Capítulo 56

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Charlotte Woods

— Mi pequeño Connor se mueve todo el tiempo, creo que será mariscal de campo o un excelente medio campista.

Stefan sale del baño secando su cabello negro con una toalla, refunfuñando por lo bajo. Suelto una risita sin dejar de acariciar mí abultado y pesado vientre de seis meses, intentando ignorar a la tatuada bestia que se encuentra sentado en la cama.

— Se llamará Cameron, no veo el por qué a que le llames de esa forma —dice besando el ombligo fruncido hacia adentro de mi estómago.

Cuando nos enteramos que Cameron sería Cameron y no Camille, Stefan se alegró tanto. Sé que quería una niña pero un hijo le gustó mucho más, aunque diga lo contrario. Salió del consultorio con lágrimas en los ojos, tomando mis manos y besando mis nudillos sin dejar de gracias, cuando en realidad era yo quien debería dárselas.

Gracias a Stefan las cosas son mejor. Eline ya no aparece, aunque eso sólo me hace estar en alerta. Pero que no juegue con mi salud en estos momentos me deja más tranquila y espero que sea así hasta que nazca mi hijo. Mi padre llegó a deprimirse por su pérdida, claro que eso cambió cuando supo que su primer nieto sería varón. Debió devolver las muñecas para comprar camisetas de Los Giants. La vida está siendo buena con nosotros y espero que siga siendo así.

— Debo irme dulzura, tu desayuno está en el desayunador así que no tardes en bajar —toma su bolso de entrenamiento y su teléfono antes de añadir—. Me llamas ante la más mínima cosa ¿oíste?

Asiento y me levanto lentamente de la cama. Camino con una mano en la panza y la otra en mi cintura hasta el baño. Escucho un suspiro y luego la presencia de Stefan a mi lado.

— Bonita voy tarde pero ¿necesitas ayuda? —niego con la cabeza, beso sus labios y cierro la puerta.

— ¡Suerte en el día, nos vemos en el restaurant! —exclamo cuando escucho sus pasos alejarse.

Luego de lavar mi cara y mis dientes, salgo del cuarto para ponerme un jean elástico para embarazadas, unas botas estilo pantuflas y un sweater color rosa pálido. Me observo en el espejo del cuarto y sonrío ante el abultado estómago. Veo de costado un retrato de Stefan rodeando mi cintura desde atrás, ambos sonrientes y sin rastro de Cameron en mi cuerpo aún.

Era difícil describirle a alguien como nuestra relación había empezado, pero aun más en la forma en la que se había desarrollado. Y pensar que todo comenzó con una mirada hace ya casi un año en aquel estudio de danza, sin imaginar que llegaría a amarlo tanto. Desde ese momento, sus ojos negros me hipnotizaron y supe que iba a ser un problema. Mi problema.

— Dulzura, yo... —volteo a verlo, confundida. Creí que ya se había ido.

El calor de su mirada me envuelve cuando me ve de pies a cabeza y cuando sus ojos me ven a los míos, me siento asfixiada. Es increíble lo que su mirada logra en mí.

— Te ves realmente bonita —sonrío y camino a él para dejar un beso en sus labios.

Paso por su lado y camino a paso lento para bajar las escaleras. Tenía terror de caerme y golpear mi estómago o espalda. El embarazo se había complicado a medida que el tamaño de Cam aumentaba, es que mi cuerpo no podía extenderse tan rápido, se sentía casi como un asalto doloroso cuando él pateaba cual jugador de futbol. Pero a pesar de todo, disfrutaba mi embarazo.

Doy el último bocado a las tortillas con pedazos de frutilla y me levanto para abrir la puerta, donde una muy alegre Leah se encontraba.

— A ti sí que te sienta genial el embarazo, no como a mí —hace un puchero.

Mi Dulce Destrucción |  Próximamente En Físico Donde viven las historias. Descúbrelo ahora