Un hombre es como un pequeño bebé león enjaulado que es mantenido en cautiverio. Cuando más presiones, más agresivo se pone. Son más tranquilos y confiados cuando le das su espacio en su habitad. Es todo cuando ellos quieran, nunca antes. Tratándose de estos casos.

— Aparento ser un chico malo, alguien con problemas y...

— ¿No lo eres? —interrumpo divertida, pero éste negó totalmente firme.

— Lo soy. Soy un chico jodidamente malo para ti, te traeré problemas y muchos dolores de cabeza. Pero soy un egoísta y te quiero conmigo, te quiero ahí para mí —niega con la cabeza repetidas veces, como si mantuviera una discusión en su interior.

— ¿Stef? —le susurro, tomando delicadamente su mano, tratando de no sobresaltarlo.

— Me gusta tu voz, me gusta muchísimo tu voz. Me tranquiliza y... —vuelve a negar con la cabeza, como si estuviera luchando internamente.

— Habla conmigo, Stef —murmuro preocupada.

Al no recibir respuesta, dejo un manojo de billetes en la mesa y me levanto para tomar de la mano a la bestia, salimos del lugar y evito el auto, planeo caminar, respirar aire fresco. Stefan entrelaza nuestros dedos comenzando a caminar sin rumbo alguno y no puedo evitar sentir un retorcijón en el estómago cuando siento su pulgar trazar leves caricias en el dorso de mi mano. Sin emitir ni una sola palabra cruzamos la avenida principal para comenzar a recorrer un lindo y extenso parque. Stefan decidió tomar asiento frente a una fuente. Nos quedamos en silencio dando el tiempo necesario a que reorganice sus ideas, mientras veíamos correr a varios niños por el lugar.

— Te contaré una historia —murmura con la mirada perdida, pero aún con nuestros dedos entrelazados sobre su pierna.

— Stefan... —susurro para evitar que diga algo que no esté listo para decir, pero su suave apretón de mano me detuvo.

— Había una vez un niño, pequeño e inocente que amaba jugar con motocicletas de juguete tanto como amaba a su madre y su hermana mayor. Pero él no amaba a su padre, él odiaba su padre. Ese hombre prácticamente lo obligó a convertirse en lo que es hoy en día. Ese hombre le enseñó lo malo de la vida, el lado malo del mundo, le enseñó incluso el lado malo del lado bueno. Le enseñó a amar lo malo, pero el niño sabía bien como actuar frente a su padre y como actuar frente a las dos mujeres que amaba —frunce el ceño—. Su padre pensó que con golpes podía manejar a todo el mundo, incluso a su propia familia pero nunca fue así. El niño nunca dejó que su padre pusiera un solo dedo a ninguna de esas mujeres, al menos no en su presencia.

Quedó en silencio por unos pocos segundos para después respirar hondo y soltarlo un lastimoso suspiro. Trato con todas mis fuerzas no mirarlo porque sé que mi mirada es de lástima y no una de aliento.

— Stefan no tienes siquiera por qué... —evito que pueda hacer algo le haga mal.

— Pasaban los años, nada tranquilos para él y su familia. Su hermana mayor había terminado la secundaria entrando así a la universidad, se fue de casa pero con la promesa de volver por él. El niño ya tenía diecisiete años, era un chico malo pero sólo a la vista de su padre era un joven horrible, despiadado y sin corazón. Pero un día todo cambió —respira hondo y suelta un suspiro—. Él llegaba del instituto, porque sí, el estudiaba y se esforzaba para no ser un don nadie como lo era su padre. Un día entraba a su casa y cuando cerraba la puerta principal oyó un estruendo y gritos, subió de dos en dos las escaleras hasta llegar a la habitación de sus padres encontrándose con el rostro ensangrentado de su madre y a su padre con un arma en la frente de la mujer.

Stefan volteó a verme, sus ojos estaban cristalizados y su rostro mostraba la clara lucha que llevaba en su interior al recordar tal pasado. En un impulso, me incliné y besé su frente lentamente, apoyando mi mano en su mejilla. Una de sus manos subió a mi mejilla y la acarició tan suavemente como si de una porcelana se tratara.

— Él volteó a verme y dijo "verás a tu madre morir y luego verás a tu padre y vivirás con el remordimiento de no haber podido hacer nada". Grité desesperado pero nada pude hacer, las cosas sucedieron como él había dicho.

— Es una historia horrible —murmuré ignorando el hecho de que al final hablaba en primera persona y ya no en tercera, pero él sonrío triste y asintió.

— Esa horrible historia es mi pasado, princesita. Y seguiré cargando con él —suspiró fuerte sin apartar sus ojos de los míos—. Nunca entendí por qué lo hizo, mi padre ya había corrompido todo de mí ¿De qué le servía terminar con la vida de mi madre?

Stefan me miraba con la cabeza levemente inclinada, con lágrimas en los ojos y semblante triste, como si yo pudiera responder a su pregunta, él esperaba una respuesta que jamás ni yo, ni nadie podría dársela.

— Solo sé que no pudo contigo, no pudo volverte como él.

— ¿Sabes por qué te he contado esto? —niego con la cabeza—. Porque sé que tienes un pasado que te atormenta, sé que me entiendes y no me juzgarás.

Asiento con la cabeza en comprensión, él no quiere ser juzgado, no quiere lástima, quiere apoyo. De un momento a otro su rostro se vuelve serio, sus ojos van lentamente a mis labios que se abren para poder decir algo pero de ellos nada sale. Observo con temor y ansias como su rostro se acerca de a poco a mí haciendo que inconscientemente contenga el aire, sonríe de lado pero luego vuelve a su semblante serio. Cuando nuestras respiraciones comienzan a mezclarse un sonido provoca que nos separemos de golpe. Stefan murmura unas palabrotas y busca el culpable de la interrupción.

— ¿Qué? –responde, bruscamente, luego abre los ojos sorprendido—. Estaremos ahí en unos minutos –y cuelga.

— ¿Quién era? –pregunto cuándo lo veo incorporarse rápidamente.

—Tu hermano. Princesita, creo que se te olvidó que tienes un show que abrir –dice divertido.

Abro los ojos sorprendida, me incorporo y tomo la mano que me ofrece. Comienza a correr, llevándome con él. Los nervios se implementaron a un nivel altísimo. No sé exactamente por qué, si porque estuve a unos centímetros de besar al hombre que estuvo en mis pensamientos desde que mis ojos se posaron en él, o por el show que está cerca.

—Todo esto es tú culpa —reclamo jadeando, sin dejar de correr.

— ¿Mía? —su estruendosa risa provoca una sonrisa enorme en mi rostro.

En todas las historias de amor, está la princesa ideal y el perfecto caballero de armadura, Stefan y yo éramos los personajes opuestos, totalmente contrario. Y eso me gustaba, por cada cuento es diferente, cada historia es distinta y cada amor es único. Me gustaba que Stefan sea como es, con sus cicatrices internas. El era mi valiente caballero.

_______________________________

NO SE OLVIDEN DE VOTAR Y/O COMENTAR. 

REDES SOCIALES:

Nos vemos el próximo domingo

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Nos vemos el próximo domingo.

Les saluda, Sunshine.

Mi Dulce Destrucción |  Próximamente En Físico Where stories live. Discover now