Capítulo 106

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Pasaron unos minutos sin decirse nada el uno al otro, no era necesario. Christopher seguía abrazado a Dulce, con sus manos sobre su vientre, perdiéndose en su olor, ese que tanto tiempo había echado de menos, pero del que estaba seguro que no se separaría jamás… Dulce se estremecía con cada nuevo movimiento de su novio, movimientos que la arrastraban de su mundo para traerla de nuevo a la realidad.

- ¿En qué piensas?; pregunta un cariñoso Christopher.

- En lo feliz que soy…; suspira Dulce.

- Brindemos por ello; propone el joven.

- Para siempre; comenta la muchacha girándose en busca de sus ojos.

- Para siempre; le responde su novio, chocando sus copas, fundiéndose en un largo y tierno beso.

El momento lo amenizaba la melodía que salía de aquel reproductor, y esta vez, aunque ellos no lo supieran, no podía ser más acertada: «Aunque hoy me digas adiós, te quedarás, te quedarás conmigo, seguirás en mí. Por más que te despidas, no te irás de aquí… Lo que fue hermoso no se puede borrar, lo que es eterno no se puede matar. Nunca me olvides, nunca me olvidaré de ti…».

Las horas pasaron entre besos, risas y abrazos que terminaron por dejarlos rendidos. Dormían abrazados, con la respiración acompasada y el rostro tranquilo, fiel reflejo de la felicidad en la que vivían. Sin embargo, un mensaje que llega al celular de Christopher lo despierta de su sueño: «Espero que la madre de Poncho se encuentre mejor. En dos horas tengo una reunión y Natalia no puede quedarse sola». El joven, aún adormilado, tarda unos segundos en reaccionar, recordando al instante la excusa que le había contado a su cuñada para marcharse a esas horas de la noche. Se quedaría para siempre en esa habitación, pero había hecho una promesa: «Sí, los doctores la medicaron y ya se encuentra mucho mejor. Salgo en unos minutos».

El joven estaba harto de esa situación, estaba convencido de lo que quería, es más, lo tenía delante. Sin dudarlo, se fue hacia la cocina donde preparó un desayuno digno de cualquier princesa, acompañado de una nota que decía: «Te amo. Para siempre. Tu Chris», despidiéndose de su bella durmiente con un tierno beso que no logra despertarla, caminando despacio hacia la puerta de salida.

Ya montado en su coche, Christopher arranca, no sin antes dar un frenazo, pues algún vecino despistado se le había cruzado para entrar en el garaje del edificio de Dulce.

1. To the moon, and backTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon