Benvenuta

3.8K 67 3
                                    

 Tras avanzar varios metros, dejé a Draco en el verde césped, sobre el cual echó a correr hacia la sombra de uno de los árboles para luego comenzar a escarbar y más tarde echarse. Sonreí. Seguramente tenía tanta calor que buscaba la humedad y frescura de la tierra.

-¿No quieres agua?- le pregunté levantando la voz para que me escuchara -Y luego dicen que no son listos- pensé en alto al verlo correr hacia la casa.

Las nubes ligeramente oscuras, comenzaban a cubrir los cielos, pero el calor seguía estando pesadamente presente. Por fortuna, ahí justo donde me encontraba, pisando las finas láminas de madera de la entrada, siempre corría una brisa suave y fresca.

-Sí, el niño Carlos es muy buena persona y respetuoso- dijo Lupe. 

Reí. Al parecer a Philip o bien le había picado la curiosidad o bien los celos.

-¡Megan!- me saludó alegremente Rosa, sentada en el regazo de mi chico que me dedicó una de esas miradas que ya me conocía de memoria y parecían decir, "Me alegro de verte". Estaba sentado en uno de los blancos sillones. Lupe y Lilian por otra parte estaban limpiando.

-Por favor, dejad de limpiar ya, ¿en serio pensáis que el polvo se acumula en un día?- pregunté señalando el paño que sostenía Lupe. Rosa y Philip rieron, en cambio las mujeres me miraban en silencio y sin saber qué decir -Aunque sea vuestro trabajo, yo soy algo así como vuestra jefa, ¿cierto?- asintieron aún en silencio -Pues os ordeno que os toméis el día libre- dije al ver que ambas pensaban lo mismo y con algo de vergüenza o incomodidad:

"Es… nuestro trabajo, Megan".

Ambas sonrieron.

-¿Sabes? Ojalá todos los cascarrabias de los alrededores fueran como tú- dijo Lilian sonriendo. Lupe rio dándole la razón.

-Uff mejor que no- les dije guiñándoles un ojo -No trabajáis, pero quedaros y haced como si la casa fuera vuestra. Os invitaría a que subierais al jacuzzy pero hace un calor de infarto- ambas me sonreían como a una pobre loca, lo que me divertía.

Philip y yo subimos a la habitación para cambiarnos. El crecimiento de mi vientre, nuevamente se había pausado.

Mientras me colocaba el tirante del bañador, unas manos fuertes pero que conservaban toda la inocencia de un niño, rodearon mi cuerpo hasta posarse en mi vientre. Cerré los ojos al sentir su pausada y cálida respiración en mi cuello.

-Te he echado de menos- dijo en un susurro acercando mi cuerpo al suyo y clavando aún más la barbilla en mi hombro para luego acunarme levemente.

-¿No te enseñaron a no mentir?- bromeé siendo consciente de que decía la verdad. Sintiéndose una tan querida, cómo no creer en el amor.

-Que va, mi educación es casi nula, por lo que me encanta mentir- reí entre dientes antes de girarme para darle un beso fugaz en los labios.

-Tonto- ahora rio él. 

Acaricié su mejilla con el dorso de la mano.

-¿Cómo lo haces?

-¿Hacer qué?- preguntó con voz aterciopelada y la típica dulzura de su mirada. 

Hacer que me sienta capaz de dejarlo todo por ti- pensé. 

-Mentir tan bien- respondí sin poder evitar la risa cuando vi que arqueaba la ceja al escuchar mi respuesta.

-Graciosa- dijo con sarcasmo.

Bajamos a la piscina entre bromas y risas.

-¿Y bien? Aún no me has dicho qué has hecho hoy- dije bajando las escaleras y sintiendo el frío del agua cubriendo cada vez a más altura mi cuerpo. 

DIECISÉIS PRIMAVERAS (en proceso de corrección)Where stories live. Discover now