12 · destino: desconexión I

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Quizás era una maldita locura tratándose de mí pero sí, me había despertado con una energía increíble que mi hermana no pudo pasar desapercibida nada más verme aparecer el la cocina. Su expresión de sorpresa hablaba por sí sola y es que era normal, quién iba a esperar que el antipático de su hermano Jung Hoseok estuviera tan contento después de haber madrugado un sábado y que, además, había empleado toda la semana para estudiar estando terriblemente cansado ese día. Pero es que, ¿cómo no podía estar feliz cuando por fin, después de mucho tiempo, iba a ir a uno de mis lugares favoritos de Gwangju? Era imposible no estarlo.

—Pareces muy animado —indicó mientras dejaba sobre la mesa de la cocina dos tazones de leche. Besé su sien animado para después saludar a Mickey quien buscaba mimos desde pronto.

Me agaché para acariciar su suave cabeza, recibiéndole emocionado a él también y es que, hacía tanto tiempo que no estaba por allí que no podía evitar admitir que echaba de menos sus saludos de buena mañana que en muchas ocasiones me alegraba la existencia.

Mickey había sido uno de nuestros regalos de Navidad hacía años atrás cuando aún éramos algo pequeños y no rozábamos ni siquiera la adolescencia. Mis padres lo habían adoptado cuando aún tenía unos pocos meses de nacimiento, con el fin de que nos acompañara cuando ellos no podían hacerlo por sus amplias jornadas de trabajo. El pequeño cachorro se había criado junto a nosotros y no era de extrañar que tuviéramos tal vínculo inmenso con él hasta el punto de ser como un hermano más a pesar de que ni siquiera hablaba.

El problema es que, como también era de mi hermana, solíamos turnarnos su presencia como si fuera algo así como un hijo al que le tocaba ir cambiándose de casa porque sus padres estaban separados. Así que, ahora que volvía de nuevo a casa, no podía evitar sentirme emocionado.

Tomé asiento mientras mi hermana dejaba unos dulces sobre la mesa algunos que aún sobrevivían de aquel día en el que me había quedado con Soojin, los cuales no eran muchos, con los exámenes me había entrado un gran antojo.

—¿Qué tal has dormido? —Preguntó mirándome a los ojos, esbozó una pequeña sonrisa de lado. Parecía emocionada también de verme feliz.

—Muy bien, la verdad —admití, ella sonrió con aún más fuerza—. Parece que la salida con los chicos ayer me vino bien.

Fue simplemente, una cura de estudio muy buena.

—Y que lo digas, hoy te has levantado radiante, radiante —aprovechó el momento para pellizcar mis hoyuelos, una manía que mi madre también solía tener. Negué con la cabeza ante el parecido de ambas.

Con el tiempo y, sin quererlo, habían adquirido rasgos totalmente semejantes. Quizás simplemente se debía a que, desde pequeña y debido al trabajo de mis padres que los mantenía siempre ocupados y fuera de casa, Jiwoo había tenido que tomar esa figura materna que no le correspondía, observando a mi madre en busca de imitarla solamente para mí. Por esa razón, ella jamás perdía su sonrisa, porque siempre intentaba mostrar que estaba todo bien aunque no lo estuviera, como mi madre hacía. Una actitud que ambas habían tomado para no preocuparme.

Nah, eso es porque vamos a ir hoy a mi sitio preferido de todo el mundo —no dejó de sonreír incluso cuando llevó a su boca un panecillo de chocolate. Había disfrutado de lo de anoche pero, estaba claro que esa no era mi mayor ilusión— y porque después de mucho voy a compartir tiempo contigo.

Hizo un ruidito adorable, como si lo que había dicho le hubiera parecido la cosa más bonita del mundo. Y es que, en ese sentido, era muchísimo más sentimental que yo. Bien era cierto que, con el paso del tiempo y mi relación con Soojin, me había convertido en una persona un poco menos cascarrabias, sacando ese lado tierno que también tenía muy en el fondo. Pero desde luego, jamás sería como mi hermana, ella era más del tipo de Soojin, de las que se emocionan por todo y todo les parecía sumamente adorable.

HOPE ━ j. hoseokWhere stories live. Discover now