Los días se van rápido, mi trabajo consume mucho de mi tiempo y eso me mantiene ocupada casi siempre, sin embargo, no significa que no me dé tiempo para mí.

Sola, no me gusta la compañía.

—Zule, ¿Es necesario ir? —cuestiono a la mujer que está terminando de empacar.

Es mi día libre y quería descansar, sin embargo, a ella le parece brillante la idea de ir a las afueras de la ciudad.

—Claro que sí, hay un manantial junto a la cascada en las que me quiero tomar unas fotitos bien chingonas.

Desde hace un mes está con la loca idea de ir y quiere que la acompañe.

—Ok, pero le diré a Matías que también vaya. — Me dirijo al cuarto donde está mi móvil—. Aquí vamos a sufrir todos por igual. —alzo la voz para que me escuche.

—Hablas como si te llevara a trabajar. —señala divertida.

—No sé tú, pero yo. —me señalo indignada—. Llevo muchas horas de sueño perdidas.

No están tan perdidas, pero ella no tiene por qué saberlo.

—Yo conduzco, tú descansa en el trayecto. —No me agrada la idea de prestarle mi auto, pero si quiero dormir un poco.

No estoy donde estoy por andar perdiendo el tiempo en cosas que no me interesan.

Y esta salida es eso.

¿Sabes la hora que es? —pregunta Matías cuando contesta.

—Ni idea, pero levanta tu trasero en veinte pasos por ti.

—¿A dónde? —cuestiona intrigado, no es como que todos los días quiera salir.

Y no me malinterpreten, Matías es la persona con quien más cómoda me siento.

—Zule vio una publicación de un manantial a tres horas de aquí. —confieso

—¿Y si me niego?

—No entras conmigo al quirófano para la operación de la chica de la matriz. —le resto importancia.

—Que conste que iré porque quiero. —aclara—. No porque me estás chantajeando.

—Lo sé. —Soy sincera—. No me hagas esperarte.

Cuelgo saliendo del cuarto con lo poco que llevo.

—¿Y bien? —Zule es la más emocionada.

—Si le haces un solo rayón, te dejo durmiendo con el portero. —Advierto dándole las llaves de mi Ford Focus negro.

Un auto regalo que me di en navidad.

—Deja de ser una desconfiada, sé que falsifique los resultados de mi prueba de conducir, pero sí puedo. —Se justifica.

—Estás haciendo que me arrepienta. —vacilo mientras sigo caminando sin verla.

—Solamente me puse nerviosa. —suelta.

Salgo del ascensor ignorándola para no entrar en una discusión.

—¿Hay algo para mí? —Le pregunto a John, el portero y este niega.

Dejo mi vida a cargo de Zule y pasamos por Matías. intento dormir, pero es imposible con los parlanchines que me acompañan.

—¿Y tú Aless, has pensado tener hijos?

La pregunta me agarra desprevenida en lo único que puedo reflexionar es gritos, vómito, dolor de cabeza, popo y ni hablar de todo lo que implica un embarazo.

Ambición.Where stories live. Discover now