Capítulo 22

132K 7.2K 524
                                    

Charlotte's POV

— ¿Papá? —cuestiono temerosa.

— ¡Feliz cumpleaños, mi chiquita! —dice orgulloso, le sonrío sin dejar de ver el precioso objeto en mi frente.

— ¿Estás diciendo que éste precioso Chevrolet Camaro del 73 es mio? —pregunto con un hilo de voz, de la emoción.

—Eso es mi chiquita, ya es hora de que te transportes sola —me anima con un guiño—. Y veo que por tu reacción he acertado ¿no?

— ¡Papá, es el mejor regalo de la existencia! —chillo de alegría—. Aunque el verdadero mejor regalo de la existencia es que tú estés conmigo.

Abrazo a mi padre y hundo mi cabeza en su pecho. ¿Qué haría yo sin mi padre?

— Me alegra que te haya gustado, chiquita —susurra acariciando mi espalda—. Ahora ve a presumir tu bebé.

Suelto una carcajada y regreso lentamente hacia la costosa reliquia del futuro que se encuentra frente al porche de mí casa. Paso la mano suavemente sobre la suave capa de pintura roja del largo capó, acaricio el volante de cuero y de un salto, mi trasero se encuentra ocupando el asiento de cuero negro. Desde que fui a una exposición de coches antiguos con mi hermano, he quedado locamente enamorada de ésta marca y especialmente del modelo de 1973. Claramente no es un auto que se deba usar diariamente ya que es considerado reliquia para algunos coleccionistas pero tampoco lo veo cubierto por una sábana blanca juntando polvo en algún garaje de mala muerte.

Tomo mi teléfono y marco un número que a los dos pitidos responde.

Wells —responde secamente.

Wells aquí Woods reportándose para cuestionar, señor —hablo con una voz gruesa y mal fingida. Una risa retumba del parlante del teléfono, haciéndome sonreír inconscientemente.

Una semana ha pasado del viaje y ya hemos vuelto a la fastidiosa rutina, pero hoy es un día especial para mí. Mis veintiún año llegaron, anunciándome la cercana e inevitable vejez pero recordándome también el agradecer a Dios por un año más de vida y de fuerza.

Princesita —saluda y se siente una sonrisa en su voz.

Hey Stef ¿Dónde te encuentras? —pregunto divertida. Escucho voces masculinas de fondo que poco a poco se van escuchando menos.

En el club ¿por qué? —cuestiona.

Pensaba que podríamos dar unas vueltas —sugiero tímida de repente.

— Me encantaría fiera, pero mi motocicleta ésta en reparación —murmuro un leve oh.

Puedo pasar por ti —digo emocionada, pero escucho como suspira y mi emoción se disipa.

Hasta donde tengo entendido no te dejan utilizar tu motocicleta y no quiero a un jodido chófer llevándonos como si fuéramos de la realeza —dice bruscamente, arrancando todo el deje de felicidad que tenía.

Oh de acuerdo —murmuro triste. Suelto un suave suspiro y cuando voy a despedir me interrumpe.

Me encanta que quieras pasar tiempo conmigo, y sabes que si mi moto no estaría en el mecánico iría por ti ¿no? —dice y siento una sonrisa en su voz.

— No te preocupes, buscaré a Flinn, el chico sexy del elenco. ¡Adiós Stefan! —miento fingiendo alegría.

— ¿Quién...? —no lo dejo terminar y cuelgo.

Suspiro, me pongo mis lentes y enciendo el motor escuchando las vibraciones de mi teléfono en el asiento de copiloto. Siguiente parada, el club de la bestia.

Enciendo la radio y on my mind comienza a sonar, rió divertida recordando y niego mientras tarareo la canción. El camino al club no tarda más que cinco o diez minutos, lo sé porque es el mismo club en el que mi hermano solía pasar gran parte de su tiempo.

Al llegar muchos, por no decir todos los muchachos, voltean a verme. Bajo el volumen y no hace falta que me incline para hablar, ya que el auto es descapotable. Un silbido me interrumpe, antes de hablar. Resoplo fastidiada.

