III

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Estuvimos allí sentados, apoyados en el cabezal de la cama y yo entre sus brazos, durante un buen rato. Poco a poco y de modo intermitente, se me cerraron los ojos. La última vez que los abrí, pude ver como Philip me ayudaba a acomodarme, antes de taparme con las sabanas para luego besar ligeramente mis labios.

-Buenas noches pequeña-me susurró apartándome los cabellos del rostro. Sonreí débilmente. El sueño me vencía por segundos y no era capaz siquiera de gesticular palabra. Pronto todo fue oscuro.

Al abrir los ojos, el canto de varios gorriones que habían parado en el balcón ayudaron a que mi despertar fuese más agradable. Me senté con torpeza en la cama. Aún llevaba los vaqueros puestos.

"Ayer...?"-intenté recordar cuándo me había acostado y por qué seguía vestida-"Philip"-pensé con una sonrisa al recordar su vaga imagen y su beso de buenas noches. Lo busqué con la vista, pero me encontraba sola en la habitación. Tontamente eché de menos el despertar antes que él y poder observarlo hasta que finalmente despertara.

Sonreí nuevamente al mirar hacia mi escritorio y encontrarme con una rosa anaranjada de largo tallo en el interior de un estrecho jarrón, sobre el cual había apoyada una tarjeta. Salté de la cama para ir en busca de la tarjeta.

"Buongiorno, piccolina, spero che tu abbia dormito bene.
Ti aspetterò al piano di sotto per la colazione, ok? Un piccolo bacio.

Pdt: mi sarebbe piaciuto lasciare la rosa sul cuscino, ma Valentina non mi ha lasciato (stizzosa).
Ti aspetto qui sotto. Ti amo bellissima."

"Buenos días pequeña, espero que hayas dormido bien.

Te esperaré abajo para desayudar, vale? Un besito.

Pdt: Me hubiese gustado dejarte la rosa sobre la almohada, pero Valentina no me dejó (cascarrabias). Te espero abajo. Te quiero hermosa."

Reí al leer el posdata. Valentina era la mucama de la casa, solo que venía de cuando en cuando, mi padre prefería tener un poco de polvo en los estantes antes que tenerla a ella o a cualquier otra limpiadora por allí todo el día rondando.

Era como Lupe, cabellos oscuros siempre recogidos en un moño, de sonrisa agradable, de edad aproximada, quizás más mayor, pero había algo que las diferenciaba. Valentina estaba chapada a la antigua y por lo general era una italiana cascarrabias, aunque en realidad me trataba como a su nieta y conmigo mostraba esa faceta pocas veces, lo bueno es que sus berrinches son graciosos. Ver a una mujer tan mayor y de baja estatura darle un coscorrón en la nuca a tu padre, créeme, es para troncharte de la risa. También era más clara de piel, bronceada, pero más clara. La quería con locura. Detrás de aquellas arrugas y sus rabietas, había un gran cachito de pan.

Me desperecé y me dirigí al baño con mi bolsa de aseo en mano y una muda para después de la ducha. Por el camino no me encontré a nadie, todo estaba increíblemente tranquilo.
Al meterme bajo la lluvia continua de agua y sentir la tibia caída por mi cuerpo, inconsciente e inmediatamente repasé lo ocurrido la noche anterior. A mi padre le habían dolido mis palabras.

Yo no quería herirlo...-me lamenté mentalmente mientras regulaba la temperatura hasta notar el agua más caliente sobre mis hombros. Aquello me ayudaba a relajarme.

Mi mente estaba demasiado revuelta. De preocuparme por mi padre, pasé a intentar recordar los motivos de aquel divorcio, pero yo era pequeña por aquel entonces, demasiado para recordar.
Salí de la ducha chorreando, antes de envolverme en mi albornoz. Mientras me secaba la cabeza con otra toalla, tenía esa sensación de que tenía que hacer algo, que algo se me olvida, pero no había modo de acordarme de lo que era.

DIECISÉIS PRIMAVERAS (en proceso de corrección)Where stories live. Discover now