— ¿Quién es? —pregunta ceñudo, niego con la cabeza.

— No quieres saberlo —digo agitado al estar saltando la cuerda, de reojo veo que frunce el ceño.

— Si te lo pregunto es porque quiero saberlo, imbécil —me golpea el pecho.

Alek es mi mejor amigo desde que teníamos ocho años. Un día como cualquier otro, salía de la escuela y pasaba por detrás de un círculo de personas que gritaba alentando eufóricos a alguien dentro de la ronda. Fue la única vez que mi curiosidad me llevó a algo bueno. Alek estaba siendo golpeado por dos niños de un grado mayor al nuestro, sin pensarlo dos veces solté mi mochila en el suelo y empuje a la multitud hasta llegar a uno de los muchachos, golpee sus piernas provocando que caiga al suelo. Con uno en el suelo, sólo quedaba otro. Recuerdo que tomé el cuello del otro y lo llevé atrás, liberando así al indefenso castaño. Ni siquiera tuve que recurrir a la violencia, simplemente aplique un poco de fuerza para arrojarlos al suelo, tomé el brazo del castaño y corrimos lejos. Sonrío al recordar la sonrisa ensangrentada cuando dijo; soy Aleksei. Desde ahí, nos hemos vuelto inseparable, hasta que ocurrió lo peor que pudo haberme pasado.

— ¿Cómo es que nunca conocí a Charlotte? —pregunto tratando de que mi pregunta pase desapercibida.

— ¿Olvidas la parte en la que desapareciste meses antes de que mi madre muriera? —pregunta divertido.

Aún no entiendo cómo es que habla con tanta naturalidad de la muerte de su madre. <Yo sólo aprendí a vivir sin ella y sé que está en un lugar mejor que en ésta mierda de mundo> recuerdo que había dicho. El es fuerte, no como yo.

— Nunca me habías dicho que tenías una hermana —reclamo.

— Es que es muy linda y sabía que acabarías enamorándote de ella —me guiña el ojo y se da vuelta. Asiento asimilándolo. ¿Enamorándome de ella? Espera un momento, él lo sabe.

— ¿Qué? ¡Oye no! —dejo de saltar y camino en su dirección, torpemente tropezando con la cuerda. Escucho su risa.

— Solito te has descubierto, idiota —suelta una fuerte carcajada que logra detenerme en mi lugar.

No puede ser. Pensarlo era una cosa, pero que él lo haya dicho es distinto. La realidad me golpea fuerte. Debo alejarla, debo alejarme. Pero no puedo, no voy a hacerlo. Voy a luchar, lo haré junto a ella.

(...)

— ¡Y el ganador es La Bestia! —grita el presentador levantando mi mano.

La multitud grita obscenidades, aplauden y pisotean con sus botas y tacones en el suelo creando ruido molesto, pero ni siquiera eso logra que mi felicidad se esfume. Gané, como siempre, como debería ser. El presentador toma mi muñeca y levanta mi brazo, en señal de claro triunfo. Mi vista va hacia esas cuatro personas que se encuentran festejando animadamente en sus lugares frente al ring, pero mis ojos se clavan en la pelinegra, que ríe con mi sobrina.

Bajo con el rostro serio. No debo bajar la guardia, no debo desconcentrarme, deben respetarme, temerme. Camino hacia el cuarto en el que estoy acostumbrado a relajarme antes de las peleas. Al entrar, cierro de un golpe y camino al baño.

— ¡Hora de festejar! —escucho gritos y aplausos en el cuarto.

Sonrío a la imagen del espejo. Salgo del baño y veo globos en blanco y negro, río divertido cuando muchos de ellos aterrizan en mi rostro.

— Tu rostro ha quedado feo —dice Dave. Hace una mueca inspeccionando mis heridas.

— El rostro lo tiene desde el nacimiento, Dave —dice divertida Charlotte. Le sonrío a boca cerrada y camino hacia ella.

— ¿Y tu rostro, princesita? —me acerco a ella hasta quedar tan cerca que mi nariz roza su frente.

— ¿Qué tiene mi rostro? —pregunta ceñuda, alzando la cabeza para poder verme a los ojos.

Al verla desde arriba, con la mirada inocente y al mismo tiempo enojada, mi estómago se encoje y mi sonrisa no tarda en salir a la luz. ¿Qué está haciendo conmigo?

— Nada de malo, realmente nada —le guiño el ojo y me alejo. Lo hago porque sólo Dios sabe que lucho por contenerme.

— Arréglate, iremos a celebrar— dice Alek rompiendo nuestra burbuja. Charlotte asiente y se da vuelta para salir pero Alek la toma de la muñeca, haciendo que voltee a verlo confundida—. Tú ayúdalo con sus golpes.

— Leah sabe hacerlo y le gusta —reclama. Tomo asiento y sonrío divertido, es como una pequeña niña.

— Cuanto más tarden, menos tiempo estaremos moviendo el bote —dice divertido, voltea y me guiña el ojo para después salir de la habitación.

Veo a Charlotte refunfuñar y dirigirse al baño, se agacha para buscar la caja de medicamentos, dándome una muy buena vista de su... ¡Concéntrate!


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Ya casi se viene el final de este maratón de Domingo.

Les dejo mis redes sociales.

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Les saluda, Sunshine

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