Capítulo 4

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Mi vida no es tan fácil como se dice ser para la hija de una familia rica.

Mi familia es rica, sí. Gracias a los méritos de mis padres, ambos simples pero conocidos trabajadores. Mi padre es abogado, dueño de muchos estudios y conocido por sus muchos juicios ganados, limpia y honestamente. Luego está mi madre.

Normalmente, las niñas quieren imitar a su madre, son casi inseparables, mejores amigas, confidentes. Eso es algo que no me pasa, ni me pasará jamás. Cuando pienso en ella, pienso en Cruella de Vil.

En cuanto a mi padre, es un sueño, es el único que siempre me salva de las garras de mi madre. Lo que me lleva a pensar ¿cómo mi padre está con alguien como ella? ¿Cómo se enamoró de ella?

Luego está mi medio hermano, por parte de mi padre. Alek es la misma copia de mi padre, su buen corazón y su gran humor lo destacan. Aunque tenga cuatro años más que yo, él siempre será mi cómplice y protector todas las veces que me enfrente a Cruella.

No soy una persona muy sociable. Tengo únicamente dos amigos, Leah y Trevor. Los únicos a los que nunca les intereso la cantidad que tengo en mi cuenta bancaria, sino mi compañía.

Mi vida no es tan fácil como se presenta, uno siempre tiene que leer entre líneas.

— ¿Char? —chasquea los dedos en frente a mí rostro.

— Lo siento —sacudo mi cabeza—. No me he despertado del todo bien esta mañana.

Leah hace una mueca mientras acaricia mi largo y lacio cabello negro.

— ¿De nuevo? Linda, debes decirle a tu padre —dice mirándome con ojos lleno de lastima.

— Jamás lo metería a él en esto —digo decidida.

El profesor se despide de los alumnos y se retira del salón. Junto mis cosas y sigo el mismo camino.

— Aún no sé porque estudio medicina —resoplo por lo bajo mientras cuelgo en mi hombro el bolso de cuero negro.

— Yo lo hago porque me gusta y tú porque tu madre te obliga —me riñe.

— Algún día me enfrentaré a ella —murmuro cabizbaja.

— Si y mientras esperamos, ¿qué dices si salimos esta noche? —propone mientras devuelve el saludo a los hombres que le saludan.

Mi amiga llama terriblemente la atención de la multitud masculina con su cabello rubio hasta un poco más abajo del omóplato, sus llamativos ojos azules y su cuerpo con las curvas bien esparcidas en los lugares necesarios. No me considero una mujer fea ni mucho menos, solo soy normal. Mi cabello negro fue lo único que heredé de mi madre, mientras que mis ojos color miel son de mi padre y mi cuerpo que gracias al baile, no tengo que envidiar a nadie. Pero claro que gracias a los tontos estándares de belleza, nadie está al nivel de ser considerado perfecta/o.

— ¿Salir como el viernes? No, gracias. Aún sueño con los tenebrosos ojos de la bestia —finjo un escalofrío en mi cuerpo mientras ríe.

—No estaba en su mejor día —hace una mueca mientras bajamos la escalera de la universidad.

— ¿Jamás sonríe? Sus ojos me miraban con furia y algo más —digo lo que en mi mente estuvo rondando desde aquel día.

— Si supieras la razón, correrías lejos de él —susurra. La observo confundida y ella desvía los ojos, dejándome con mucha intriga.

— ¿Qué? —ella me saca la lengua, divertida —. Uy sí, qué misterioso.

— Mira —señala al estacionamiento.

Mi Dulce Destrucción |  Próximamente En Físico Donde viven las historias. Descúbrelo ahora