Capítulo 76

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Escucho de lejos unos constantes pitidos de maquinas, rápidamente deduzco que me encuentro internado en el hospital. Más me despejo, más duele mi cabeza, mis ojos cansados se abren de a poco acostumbrándose a la luz del día. ¿Del día? ¡Charlotte!

Me incorporo de golpe, provocando un fuerte dolor en el centro de mi cabeza.

— De a poco, vaquero —giro mi cabeza y me encuentro con Alek y su hijo en brazos.

— ¿Y Charlotte? —mi voz sale ronca y aunque la siento seca.

Alek se acerca y me entrega un vaso de agua, agradezco con la mirada y me lo tomo de un sorbo.

— No sabemos nada de ella, ha estado en toxicología desde que llegamos y... —suspira y baja la mirada—. No tienen fe de que salga de ésta.

Dejo caer todo mi peso en la incómoda camilla, soltando un suspiro. Siento mis ojos llenarse de lágrimas, tapo mi rostro con mis manos y dejo caer mis lagrimas. Mi dulce pequeña, mi Charlotte, la que era mi fiera, el amor de mi vida. En éste momento vuelvo a entender lo que se siente estar a punto de perder lo más preciado, como esos soldados que no pudieron ganar la guerra, como esos historiadores que no llegaron al tesoro, me siento perder lo más preciado que Dios pudo haber puesto en mi camino. Escucho como Alek suelta un suspiro lastimoso y luego sus brazos rodearme, fuerte, como si estuviera esperando el momento en el que caiga, en el que me dé por vencido.

— Esos doctores que no saben nada, ellos no saben cómo es ella, lo luchadora que es mi... —un sollozo sofocado sale del fondo de su garganta.

Me aprieta más a él, como si necesitara que alguien no lo deje caer, como si quisiera descargar su problema, como si realmente necesitara apoyo. Rodeo su cuerpo con mis brazos, mi amigo me necesita, yo lo necesito también.

Estaba a punto de hacer una broma cuando suelta las palabras que rompieron aun más mi corazón.

— Papá murió, Stefan.

Lo separo de mi cuerpo y lo observo detenidamente, es ahí cuando me doy cuenta de sus ojos rojos, de sus mejillas mojadas con rastros de antiguas lágrimas derramadas, sus puños con los nudillos rotos. Suelto un suspiro y lo abrazo, lo abrazo queriendo que mi fuerte agarre lo haga sentir protegido. Como él una época hizo conmigo. Aleksei es mi hermano de otra madre, es el mejor amigo que pude haber elegido y no dejaré que caiga. Pero lo único que está en mi mente es Charlotte, en cómo estará, en cómo haré para superar todo esto junto a ella. ¿Cómo haré para decirle que su padre ha muerto?

— Sé que necesitas mi apoyo en éste momento, pero no podré si no veo a Charlotte ahora —seco mis lágrimas. Alek asiente, se separa y me imita.

Con dificultad me siento en la silla de rueda que Alek me proporcionó, mis costillas arden por el cambio pero voy a soportarlo hasta ver a mi mujer. Los pasillos están desiertos, sólo unos pocos enfermeros recorren las habitaciones, Alek le informa a uno sobre nuestro paradero y luego entramos al ascensor. El enfermero nos entrega un par de barbijos y confundido me lo pongo. Siento mis manos temblar, temblar por tocar la suave piel de Charlotte. Las puertas de elevador se abren y Alek empuja mi silla para salir, odio estar en éste nivel de incapacitado pero el dolor de mis costillas no hace más que aumentar a medida que avanzamos.

— Bien, es aquí —suelta un suspiro y abre la puerta.

Una habitación completamente blanca se abre paso ante mis ojos y el sonido inconfundible del monitor que controla el pulso es lo único que se oye en la habitación. Es como un déjà vu. Avanzo hasta la camilla donde se encuentra Charlotte, tomo su mano y agacho mi cabeza hasta dejar mi frente contra su piel. Y me permito llorar, realmente llorar. Escucho como Alek sale del cuarto, dándome privacidad y se lo agradezco en silencio.

Levanto la cabeza y veo sus ojos cerrados con sus largas y preciosas pestañas decorando ese pálido rostro que tanto amo, sus labios que mantienen ese leve color rosa, aunque un poco más blanco ésta vez.

Niego con la cabeza cuando el pensamiento de Rupert, el padre de Charlotte aparece en mi mente. Nuevas lágrimas caen por mis mejillas, ese hombre fue como un padre para mí. Uno que me amó el poco tiempo que convivimos juntos. El recuerdo de la última charla que tuvimos viene a mi mente, cuando le pedía la mano de Charlotte en ese bar que luego, tantos problemas me dio y donde él con una carcajada dijo "hombre, creí que ya lo habías hecho". Rupert, es uno de los mejores hombres que pudo haber pisado éste mundo. Siempre al pendiente de la seguridad y el bienestar de sus hijos, incluso de su mujer que tanto amaba ciegamente. Todos cometemos errores. No merecía morir, tenía tanto por hacer, tenía que ver crecer a sus nietos, aún debía llevar al altar a Charlotte, entregármela.

Acaricio cada centímetro de su piel con delicadeza, con tanto temor de que algo ocurra y que ésta vez no sea capaz de controlarlo. No estoy listo para una vida sin Charlotte, no creo estarlo jamás, amo a ésta mujer.

Necesito a Charlotte, la necesito como el lobo feroz necesita de Caperucita roja para completar la historia. La bestia necesita de la fiera para terminar este libro.

Unos leves golpes en la puerta me sobresalta, ésta se abre lentamente y la cabeza de Matt aparece cuidadosamente antes de entrar completamente. Una sonrisa aparece en mi rostro, una verdadera sonrisa en varias horas, mis ojos embobados no deja de observarlo.

Estiro mis brazos y tomo a Cameron de los brazos de Matt, para luego abrazarlo hasta esconder mi rostro en el pequeño entre su cuello. El perfume de bebé inunda mis fosas nasales y logra tranquilizarme. Matt aprieta mi hombro en señal de apoyo, asiento sin abandonar la posición con mi hijo.

— Ella es fuerte —dice, esucho la puerta que se cierra y entiendo que salió del cuarto.

Quito las nuevas lágrimas de mi rostro y pienso que es la primera vez en muchos años que lloro desconsoladamente, de una forma imparable y tantas veces. Primero la muerte de mi madre y luego el accidente de Charlotte. Levanto el cuerpo semidormido de mi hijo y lo dejo en la camilla, recuesta su cabeza en el brazo de su madre, entrelazo mi mano con la de ella y la dejo en el estómago de Cam. Apoyo mi cabeza en el borde de la cama y suelto un suspiro lastimero.

Quiero a mi familia de nuevo. Quiero mi vida tranquila, aunque desde que apareció Charlotte nada fue igual.

Me cambió y cambió totalmente el rumbo de mi vida.

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Preparense porque van a seguir llorando, ah re mala

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Preparense porque van a seguir llorando, ah re mala.

Les saluda, Sunshine. 

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