Capítulo 44: Contratos

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No tenía fuerzas ni ganas de explicar que la situación entre los humanos había cambiado a tal punto que hacer fuego manualmente sin ayuda de un mechero era casi una proeza de un superviviente... así que me limite a cocinar los dos pescados.
Con el cuchillo hice una raja en el centro del animal, sacando las tripas y cuidadosamente las espinas, desechando la cabeza también.

En el proceso de hacer fuego chasqueando las dos piedras, me hice varias heridas en la piel y con la carne a rojo vivo en los dedos.
Tras aproximadamente una hora de esfuerzo, la primera llama prendió y rápidamente coloqué encima el pescado.

La bruja, quien había mantenido la mirada en mí en todo momento se había desvanecido en el aire, posiblemente a los camarotes. Me extraño que tuviera la confianza de dejarme sola, pero la realidad es que poco podía hacer aparte de tirarme al mar y morir ahogada o congelada.

— Huele un poco mal... pero se puede comer.

Con todos mis esfuerzos y mi hambre atroz mastiqué con impaciencia el trozo de pescado que aunque el sabor era míseramente aceptable, el olor no ayudaba.
A penas cuando mi estómago llevaba un tercio lleno, apareciendo del cielo nublado un ave me robó el último trozo que me quedaba.

— ¡Eh! ¡Devuélvemelo! —grite y perseguí al pájaro—. ¡Ven aquí!

Lo seguí hasta la parte inferior del barco donde desapareció, y maldije en alto;

— ¡Joder! ¡Mi jodido día de suerte!

Observe con enfado al ave que volaba ya lejos, pero prestándole más atención me di cuenta que no tenía plumas.
Mis sentidos se avisparon y entrecerré los ojos para prestar más atención al familiar, quien tenía una pequeña pulsera en una de las patas.

El familiar de Chrome.

Narra Valkyon

Toda la sala, envuelta alrededor de Chrome, escuchábamos atentos a su narración. Se nos caía la cara de la vergüenza al saber que habíamos sido tomados por tontos tanto tiempo.

El hombre lobo confesó todos las operaciones de robo hacia el Cuartel, siempre por la noche y hecho de manera limpia y precisa, de manera de que la falta de alimento y materiales solo se notase días después del robo.

Pero lo peor de la historia fue su última confesión: los viajes de Ashkore hacia la habitación de Erika.

El corazón se me congeló. Ezarel junto a todo el mundo trago saliva y se giró hacia mi para ver cual era mi reacción. El cuerpo me colapsó de ira a tal punto de quedar helado. Todas las noches que la deje sola, las veces que la decepcione... el estaba allí.
También sentí rabia hacia Erika, me sentía traicionado.

— Necesito tomar el aire. —clamé.

Salí apartando bruscamente la silla e ignorando a todos. Camine hasta salir del C.G, donde pude encontrar un poco de tranquilidad en las olas del mar, quienes me fueron relajando lentamente.

— No es su culpa... —susurre—. No la es.

Era cierto que algo había cambiado en Erika. Me olía que esas visitas habían hecho huella en ella, pero aún así, no podía culparla. Haber ocultado todo eso para protegerme me parecía una carga psicológica excesiva.
Solamente deseaba en que estuviese a salvo y en mis brazos una vez más.

Estúpida Faelienne [ELDARYA] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora