¿Cosa rispondi?

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Aún sin abrir los ojos, pero sí lo suficientemente despierta, sentí tanto sus caricias, como el ascenso intermitente de su pecho bajo mi cabeza.

Al parecer no me había movido de ahí en toda la noche.
Sonreí al leer sus pensamientos. Me imaginaba con nuestro pequeño o pequeña en brazos, y la mejor parte de ese pensamiento, era la felicidad que sentía él por la simple imagen.
Lo abracé merecidamente mientras besaba su pecho desnudo, provocando en él una risa suave.

-¿Tú no estabas dormida?- preguntó divertido, estrechándome en un abrazo.

-Sí...- arrastré la vocal -Si lo estaba...

-Granuja- dijo antes de despeinarme con la mano haciéndome reír.

Una vez nos quedamos en silencio, me fijé al fin en la habitación, de mayor tamaño desde aquella perspectiva. Las cortinas vaporosas, los muebles blancos, las rosas que comenzaban a marchitarse por algunas partes aún dentro del jarrón que seguía sobre la cómoda que había junto a la ventana...

-He quedado con Marcello a eso de las doce. ¿Quieres llamar a Sophie?- levanté la cabeza un poco para ver la hora en su reloj. Eran las diez menos cinco.

-Bueno, a ver si no ha hecho planes, además, no sé siquiera si le han dado el alta.

-Por probar no pierdes nada- besé su pecho una vez más antes de incorporarme.

-Definitivamente tendría que haberme hecho peluquero- dijo con voz divertida.

-No te rías de mis pelos- dije llevándome la mano a la cabeza como si posara para una foto -Es la nueva moda, ¿te gusta?- rio antes de tirarme un cojín.

Entré en el cuarto de baño dejando la puerta entornada, para que Philip entrara cuando acabase con la llamada. Tras dejar la ropa sobre el poyete de mármol y a pesar de que me iba a duchar, me acerqué al lavamanos para lavarme la cara, más bien refrescármela. Al recoger mi pelo en una cola, pude fijarme en el arañazo de mi mejilla izquierda, estaba algo más rojo que el resto de la piel y mínimamente abultado a simple vista, pero al tocarme con las yemas de los dedos estaba claro que destacaba.

-¿Qué te pasa?- preguntó mi chico entrando al baño, al verme arrimada al espejo mientras tocaba mi mejilla.

-Nada- dije soltándome el cabello nuevamente. Se acercó y apartó los cabellos de mi mejilla antes de rozar la marca con sus dedos.

-¿Y este arañazo?- miró primero la huella de su madre para luego clavar su mirada en la mía -Megan- me instó a responder.

-Supongo que obra del anillo de tu madre- acarició mi mejilla como quien toca una reliquia de incalculable valor.

-Lo siento- se disculpó en el lugar de su madre.

-No seas tonto y mejor dime qué tal está Marcello- dije dándole un beso en la mejilla, provocando en su hermoso rostro una leve sonrisa.

-Muy bien, me sigue regañando por habernos hecho futuros padres- dijo rodeando mi cintura. Reí.

-¿Y eso?

-Porque dice que eres ideal para la película. Y ya me ha advertido que como no sigas tampoco con el modelaje, me estrangula- dijo frotando su cuello, haciéndome reír nuevamente.

-Nene, hablando del modelaje...

-¿Qué pasa?- me cogió ambas manos y las estrechó entre las suyas transmitiéndome su calor.

-Cada vez la barriga crece más y...- sonrió soltándome una mano para llevar su dedo índice a mis labios.

-Sí, estarás aparentemente más gorda- reí inevitablemente por la falta de delicadeza -Pero en primer lugar, no estarás gorda, sino embarazada de la segunda criatura más hermosa del universo, en comparación con su madre hasta que me demuestre lo contrario- apoyó la palma de su mano sobre mi vientre -Y en segundo lugar, serás la gorda más guapa y sexy que pueda haber sobre una pasarela o que aparezca en una firma de ropa y ya puestos, sobre la faz de la Tierra- tuve que reír antes de abrazarlo.

-Eres la lucecita entre la oscuridad- le susurré al oído.

Aquella frase también me la había dicho él en las primeras semanas de comenzar a salir. Me la dijo una noche en la que estaba nervioso antes de una pasarela masculina y le di un pequeño discurso para tranquilizarlo.
Siempre había sido un chico super tímido, algo que no encajaba con un modelo, eso estaba claro, pero algo que lo hacía aún más irresistible y embellecía aún más, si era posible, su persona.
A la mañana siguiente del desfile, él ocupaba la portada de la revista que se encargaba de comentar dicha pasarela. También fue uno de los más criticados, más que positivamente, por su atractivo y soltura sobre la pasarela. En cuanto tuvo la revista fue a mi habitación e hizo que me fundiera entre sus besos y abrazos.

-Copia otra de mis frases y te denuncio por plagio- me susurró él a mí.

-¿Qué te ha dado por hacerme reír hoy?- dije, como es lógico y ya costumbre en aquella mañana, entre risas.

-Todas las que no te pude robar ayer- me besó y plagiándolo una vez más para alcanzar su misma dulzura, le correspondí.

DIECISÉIS PRIMAVERAS (en proceso de corrección)Where stories live. Discover now