Te propongo un desliz

By N_Jairi

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Amanda acaba de salir de una relación de años por un error que cometió. Ahora, a sus 25 años, debe afrontar q... More

UNO
DOS
TRES
CUATRO
CINCO
SEIS
SIETE
OCHO
NUEVE
DÍEZ
ONCE
DOCE
TRECE
CATORCE
QUINCE
DIECISÉIS
DIECISIETE
DIECIOCHO
DIECINUEVE
VEINTE
VEINTIUNO
VEINTIDÓS
VEINTITRÉS
VEINTICUATRO
VEINTICINCO
VEINTISÉIS
VEINTISIETE
VEINTIOCHO
VEINTINUEVE
TREINTA
TREINTA Y UNO
TREINTA Y DOS
TREINTA Y TRES
TREINTA Y CUATRO
TREINTA Y CINCO
TREINTA Y SEIS
TREINTA Y SIETE
TREINTA Y OCHO
TREINTA Y NUEVE
CUARENTA
CUARENTA Y UNO
CUARENTA Y TRES
CUARENTA Y CUATRO
CUARENTA Y CINCO
CUARENTA Y SEIS
CUARENTA Y SIETE
CUARENTA Y OCHO
CUARENTA Y NUEVE
CINCUENTA [Final]
EPÍLOGO
Extra #1

CUARENTA Y DOS

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By N_Jairi

:= Amanda =:

Es bonito caminar por este sendero tomada de la mano de alguien amado. Alguien que sabe, un poco más que yo, sobre cada cosa que siento. Y no porque mi padre se haya embarazado —eso es biológicamente imposible— sino porque mi madre lo hizo de mí y en su momento se informó lo suficiente para saber qué la incomodidad que sentía en el bajo vientre eran las contracciones que preparan a una para el parto.

Aunque estoy segura que estas no le llegan ni a una octava del dolor que voy a sentir a la hora del show.

A estas alturas, esconder el embarazo no es nada fácil, ni siquiera los vestidos sueltos lo disimulan, por ende, mientras camino en la zona medio segura de la construcción, varios de los trabajadores se fijan en mí.

Yo sé que no debería estar aquí, pero el resultado de todas las horas que pasé matándome las neuronas están dando frutos. Y es uno muy bonito y dulce. La satisfacción nadie me lo puede quitar. Además, las buenas emociones son las que el bebé debe de sentir y aquí me recargo de muchas.

—Este no es lugar para mujeres embarazadas.

—Creo estar muy grande para saber cuál es lugar para mí, ¿no cree?

El jefe de los constructores arqueó una ceja y no le bajo la mirada. No me voy a dejar intimidar por un tipo que se cree el amo del mundo. Sin mí... De acuerdo, sí tendría trabajo porque la empresa donde trabajo tiene convenio con la suya y si no es mi proyecto, sería el de alguien más.

Levantó sus manos en rendición.

—Lo digo por tu seguridad. Puedes resbalar o algo peor.

—Cuando sea el momento de retirarme, lo haré. Sigo apta para estar aquí.

Él asintió y se retiró al interior del edificio. Falta poco para poder terminar con el proyecto. Quizás para diciembre ya esté todo listo y eso me llena de gozo. Tendré a mis dos primeros bebés frente a mí para ese entonces.

El reloj en mi muñeca sonó unos segundos antes del general, que avisaba la hora y media de comida. Hice una mueca cuando un antojo de champiñones me llegó. Odiaba esto. De verdad. El sabor no me hacia vomitar, pero tampoco era una octava maravilla. Al menos me daré el placer de ir a un lugar donde lo condimenten bien.

Salgo de la construcción y frente hay estacionada una camioneta que reconozco. Observo a ambos lados de la calle antes de cruzar y mi prima me recibe con una sonrisa.

—¿Y los niños? —le pregunté mirando por la ventana de los asientos traseros, notándolos vacíos.

—Con Aarón. ¿Comemos juntas?

—De una vez aviso que mis antojos andan de quisquillosos en comer hongos.

—Oh. Los champiñones. También me gustaron un momento —explicó abriendo la puerta del conductor; hizo una mueca—. Fue horrible. No llegué acostumbrarme al sabor, pero parecían ser la comida preferida de Daniel.

