Il mio strambo

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Tomé todo el aire que me fue necesario y posible, antes de comenzar a hablar.

-¿Entiendes al menos a qué venía lo de que no soy normal?

-¿Pero cómo es posible?

Dios, los oídos me pitaban con tal fuerza que creí que mi cabeza estallaría en cualquier momento y por si fuera poco, al concierto se unía mi estrepitoso tamborilero al que solía llamar corazón y el cual pertenecía a aquel chico que tenía enfrente y me observaba con intimidante seriedad.

Negué esquivando su mirada para luego clavarla en el suelo.

-Ni yo misma lo sé- suspiré antes de volver a enfrentarme a su mirada.

Lo esperé... Esperé que se burlara, que me llamara loca, que se espantara, que huyera, esperé eso y más... Pero no llegó.

-Por eso estabas tan alterada esta mañana...- dijo más concentrado en sus pensamientos que en sus propias palabras -Te preocupa nuestro hijo... Que se sienta…- hizo una breve pausa -Como tú- sin apenas haberles prestado atención o importancia, aquellas palabras me dolieron.

Asentí antes de quedar cabizbaja

-¿Qué te ronda por la mente?- lo miré.

-¡¿A mí?!- pregunté sorprendida -Soy un... maldito bicho raro ¿y me preguntas eso? Esa pregunta te la tendría que hacer yo.

No sabía por qué, pero aquella pregunta me había mosqueado demasiado.

Salí a paso rápido bajo la lluvia, aún con la cabeza cubierta por la tela de la capucha cada vez más fría. Pocos metros más adelante, la mano de Philip atenazaba mi brazo. Me volví encontrándome con su hermosa mirada, que cada vez suponía más dolor para mi tamborilero cobarde. Ya no sostenía el paraguas.

-La casa está por allí- dijo divertido, lo que me hizo sonreír sin apenas ganas, antes de tapar mi rostro con las manos cuando las lágrimas comenzaron a caer. Philip me protegió en un abrazo.

Mi mente me decía que me tranquilizara, que todo podría salir bien, pero ese día, en aquel momento y aquel lugar, quien mandaba en mi ser no era mi cerebro sino mi corazón y él estaba realmente asustado. Philip me acunó entre sus brazos.

-¿Por qué?- pensé.

-¿Por qué, qué?- maldije en mi interior al ver que había pensado en voz alta, aún así decidí responder.

-No comprendo tu reacción- al oír aquello, me apartó con cuidado para poder clavar aquella oscura mirada en mí.

-¿Qué esperabas?- abrí los ojos como platos, dando a entender que aquello era más que obvio.

-Todo menos, menos... todo menos esto- dije señalándole. Ahora me miraba sereno y con las manos en los bolsillos de su sudadera blanca, moteada en manchas grisáceas por la llovizna. Su pelo estaba mojado y revuelto ahí en lo alto -Pensé que... Ya no se ni lo que pensaba-bdije lo último casi en un suspiro. Llevó su mano tras mi cabeza, poco después la capucha se deslizaba hacia atrás. Secó mis mejillas en vano, ya que aquella lluvia irregular las volvía a mojar.

-¿Esperabas que me asustara, que echara a correr...? ¿El qué? Dime. Sí- sonrió -Serás un bicho raro, pero eres mi bicho raro- dijo poniendo énfasis en aquel "mi". Cogió mis manos. Sonreí tontamente.

-¿No me dejarás?- pregunté con el ridículo pensamiento de estar dándole una idea. Rotó los ojos con una sonrisa en los labios.

-Si estuviésemos en la habitación, te daba con la almohada- dijo tirando de mí y antes de besarme con dulzura, la misma que ofrecían sus labios sabor a miel. Apretó mi cintura contra su cuerpo, rodeé su torso pudiendo así clavar las yemas de mis dedos en su espalda.
La lluvia en su continuo y mareante juego cayó nuevamente con fuerza sobre nosotros, sin embargo no nos molestamos en hacer más que reír aún sin dejar de besarnos.
Me abrazó con fuerza.

DIECISÉIS PRIMAVERAS (en proceso de corrección)Where stories live. Discover now