— Preciosa ¿qué hace una nena como tú en un lugar como éste? —dice divertido, viendo de reojo a todos sus amigos, quienes lo felicitan.

— Busco a Stefan Wells —ruedo los ojos.

— ¿Por qué Stefan siempre tiene a las más bonitas? —escucho un murmuro entre la gente.

Con un enojo contenido, apago el motor y bajo de mi preciosidad. A través de mis lentes puedo ver cómo me devoran con la mirada, pero sin importarme los silbidos, continúo a paso firme. Paso por el enorme portón de chapa que da la entrada del taller mecánico. Más silbidos resuenan en el lugar y por más confianza que tenga, esto me intimida.

Camino entre los autos estropeados y los hombres semidesnudos que lo reparan. Cuando localizo una espalda musculosa y cubierta de tatuajes, a paso rápido me dirijo hacia él. Recorro con mi dedo índice, muy delicadamente, uno de sus tatuajes sintiendo su cuerpo tensarse con mi tacto. Se gira ceñudo, casi furioso y cuando ve que se trata de mi, se relaja completamente.

Inclino mi rostro al costado y le sonrío viendo como se esfuerza por contener una sonrisa.

— Hola —le sonrío.

— ¿Qué haces aquí? —cuestiona sin devolverme la sonrisa.

— Sal conmigo —digo ocultando dificultosamente mis nervios.

Veo como frunce el ceño y se cruza de brazos en una pose divertida y me da una repasada entera, es ahí cuando su semblante cambia y se pone serio. Levanta la cabeza y fulmina a unas cuantas personas a mis espaldas.

— Podrías haberme llamado —dice bruscamente. Esa no fue la respuesta que esperaba.

— De acuerdo —fuerzo una sonrisa y me giro.

A paso rápido trato de salir del taller con la poca dignidad que me queda. ¿A cuántas le habrá hecho lo mismo?

— ¿Charlotte? —escucho una voz a mi costado. Giro vagamente mi cabeza al costado pero un cuerpo se interpone en frente.

— Ni se te ocurra dar un paso adelante —su espalda tatuada y sudada es lo único que ven mis ojos—. ¡Vuelvan todos a sus trabajos y el que pone un solo ojo sobre mi chica se los quitare uno por uno y no me importa si son bizcos, hablo en serio!

Resoplo enojada y camino con los puños apretados hasta salir del taller, rápidamente entro a la preciosidad que vine erróneamente a enseñar a la bestia.

— ¡Feliz cumpleaños para mi, bestia! —grito con toda la ira contenida.

Piso a fondo el acelerador cuando veo su cara con una mueca sorprendida.

— ¡Charlotte! —escucho su grito pero no me importa.

Una vez que me alejo del club, voy ralentizando la velocidad hasta casi pasear por las hermosas calles mientras el sol me da de lleno en la cara pero el enojo no se disipa.

¿Qué fue lo que pasó por mi cabeza? ¿Que acaso iba a darme un hermoso beso de bienvenida y me diría "pasaremos el día juntos, princesita"? Si, fue exactamente eso. ¿Algún día cambiará? Porque eso es exactamente lo que no quiero que pase. Me atrajo su ruda e indescriptible belleza de chico malo y misterioso. Pero me gustó su forma de ser estando conmigo y me gustó aún más como soy cuando estoy con él.

¡Dios, realmente soy un manojo de contrariedad en este momento!

Supongo que tendré que acostumbrarme a esto porque estoy segura que con Stefan, nada será fácil. ¿Verdad?

Decido dejar de pensar en él por hoy y regresar a la casa de mis padres para volver a agradecer a mi papá por el maravilloso regalo. 

________________________________

No se olviden de votar y/o comentar, queridas lectoras fantasmas.

Mis redes sociales:


Les saluda, Sunshine.


Mi Dulce Destrucción |  Próximamente En Físico Donde viven las historias. Descúbrelo ahora