No quería burlarme, porque por lo mismo estaba pasando yo, pero me fue imposible no imaginar a mi prima haciendo muecas, mientras engullía su antojo. Confíe en su elección para comer. Se mantenía en silencio, como si se estuviera preparando para abordar un tema incómodo. Suspiré.

—Así que —murmuré— los niños están con Aarón.

—Claro, es su padre.

Asentí, formando morritos con mis labios.

—Entonces, ¿tú y Adán...? —indagué, dejando la pregunta al aire. Noté como apretó el volante unos segundos antes de volver a la normalidad.

—Dijiste que merecía algo bueno. Y él también.

—Ay, por favor, Bárbara.

—Es verdad. —Me miró al detenerse en un semáforo en rojo—. Sigo casada con Aarón y él está en medio de un proceso de adopción; nuestra situación complicaría las cosas.

Parpadeo sin comprender lo que dice. ¿¡En verdad se pone a elegir entre Adán y Aarón?! ¿No se supone que ya estaba en medio del proceso de divorcio?; fruncí el ceño. Bien, entiendo un poco que no quiera interferir con el tema de Bruno, al no tener una relación estable, es posible que le nieguen el proceso de adopción.

—Dime la verdad Bárbara, ¿te estás divorciando o ya dejaste el tema?

Noté como apretó sus labios. Relajó los hombros y giró para entrar al estacionamiento de un restaurante continental. Solo hay silencio de su parte y no puedo evitar resoplar con indignación. ¡Ese idiota la golpea! No tiene ni una pizca de respeto por la persona que se supone ama. Y ahora veo que tampoco Bárbara lo tiene por ella misma

—¿Es una broma?

—No lo entenderías, Amanda, debo quedarme a su lado. Al menos por un tiempo.

—Cuando menos te des cuenta, ese "por un tiempo" se convertirá en años de sufrimiento.

Abrí la puerta, pero antes de bajar, sujeta mi muñeca.

—¿Puedes, por favor, confiar en lo que hago?

—Solo tú sabes las idioteces que haces, pero no juegues con los sentimientos de Adán. No merecer ser segunda opción de nadie.

—Lo tengo claro, pero no puedo simplemente evitarlo.

—Sí, sí puedes. Nada te ata a él. He estado en tu lugar, prima, y no sale nada bueno de las indecisiones. Amas a uno o a otro, pero no a lo dos.

Me solté y de ahí hasta que me regresó a mi sitio de trabajo, nos cubrió una gruesa capa de incomodidad. Podría hacerme a la idea de que hiciese feliz a Adán por el mero hecho de que yo no puedo darle el amor que merece, pero no puedo con la idea de que solo lo utilice como una vía de escape.

Él merece más que migajas. Suficiente dolor ha pasado como para seguirle sumando penas.

La jornada laboral se alargó más de lo esperado cuando el camión del proveedor de cemento se atrasó. Mi estómago gruñía y aclamaba por una barra de cereal y un yogurt de durazno con unas cuantas pasas esparcidas. Oh, sí, eso suena maravilloso. El único que me hace compañía es el jefe de los constructores, que tamborilea sus dedos en la mesa de metal, mientras con su otra mano revisa su celular.

Como no tengo nada más en que poner mi atención, vislumbré un anillo plateado en su dedo anular. Vaya, ¿quién diría que un ser tan pedante está casado? Quizás por eso su molestia de esperar conmigo, aunque no se lo pedí, fue su decisión perder su glorioso tiempo libre esperando kilos de cemento.

—Puede retirarse si gusta, no me pesa quedarme más tiempo —ofrecí. Quería añadir algo sobre que nadie me espera en casa más que mi yogurt de la cena, pero la mirada que me lanzó, hizo que guardara todas mis palabras y sugerencias.

Ya no vuelvo a querer ser simpática. Eso de hacer amistades en el trabajo, o en cualquier otro lado, no es lo mío. Me veo más bonita calladita. Para nuestra suerte, no tuvimos que pasar demasiado tiempo juntos, pues el proveedor llegó y hacer el inventario fue rápido.

Debo pensar en adquirir un automóvil ahora que mi padre me permitió el acceso a mi fideicomiso. Esto de moverme en transporte público no es tan cómodo cuando cae la noche en una ciudad tan peligrosa. Mis pies se cansan con facilidad y estoy empezando a experimentar pequeños dolores de espalda.

Cierro la construcción y al girarme para buscar un taxi —mal día para olvidar el cargador de mi celular—, mis músculos se tensan y encajo las uñas en las palmas de mis manos. El auto gris que casi me atropella hace unas semanas, se estaciona frente a mí y del puesto del copiloto baja el primo de Adán.

—¡Amanda! ¿Necesitas un aventón?

Tragué saliva. El transporte público parecía más seguro ahora y mi mejor opción. Negué con la cabeza.

—Estoy bien, José, gracias.

—Vamos, te llevamos a tu casa; no es seguro que andes sola a estas horas de la noche.

El conductor bajó y el tal Tyler sonrió.

—Considéralo como una muestra de arrepentimiento luego de casi atropellarte aquel día.

No estaba muy segura si lo peor sería negarme o subirme al auto con ellos. No olvido la actitud de Adán cuando le conté de estos dos. No son una dulce palomita. Sonreí.

—Iré a visitar a Adán, ¿no les queda muy retirado?

Pude notar, incluso con la poca iluminación, como la sonrisa de Tyler flaqueó. Revisé el reloj de mi muñeca.

—De hecho, ya voy algo retrasada. Me está esperando.

—¡Claro, sube! —José abrió la puerta trasera—. No hay que hacerlo esperar más.









:= Adán =:

Salté hacia atrás de la impresión y sobé parte de mi brazo, donde cayeron gotitas de aceite caliente. Bruno, sentado en los bancos de la barra, rio.

—No es gracioso, casi pierdo un brazo, y todo por estas papas fritas.

—No vas a negar que se ven deliciosas.

Negué con la cabeza, pero sonreí. No ha pasado mucho tiempo desde que dejó de dirigirse a mí de manera formal y me agrada que ya esté empezando a tomar confianza. Han sido semanas divertidas, pero llenas de suspenso. No quiero hacer algo que lo haga sentir incómodo o que piense que no me importa su presencia aquí.

Así que por eso me encuentro haciendo una nueva receta de papas fritas que vio en internet. Al parecer son más crujientes y llenas de sabor. Espero haberlas hecho bien o me pondré a maldecir al dios de las papas, si es que existe, por dejarme en ridículo.

Observé a Bruno cortar el centro de unas salchichas para ponerle un trozo de queso y sellarla con varios palillos de madera antes de ponerlas en el plato que también tengo que cocinar. Será una cena solo para dos, ahora que Picky está en su semana con Zoey.

—¿Elegiste las películas para maratonear? —indagué después de que valientemente sacara el puño de papas y pusiera otras más.

—Aún no decido si ver Barbie o Marvel.

—Aunque parezca una decisión fácil, no lo es. —Coloqué los antebrazos en la barra y Bruno aproximó las películas que llaman su atención. No sé cómo llegaron las películas de Barbie al baúl, mejor dicho, no sé porqué Zoey las dejó ahí, pero no me quejaré al ver que sigue en mi poder la de Las doce princesas bailarinas.

La seleccioné sin dudarlo y también la dos de El hombre araña, con Tobey Maguire.

—Lo mejor de ambos mundos.

Bruno asintió y volvió la atención a las últimas dos salchichas. He pensado en lo que dijo Jesús, sobre que cada loco encaja en un manicomio. El niño es un tanto excéntrico, he podido notarlo, pero sigue bajo una carcasa que espero salga pronto.

En mi familia o fuera de ella.

Al momento en que eché el último montón de papas a la sartén, el timbre resonó. Bruno me miró y yo a él. Levanté las manos.

—Yo no tengo a nadie que me busque.

—¿Y yo sí? —arqueó su ceja y reí.

—Una niña por ahí que no sepa.

—Ugh —sacó la lengua—. Asco las niñas.

—Ya veremos en unos años si dices eso.

