Entierro mis uñas en sus brazos cuando mis gritos no son suficientes para calmar mi dolor.

No me detiene y eso es otra puñalada que me mata, porque debería impedir que lo lastime, pero no lo hace, por lo mismo, en un acto desesperado me lastimo siendo consiente de lo que hago, pero no puedo... ni quiero parar.

—Los haré pagar, pero deja de hacerte daño. —gruñe y por mi parte niego acurrucada en su pecho.

Con una mano sostiene ambas mías y con la otra soba mi espalda pidiendo que me acomode.

No tengo nada, no soy nada...

Bajo mi vista viendo la bata manchada de sangre cuando los puntos se abren.

—Lo perdí...

—Alto, no sigas por ahí Alessia. —observo su rostro rojo.

No hay ni un atisbo de lágrimas a diferencia mía, únicamente puedo ver la frustración y el rubor que ha bajado hasta su cuello.

El color hace un contraste demasiado evidente con su piel blanca y el cabello rubio le cae en la cara. Es evidente que está bien, porque él no ha perdido...

—No quiero Oleg, no quiero más. —susurro haciendo que su cuerpo se tense. —Me estoy hundiendo y no tengo fuerzas para continuar.

No quiero continuar.

El dolor no se va y poco a poco siento también mi garganta arder por los gritos que no han parado.

—Muye oyubov, por favor. —las lágrimas no se detienen y sus palabras solo incrementan lo que siento.

No tengo cabeza para analizar la situación porque mi alma se está desgarrando.

Odio sentirme tan sensible.

Todo lo acumulado ha llegado al límite, porque siempre pensé que no tendría un punto de quiebre, pero ha llegado.

Me he quebrado... me han quebrado porque supieron llegar a mí. Encontraron mi punto de quiebre que hasta hace poco no sabía que podía existir.

—Me duele. —toco mi pecho. —duele mucho Oleg.

Me aprieta contra él.

Nos acomoda para que mis heridas no sigan empeorando.

—Sé que duele. —la barbilla me tiembla cuando nuevamente estoy siendo arrasada por mis pensamientos—, pero juntos podemos hacer que deje doler.

—No me entiendes...

—Si lo hago, porque sé que aunque nunca lo hablamos, ambos nos dimos cuenta de que lo necesitábamos. —las lágrimas empañan mi visión.

—No lo tenemos... no lo tengo. —niega queriendo que ya no siga, pero es imposible.

—Vamos a...

—¡No vamos a hacer nada, porque no hay nada que hacer! —grito y otra vez vuelvo a retorcerme en sus brazos—. Me duele y nunca dejará de doler, ¡Pero tú no lo entiendes!

—A mí también...

—¡A ti nada Oleg! Tú, no lo sabes nada. —lo interrumpo y esta vez si puedo levantarme de la camilla.

Me sostengo de la mesa cuando el mareo es inmediato.

>>No sabes, no sientes, y nunca lo sentiras porque la que lo ha perdido soy yo. —lloro—. ¡Yo perdí, no tú! ¡Alessia Carvajal ha perdido! ¡Grítalo a todo mundo y di que por primera vez a la invencible Alessia Carvajal, la han doblegado!

Vuelvo a llorar y me zafo de su agarre cuando lo siento tomarme de la cintura.

—No has perdido...

—¡Mientes! Eres un puto mentiroso, ¡Pero cómo vas a saberlo! —le grito sin importarme en lo más mínimo estar siendo injusta—. ¡Tú estás bien, pero yo estoy rota!

Ambición.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora