sobreviviera. Acepte que fuera intervenido en quirófano, pero lo soporto.

>>Me llamo Berenice. —vuelve hablar cuando no recibe respuestas de mi parte. —Y soy la niñera de Santi. —sonrío al saber que ella es la joven de quien mi amigo estuvo muy interesado en saber el motivo por el cual ya no cuidaba a su hijo.

Que siga cuidando al niño me confunde, porque en Colombia me dijo que no le gustaba su compañía.

—¿Te ofrezco algo? —indago, queriendo apresurar las cosas para que se marchen.

Me duele lo de mi perro, sí, sin embargo, hace unas horas salí de mi intervención quirúrgica y necesito descansar.

—No se preocupe. —sonríe. —Allí están las galletas. —señala un compartimiento que aún no revisaba.

Arrugo las cejas y me sorprendo al saber que, en efecto, allí están las galletas. Se las doy a Santi y cuando me pide un beso finjo no verlo para no seguir mintiendo al decir que tampoco puedo agacharme.

Javier se percata de ese detalle y antes de que indague me doy la vuelta en buscar de mi refrigerador.

Saco el jugo de naranja, que ruego al cielo aun siga en buen estado, sin ser vista, analizo la fecha de caducidad y lo sirvo cuando sé que todo está en orden.

—Gracias. —dice la pareja al unísono.

Berenice se sonroja mientras mi amigo simplemente bebe del contenido.

—¿Qué harán esta noche? —indago.

—Alessia acabo de decirte que tu perro ha muerto y tú estás pensando en salir. —reprocha.

—Yo sé como sobrellevaré la situación, pero lo preguntaba porque cuando pedí mi súper en línea me regalaron dos entradas para el cine. —señalo los papeles que están pegados a la refrigeradora.

No recordaba de que los tenía hasta hace unos minutos.

—Santiago pasará la noche con Matías y Sara. —informa, veo a la chica quien muerde su labio. —Yo...

—Entonces vayan ustedes. —señalo irritada.

—No puedo. —aclara Javier. Ruedo los ojos al ver la decepción en el rostro de Berenice.

—Entonces que vaya Berenice con su novio. —le entrego las entradas que ella tarda en aceptar tras haberse quedado en shock por mis palabras.

—Ella no tiene novio. —responde mi amigo viendo de reojo a la chica.

—Entonces con cualquier persona. —me sostengo del desayunador cuando la anestesia poco a poco deja de ser presente en el lugar donde hicieron su trabajo.

Necesito deshacerme de ellos de inmediato.

>>Da igual con quien lo haga Javi, pero te aconsejo que te marches en estos momentos porque es en dos horas. —le digo mientras ella tartamudea. —Si Javi no puede llevarte puedo pedir un taxi.

—De ninguna manera. —sonrío al saber el resultado. —Alessia, ¿Estarás bien?

—Sí. —miento fingiendo una sonrisa.

Con un montón de palabras al aire lo hecho de mi apartamento.

Mierda.

Voy a pasos lentos a mi habitación, saco el medicamento para el dolor y lo bebo de inmediato.

Olvide pedirle a Oleg el líquido azul que me inyecto. Es fuerte al entrar en mi sistema, pero demasiado bueno.

Me despojo de mi ropa y me coloco una que no me moleste. Evito las bragas porque ellas lo harían. Con dolores y un poco de sudor logro conciliar el sueño, sin embargo, al siguiente día los dolores persisten con mayor intensidad.

Mantengo el rostro sin ninguna expresión mientras me reviso, con la clara intención de averiguar si he pescado alguna infección. Me dirijo a la cocina cuando me percato de que todo se encuentra en orden.

Pasa el segundo día y me felicito al saber que ya no necesito medicamento, ya que puedo tolerar el dolor. En los siguientes días me encargo de las cosas de Scott.

Oleg se molesta ante mis negativas de vernos, pero no doy mi brazo a torcer.

Ya le dije que no y el único motivo que le di es lo de la muerte de mi perro. Sé que no se tragó ni la mitad de lo que le dije, pero ya no siguió indagando cuando prometí decirlo cuando lo crea conveniente.

Los días siguientes con un poco de esfuerzo preparo mi comida siguiendo la dieta, como a la hora correspondiente y procuro descansar lo más que puedo. Mi objetivo es recuperarme lo más pronto posible de todos los acontecimientos que han pasado en los últimos meses.

Los últimos dos días me arriesgo a caminar la misma ruta que corro cada día que no tengo turno. Sé que no lo tendría que hacer, pero mi salud física lo exige y no me lo voy a negar.

Preparo mi uniforme para el siguiente día, ya que me toca reincorporarme, sin embargo, el sonido de mi móvil me lo impide.

—Bueno. —respondo.

La línea se queda en silencio. Arrugo las cejas al no saber por qué mi jefe llama y no dice nada.

—Carvajal, pasado mañana se hará una presentación en el auditorio nacional. —mi respiración se agita. —El ascenso sigue en marcha, doctora.

***

¿Dudas?


¡Spoiler!

—¿Tienes hijos?

—No.

—¿Has abortado alguna vez? —me tenso.

—Sí.

¡Spoiler de un Capítulo X!

—Dos minutos. 

Con mi cuchilla especial me acerco a su rostro.

—Sacare tus ojos por que con ellos viste su dolor. —saco el primero. Solo son leves quejidos los que suelta. Con dos de mis dedos abro su otro ojo y entierro el cuchillo justo en su pupila, retuerzo el material y lo saco de golpe.

Su ojo queda incrustado en mi cuchilla. Sonrío.

—Hora de la muerte 1100

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