Era verdad eso que dije que no tenía a nadie que me buscase. Jesús se fue de viaje a algún pueblo perdido del país después de enterarse que mi hermana se casará; y él no es el novio. No sé qué tan real y seria fue su relación, pero estoy seguro que no esperaba tal golpe. Ni siquiera disfrutó de mi fiesta de cumpleaños. No debí haberla hecho en casa de Adara.

Y, en los otros aspectos de mi vida, no sé qué pasa con Bárbara. Creí que íbamos bien, que estábamos teniendo un algo, pero no ha dado ni señales de humo desde mi cumpleaños, cuando le pregunté sobre sus planes a futuro, después de divorciarse de su marido.

No fui directo con la situación porque ni siquiera yo sé lo que está sucediendo. Solo sé que estar a su alrededor es como si, después de tanto tiempo, encontrara paz. Pero no la voy a presionar. Lo importante en estos momentos está sentado en los taburetes de la barra. No debo enfocarme en nada más.

Abrí la puerta y sonreí. Vaya sorpresa, una de las mujeres Báez me honra con su presencia.

—¡Amanda! —saludé. Llevaba unos días sin verla, solo sé que su padre le abrió los brazos nuevamente y que su proyecto está yendo de maravilla. Pero no pasar junto a ella el mismo tiempo que antes no quiere decir que no sé cuándo algo le sucede.

Su sonrisa está tensa en su rostro y de vez en cuando sus ojos se quieren ir detrás de ella; me asomé sobre su hombro, vislumbrando a mi primo. Levantó su mano en despedida antes de entrar al automóvil gris.

—¿Quieres un té? —ofrecí, porque nada bueno tuvo que pasar para que estuviera con mi primo.

—Quiero llorar —comentó pasando por mi lado, dejando caer su bolso. Cerré para que nadie pudiera ver como su cuerpo empezaba a temblar. La atraje a mi pecho.

—¿Qué pasó, Amanda?

—No lo sé, solo aparecieron —su voz sonaba baja, casi rota; parecía una niña indefensa entre mis brazos. Sentí la mirada de Bruno sobre nosotros y señaló la caja donde se guardaban los tés; asentí y se levantó por ella.

Amanda sollozó y acaricié su cabello. Se separó un poco para mirarme.

—Dime la verdad, Adán, ¿qué tan malo es ese tal Tyler?

—Intenta mantener distancias con él. Lo resolveré todo, Amanda, lo prometo.

—¿Es sobre algún caso tuyo?

Asentí, no tenía caso mentirle. Ella cerró los ojos y dejó caer la cabeza en mi pecho.

—No voy a poder evitarlos si llegan de imprevisto. Hoy pude evadirlos al traerlos aquí, pero no sé si la próxima vez pueda.

—Cada que te ofrezcan llevarte a tu casa, diles que vas a otro lado, pero no los lleves, ¿entiendes?

Asintió y se alejó. Limpió sus lágrimas en el momento en que Bruno se acercaba a ella con una taza humeante de té. Le sonrió.

—Gracias, Bruno.

—¿Te quedas a ver Barbie y Spiderman? —la invitó y recordé que había dejado papas friéndose. Demonios, de seguro ya están quemadas.

—Suena bien.

Le mostró las dos películas, yendo de espaldas hacia el sillón, con ella siguiendo sus pasos. Me apresuré a la cocina. Por suerte pude salvar las últimas papas.

Amanda aparentaba estar tranquila mientras conversaba con Bruno, pero sus manos seguían temblando. No entiendo porqué van detrás de ella, se supone que habían dejado todo por la paz un tiempo. Debo hablar con Bárbara, no importa que las cosas estén raras entre nosotros, esto que sucedió no lo podemos dejar pasar.

Debe haber una razón.









Después de dejar a Amanda en su trabajo, me dirigí a una cafetería del centro. Tenía un tic nervioso en mi ojo y no sabía con seguridad si era por lo que sucedió anoche o porque no pegué ojo en toda la noche.

El sofá no es incómodo, pero no pude conciliar el sueño pensando en que yo metí a Amanda en algo que ni siquiera debía afectar su vida.

