Su sonrisa es vida.

Tuve ese momento en el que supe que he cargado más de lo que puedo, ese momento en el que supe que estaba viva por el dolor que tenía en mi pecho. Pero ahí estaba él, con su sonrisa.

La vida me ha golpeado, pero jamás me romperá.

Al llegar en el viejo gimnasio de Underground, bajo y corro hasta la puerta donde un sobre se encuentra pegado, junto a una rosa azul.

No voy a negar que la primera vez que te vi, me enloquecí y desde ese momento supe que me ibas a traer problemas. Recuerdo que durante el embarazo visité mucho éste lugar. Te enfría el paladar y de muchos colores hay, nos vemos allá.

Muevo mi cabeza de lado a lado, tratando de ver a alguien conocido ya que no me gustan éstos acertijos y la emoción de ver a mi bestia me consumen.

— Ven al auto, Charlotte — asiento hacia la rubia.

— Ya sé —susurro y comienzo a conducir.

— ¿Qué lugar es? —suelto una pequeña risa.

— La heladería —respondo a Trev.

Por deducción y por descarte, voy a la heladería que está cerca de nuestra casa ya que siempre compraba ahí. Al llegar, entro y voy directamente a la cajera.

— Hola, soy Charlotte. Por las dudas ¿nadie dejó nada para mí? —la mujer frunce el ceño y niega con la cabeza.

Confundida asiento y salgo. Observo perdida en mis pensamientos la plaza justo en frente y algo llama mi atención. Cruzo la calle y corro hacía un árbol, sonriente tomo el sobre.

Estás en el último nivel, ahora sólo debes buscar aquello que te dejó tu papá. También quería decirte que siempre observé como loco cada momento en el que nerviosa mordías tus labios y me contenía de preguntarte si querías que lo haga por ti.

Te amo bonita.

Una sonrisa se planta en mis labios e inconscientemente muerdo mi labio inferior. Levanto la vista y ceñuda busco la respuesta al acertijo. ¿Qué pudo haberme dejado mi padre? Camino confundida hasta ver una espalda torcida, apoyado en la baranda de madera del puente.

— Alek —gira y sonríe. Veo sus ojos con lágrimas contenidas y frunzo el ceño.

— No te preocupes, princesa. Sólo estoy algo sensible, mi pequeña hermana ya creció y no quiero dejarla ir —me abraza y esconde su rostro en mi cuello. Acaricio de arriba abajo su espalda, aún confundida.

— ¿Estás bien?—asiente y me suelta. Me observa una vez más y me da una sonrisa tierna. Extiende su brazo y es ahí cuando veo que tiene una margarita en su mano.

— Las margaritas son tus favoritas, ahora ve a buscar a sus hermanitas —rueda los ojos y sonríe burlón—. No está hecho para esto, dale crédito —suelto una carcajada, dejo un beso en su mejilla y me giro.

— ¿Alek? —asiente sonriente—. Papá estaría muy orgulloso del hombre en que te has convertido.

Sonríe con nostalgia—. También lo estaría de ti, pequeña.

Le sonrío nuevamente al ver sus ojos llenarse de lágrimas. Camino sin rumbo alguno hasta que llega una mujer y me entrega una flor, me señala más adelante y se va. Confundida y cada vez más asustada, continúo. Luego otro hombre aparece y hace lo mismo para luego toparme con una pareja que también me entrega una flor. Camino cada vez más rápido y aparece un pequeño niño, luego otros dos pares de niños más me paran y me entregan globos. Comienzo a observar el camino y me encuentro con un par de velas en el césped. Siguiendo el camino, comienzan a verse luces de navidad colgado por los árboles. Sonrío sabiendo que esas luces son obra de Stefan, él sabe cuánto me gustan. Me detengo de golpe al ver la fuente donde todo comenzó, la fuente donde Stefan me había pedido ser su novia.

— Mi bella Charlotte.

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Les saluda, Sunshine

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Les saluda, Sunshine.

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