Cinque

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-Dime por lo menos cómo piensas decorar la casa?-seguíamos paseando por aquellas bellas calles, ahora ambos con nuestros helados en mano. Yo llevaba ya un rato intentando sacarle información sobre la boda.

-Sshh-esa había sido siempre su respuesta.

-Pe...

-Sshh. Recuerda, nada de peros-comencé a reír así, por las buenas.

-Sabes qué?-Philip me miraba extrañado e intentando no reírse. Negó con la cabeza en respuesta a mi pregunta mientras se llevaba el helado de vainilla y chocolate a los labios-Que hasta que no me digas algo, no me casaré contigo-Abrió los ojos como platos, pero mi atención fue a parar en sus labios, cuando apartó el helado de ellos dejando ver lo tentadoramente jugosos que habían quedado por estar manchados de helado.

-Qué?-dijo incrédulo.

-Te has manchado-dije señalándome los labios, pero en cuanto lo vi con intenciones de utilizar la servilleta que tenía en mano, tiré de su camiseta hacia mí y lo besé. Al apartarme y mirarlo, sus ojitos brillaban, a lo que mi corazón no supo reaccionar de otro modo que alocándose. Philip rodeó mi cintura y tiró de mí eliminando cualquier pequeño espacio entre ambos. Me sonrió con una sonrisita tierna, dulce... y me besó. Fueron tantos los cosquilleos que despertaron en mi estómago que podría haberme echado a reír y se hubiese comprendido.

El día se estaba oscureciendo, nubes claramente cargadas ya comenzaban a cubrir los cielos, aún así las calles seguían repletas de gente.

-Lo decías en serio?-ya me había olvidado de la conversación que habíamos estado teniendo.

Habíamos ido a parar a una pequeña plaza con dos cafeterías y una pequeña panadería. A un lado de la plaza, en una de las esquinas de un edificio grande y tosco del que desde ahí solo se podía ver la parte trasera de paredes altas, oscurecidas y grumosas, una pareja de jóvenes había montado su pequeño espectáculo. El chico sentado en un pequeño taburete, vestido de traje y corbata, tocaba con delicada destreza el precioso violín en el que apoyaba su mentón y del que parecían salir sonidos tan agradables como pueden resultar también el sonido de la brisa, el sonido de la lluvia, la risa suave de un niño... La chica sin embargo, enfundada en un precioso y sencillo vestido blanco, corto y de vuelo ligero, con sus zapatillas de ballet de un blanco roto, bailaba la suave melodía parecida a una nana procedente de aquel bello instrumento. Ambos estaban sobre unas finas plataformas de madera, la del chico era más pequeña, la de la chica sin embargo era cuatro veces la del chico.
La joven se movía con movimientos tan precisos... tan perfectos... Costaba creer que estuviera bailando en un sitio tan reducido. Parecía moverse por toda la plaza y su vestido con ella.

-El qué?- pregunté yo haciéndome la tonta mientras apartaba la mirada de los jóvenes artistas para buscar un sitio en las cafeterías que quedaban en frente, para poder sentarnos a verlos un rato. Los dueños debían estar contentos y agradecidos, por lo que se veía las terrazas estaban llenas y está claro que no gracias a las cafeterías como tal, eran sitios poco cuidados en detalles y pequeños-Nos sentamos allí?-señalé una mesa libre en una de las pequeñas terrazas de una de las cafeterías. Miré a Philip que me observaba con los ojos entrecerrados. Me eché a reír.

-Qué resulta tan gracioso?-dijo con fingida seriedad.

-Oh...-me costó, pero logré ponerme seria-Perdone usted, no pretendía reír, pero le respondo que lo que me da gracia es su cara-hizo una mueca en un amago por reír, pero logró mantener su seriedad.

-Sepa usted que ésta es la que tengo-yo sí que reí.

-Y solo a tu cara le haría familia numerosa-dije provocando tanto su risa como la mía al cogerle prestada parte de la frase a Frany.

DIECISÉIS PRIMAVERAS (en proceso de corrección)Where stories live. Discover now