Capítulo 36: Quebrada

Comenzar desde el principio
                                    

— No... no, no, no...

Valkyon

Está muerto

Están muertos

Mi cerebro no pudo asimilarlo, y asimismo, no lo quería aceptar. Entonces, colapse.
En un simple parpadeo mis ojos se ennegrecieron como el más puro carbón.

— ¡VALKYON!

Erguí la espalda en un espasmo brotando mis alas. Mi cuerpo fue mutando, transformándose, fuera de mi control. Apenas entendía lo que estaba ocurriéndome.

Una voz escondida de lo más profundo de mí emergió;

— ¡VOY A MATARTE MALDITO CERDO!

Con una velocidad de vértigo me abalancé sobre el cuello de Vladimir pero las cadenas evitaron que siquiera lo rozase.

— ¡TE VOY A ARRANCAR LA CABEZA!

Mi mente se veía nublada de un solo deseo: matarlo.
Con sonidos propios de animales salvajes gruñí intentando liberarme, forcejeando.

— Que belleza... —susurró para si observando la escena sin siquiera horrorizarse, al contrario, disfrutándolo—. Arthur, prepara la jeringa.

Este, quien había retrocedido varios metros asustado, rebusco en su maletín hasta sacar una jeringuilla con un líquido verde flúor.

Se acercó apresuradamente y con un movimiento rápido antes de poder reaccionar me inyecto en el muslo derecho. El frío líquido recorrió mis venas y con rapidez todo mi cuerpo.

La reacción fue rápida y efectiva. A los pocos minutos, estaba adormecida pero aún conservaba mi apariencia faery.

— Bien, ahora que ya no puedes arrancarme el cuello comencemos con algo un poco más divertido.

Con tranquilidad desabrocho uno a uno los botones que anudaban su camiseta, sin dejar de observarme fijamente. Provocaba aún más mi rabia, somnolientada por el sedante;

— Pudrete...

Dejo escapar una risilla mientras se peinaba el cabello hacia atrás para que no le estorbase en la cara. Bajo las manos hacia el agarre de su cinturón y repitió el proceso de deshacerse de él.

Impotente, me limite a observar todos sus movimientos con lupa. Estaba destrozada y no tenía ni fuerzas para gritarle.

Dejó caer su cuerpo sobre la cama situándose encima de mi vistiendo únicamente sus pantalones entreabiertos, sobresaliendo sus calzoncillos con su visible erección.

No me di cuenta que de nuevo estaba llorando hasta que Vladimir atrapó con su dedo índice una de mis lágrimas que rodaban por mi mandíbula, se la llevo a la boca y la lamió, saboreando el salado sabor.

— No llores, lindura. —apremió, pasando sus dedos por las escamas que cubrían una pequeña parte de mi cara—. Serás tratada como una reina merece. ¡Con el mejor de los servicios!

Totalmente cautivado admiro mi apariencia, sobretodo mis alas e intento acariciar mis plumas. Con un gesto de asco, gire mi cuerpo con brusquedad obligándolo a apartarse de mí y volver a incorporarse. A pesar del sedante aún tenía fuerzas para dar guerra.

Estúpida Faelienne [ELDARYA] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora