Capítulo 8

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Un consejo.

No es recomendable seleccionar una canción preferida como alarma, al menos que quieras terminar por odiarla.

Me levanto pesadamente al oír la música y camino directamente al cuarto de baño.

Mi madre tiene la obsesión de hacer hasta los desayunos como si se tratara de una maldita gala, y como no estoy dispuesta a desobedecerla y ganar toda su furia del día, me visto lo más yo posible dentro de la etiqueta correcta y bajo.

— Hola, chiquita —saluda mi padre desde la punta de la extensa mesa.

Camino rápidamente para abrazarlo por el cuello, beso su frente y tomo asiento a su izquierda.

— Hola, papá. ¿Qué tal el trabajo? —pregunto interesada, mientras me sirvo café.

— Dos casos finalizados y exitosamente ganados. Y un nuevo caso en mente —me guiña el ojo.

— ¡Ese es mi padre! —exclamo provocando su risa.

De pronto todo el aire cálido y lleno de amor y paz se van por la basura al oír las fuertes pisadas de tacones de mi madre. Como si se tratara de la mismísima Cruella de Vil, las dependientas se alinean en fila esperando su llegada. Papá y yo rodamos los ojos ante tal formalidad.

— Buenos días —saluda mi madre provocando que se me hiele la sangre.

— Buenos días, cariño —saluda mi padre con una sonrisa.

Yo, por mi parte, sólo soy capaz de asentir con la cabeza y dedicarle una leve y forzada sonrisa.

— ¿Aleksei no vendrá a desayunar? —cuestiona ceñuda.

— Al parecer no, querida. Desayuna tranquila —le sonríe con una mirada de ternura.

Cada segundo del día, afirmo sin dudas que mi padre es mucho para ella. Él es todo amor, paz y unicornios. Y ella es tan, agujas, sonrisas malévolas y risas de villanos como Cruella.

El ruido de la puerta principal cerrarse provoca que giremos la cabeza hasta encontrar el invitado. Un Alek, claramente con resaca, aparece con lentes oscuros y a paso lento. Sonrío divertida, imaginándome la buena charla que le espera.

— ¿Qué horas son estas para llegar a desayunar, jovencito? —comienza mi madre a levantar la voz.

Frunzo el ceño y respondo firme por él.

—Llegó y eso es lo que importa.

Pero así es siempre. Sólo me atrevo a darles miradas y algunos gritos, pero nunca algo más.

— No te atrevas a contestarme jovencita o te... —comienza a masculla entre dientes, notablemente enojada.

— ¿O qué? —interrumpe Alek firme y enojado.

Tomo su mano y le doy un apretón para tranquilizarlo. Voltea, me sonríe y deja un beso en mi frente.

—Buenos días, padre.

La bruja es la única que incomoda en todo el ambiente.

— Buenos días, hijo —sonríe nuevamente.

— ¿Qué tal el nuevo caso, papá? —pregunta interesado mi hermano.

— Es difícil, pero estoy seguro que podremos— le guiña el ojo.

— Eso espero. Stefan realmente quiere tener la custodia completa —comenta cabizbajo.

¿Stefan? ¿Custodia? ¿Acaso tiene un hijo?

Mi Dulce Destrucción |  Próximamente En Físico Donde viven las historias. Descúbrelo ahora