—Todo por proponer un maldito desliz —me regañé.

Todo por no querer afrontar que mi prometida me había engañado con mi primo —aunque en ese momento no sabía que era mi primo con quien se había metido—. Pude haber empezado el proceso de adopción mucho antes, sin meter a Amanda en ningún peligro.

Dejé caer la cabeza en el volante.

No puedo decir esas cosas. Conocer a Amanda no fue un error. Me ayudó a afrontar mejor la situación, a entender ambos lados de la moneda no siendo la misma cosa, pero similar; y por no dejarme hundir en la depresión y soledad.

—No fue malo proponer ese desliz —aseguré. Bajé del vehículo e ingresé a la cafetería que a esta hora de la mañana está un poco vacía.

«Solo es una cita de trabajo», repetí andando hacia la mesa donde espera Bárbara.

Mueve la cuchara de su café antes de sacarla y tomar la taza. Aún no se percata de mi presencia y al sentarme frente a ella, pude notar el maquillaje que cubría su rostro. Fruncí ligeramente el ceño. Estiré mi brazo y se alejó de mi tacto.

Suspiré.

—Otra vez con lo mismo —acusé. El color de su labial disfrazaba la hinchazón que tenía, pero pude notarlo después de observarlos con ahínco.

—Gajes del oficio, Adán.

—Que al menos valga la pena —murmuré. El mesero se acercó y encargué el desayuno del paquete #1, no sé de qué se conformaba, pero quería que se retirara rápido—. Tyler y José se presentaron en el trabajo de Amanda y muy caballerosos le ofrecieron llevarla a su casa. ¿No iban a dejar esto atrás?

—Eso dijo Uriel.

—Pues te mintió o ellos están trabajando a parte.

Enderezó la espalda en el asiento y miró a ambos lados antes de volver a fijarse en mí.

—Hablaré con Uriel, es el único que puede controlarlos.

—Quizá ya acabó el momento de paz.

—No —frunció el ceño—. Aarón habría dicho algo referente.

—Tal vez ya no confían en ti.

—No tienen motivos.

El mesero trajo primero una taza de café, dos vasos de jugo de naranja y dos platos de fruta. Tomé el tenedor para empezar a picar el melón.

—Dejaste de frecuentar a la persona que te pidieron que le sacaras información sobre el caso contra ellos —comenté de pasada.

Escuché su resoplido de protesta mas no dijo nada. Quizás no debí haber dicho eso, pero era cierto, ¿alejarte de la persona que te pidieron sonsacar información así de la nada? Yo también la sacaría del equipo por no aportar cosas útiles.

—Tienes razón —mencionó después de un rato. La miré—. Si yo no digo nada, ellos tampoco lo harán conmigo. Después de todo, solo soy la esposa de uno.

—¿Entonces?

—No lo sé. —Dejó el cubierto sobre el plato y se cubrió el rostro con las manos, pero las apartó con una mueca.

—Dile que encontré una manera de recuperar los videos borrados del despacho. —Frunció el ceño—. O solo menciónale que Tyler y José fueron por Amanda, otra vez.

—¿Por qué no puedo tener una vida normal y tranquila? —musitó, bajó la mirada y estiré mi brazo para tomar su mano.

Aclaré mi garganta. Es ahora o nunca.

—En el plan de sacarme información, ¿entra el poder ir al cine juntos?

Elevó el mentón y parpadeó con lentitud, como si algún fusible de su cerebro se hubiese averiado. Aguardé con paciencia a que captara mi oferta.

—No tengo con quien dejar a los niños.

—Nunca dije que sin ellos. Bruno ya es parte de mi paquete también.

Bárbara sonrió y asintió.

—Me contactaré con Uriel para ver si sabe algo.








▪️🔲▪️

Quiero entrar a la historia para abrazar a Amanda y protegerla de todo mal. Amén. 🤧

Para que se ubiquen más en cuanto a tiempo en la historia, estamos en la semana 24 de embarazo... Y faltan tan pocos capítulos para el final :(

Voy a extrañar a mis dramáticos.

Cómo sea, ¡nos leemos después, poporopos!

Besitos 💋

▪️25/07/21▪️

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